martes, 6 de marzo de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS 4

Sarah se despertó temprano aquella mañana. Decidió tomar un largo y prolongado baño. Mientras una criada llenaba la bañera de porcelana portátil, Sarah se desnudó. Se metió en el agua caliente.
Echó sales al agua y, tras frotarse el cuerpo con energía, permaneció en el agua un buen rato.
Salió de la bañera. Su doncella la envolvió en una toalla.
Sarah se secó.
-¿Y mi hermana?-inquirió-No la he visto.
-La señorita Brigitte se levantó temprano-contestó la doncella-Y ha salido a dar un paseo a caballo.
La mujer fue hacia el armario y lo abrió. Sarah se decantó por un vestido de color rojo oscuro.
-Me encanta este vestido-afirmó.
-El color rojo es el color de las pecadoras-comentó la doncella.
Pero Sarah ignoró aquel comentario que le parecía ofensivo. No podía despedir a la doncella porque ésta cumplía con su trabajo y era buena. Pero tenía ganas de pegarle con el vestido por criticarla.
Sarah tenía fama de ser muy coqueta. Sus padres tenían que estar constantemente alejándola de tipos poco recomendables. La doncella de Sarah le estaba cepillando el cabello y se lo recogió en un moño. Le cepilló el pelo con tanta energía que acabó arrancándole unos cuantos mechones.
Sarah se quejó.
-No se mueva-le regañó la doncella.
En el cristal del espejo aparecieron los bellos rasgos de Sarah. Sonrió al pensar en la temporada social. Sarah era plenamente consciente de su belleza y no dudaba en explotarla cuando llegaba el momento.
La doncella seguía cepillándole su enmarañado cabello con energía y Sarah seguía quejándose. Le dijo que iba a quedarse calva. La doncella ocultó los mechones de pelo que le había arrancado sin querer.
-Lo que no debe de hacer es huir de las atenciones del señor Kirkcaldy-le exhortó-Es un buen partido. Mucho mejor de los que va a encontrar en la capital.
-¿Tú también?-se enfadó Sarah.
-Lo que queremos es que haga una buena boda, señorita, y no se quede soltera, como le va a pasar a su pobre hermana.
Sarah pensó que encontraría a alguien mucho mejor que Luke con su gran belleza. Su barbilla estaba ligeramente cuadrada. Lo cual hablaba de su carácter obstinado.
-Espero que le llegue el moño hecho hasta el mediodía-le dijo.
-Eso no va a pasar-auguró Sarah.
Y sonrió.
El cabello de Sarah era tan rebelde que siempre se acababa soltando.
-Espero que hoy haga una excepción, señorita-dijo la doncella-Las damas como usted tienen que llevar moño.
Sarah puso en duda aquella afirmación. Creía que a ella le sentaba mejor el cabello suelto que recogido. Y pensaba soltárselo dentro de un rato para fastidiar a su doncella.
Sarah era mucho más alta que Brigitte, que era más bajita. Comparada con su frágil hermana mayor, Sarah era más fuerte.
Se encontró con Brigitte en el pasillo.
-El señor Kirkcaldy ha venido a verte-le informó.
-¿Cómo?-se indignó Sarah.
-Está hablando en el salón con papá.
Se le escapó un mechón de su apretado moño. Empezó a retorcérselo con gesto nervioso.
-Dile que no estoy-le pidió a Brigitte.
-¡No puedo hacer eso!-protestó la joven.
-Lo harás porque te lo he pedido yo.
Los ojos de color azul cielo de Sarah brillaron de impaciencia y de indignación.
Brigitte admiró el vestido que llevaba puesto su hermana. Pero, una vez más, le pareció demasiado escotado para su gusto.
-Está bien-accedió Brigitte-Ya veré lo que me invento. Sarah, piénsalo bien. Es tu segunda temporada.
-Me casaré en esta temporada-le prometió su hermana-Tengo un pálpito, Brigitte. Voy a encontrar el amor de mi vida en Dublín.
Dicho esto, fue directa a encerrarse en su habitación.

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