viernes, 20 de enero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 13

Olivia vio cómo el cielo se cubría de nubes negras.
De pronto, empezó a llover con fuerza.
La tormenta la sorprendió en plena llanura. Había sacado a pastar al ganado aquella mañana.
El día había amanecido con el cielo cubierto de nubes.
-No deberías salir con el ganado-le aconsejó Jack-Va a llover. No quiero que te pase nada malo.
Olivia le dedicó una sonrisa cariñosa.
-Deja que alguien te acompañe-insistió Jack.
Reunió como pudo el ganado. Silbó con fuerza. Se subió de un salto a "Yasmina". Olivia divisó una cueva. Se metió con el ganado y con la yegua en el interior. Pasarían allí la noche, decidió. Al menos, hasta que pasase la tormenta. El sombrero cayó sobre su espalda. Algunas vacas eran muy cabezotas. Se resistían a meterse dentro de la cueva.
-¡Venga!-insistía Olivia-No os podéis quedar aquí fuera. ¿No veis que está lloviendo? ¡Vamos!-Un relámpago iluminó el cielo-¡Os llevaré a esa cueva!-El sonido de la voz de Olivia se mezcló con el sonido de un relámpago-Allí se está mejor. Estaréis más calentitas. ¿No os gusta la idea? ¡Os estáis mojando! ¡Por favor! ¡Venid conmigo!
Olivia empujó a las vacas para meterlas dentro de la cueva. Tenía ganas de llorar. Le dolía mucho la cabeza. No sabía lo que le pasaba. La otra vez, a duras penas llegó a "LA PILARITA". No fue capaz de hacer bien su trabajo. Lo sabía. El patrón fue comprensivo con ella. Le dijo que sólo tenía una simple jaqueca. Pluma Roja se quedó mirándola. Olivia se sintió incómoda. Aquel hombre adivinaba los pensamientos más profundos de las personas.
-El mal está cebándose contigo-le dijo-Los demonios quieren hacerte daño.
Olivia no sabía lo que le pasaba. Aquellos dolores de cabeza la estaban torturando de forma implacable.
Logró meter a todo el rebaño dentro de la cueva. Hacía mucho frío. Ahogó un grito. Tuvo la sensación de que una bala le había atravesado el cráneo de punta a punta.
Se sentó entre dos vacas.
No podía hacer ni siquiera fuego.
Estaba débil.
No era la primera vez que le sorprendía una tormenta mientras estaba fuera con el ganado.
Se frotó la frente. Estaba temblando de frío. Se frotó también los brazos.
Aquel día, había recibido carta de su cuñada Rachel, la esposa de su hermano Tyler. Olivia apenas la conocía. Rachel se atrevía a darle consejos.
"Una mujer no debe de sentir nada cuando su marido la besa. Yo me porto con frialdad cuando Tyler me besa".
¿Y me lo cuentas a mí?, se preguntó Olivia. ¿Acaso olvidas que soy la hermana de tu marido? Aunque hacía mucho que no veía a Tyler. Sabía que éste acababa de ser padre. Tenía un hijo al que había llamado Oliver. Decía que se parecía más a ella que a él o a Rachel.

El mayor temor de Sean era que uno de los caballos salvajes que intentaba domar Olivia la tirase al suelo. Ya le había pasado antes.
Olivia podía desnucarse. Algunos de los hombres que participaban con ella en los rodeos habían muerto desnucados. Se caían del caballo. Y se rompían el cuello. Pero no era el único riesgo que Olivia corría. Podía ser pisoteada. O...
Jack se estremeció de horror. La idea de poder perder a Olivia le horrorizaba. Pero se tranquilizó. Todo le va bien, pensó.
Estaban en el establo. Olivia estaba echando paja fresca. La veía fuerte y sana. Ignoraba que la joven sufría frecuentes dolores de cabeza. Unos dolores que la dejaban débil y atontada. Fingía que se encontraba bien.
Jack le comentó a Olivia que no soportaba verla tirada en el suelo dos o tres veces por caballo. Eso solía pasar. Olivia bufó. No era una niña. Creía que nunca había sido una niña. Sabía cuidar de sí misma. Se lo había dicho a su padre. Pero Sean parecía no querer escucharla.
Le cogió la mano a Jack.
Fue un gesto reflejo. Instintivo...Pero necesitaba aferrarse a alguien. Sentía que se estaba viniendo abajo. Le dolía mucho la cabeza.
-Te agradezco que te preocupes tanto por mí-le dijo a Jack-Pero no me pasa nada. Sólo me rompí un tobillo una vez. Pero ese tobillo sanó.
-Lo recuerdo-dijo Jack-Pero podría no ser un tobillo la próxima vez. Podrías hacerte daño de verdad. Y yo...
-No pienses en eso.
-Tienes mala cara, Livie.
-Estoy bien. De verdad...No estoy hecha de cristal. Creo que estoy hecha de hierro.
-Nadie está hecho ni de hierro ni tampoco de cristal.

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