martes, 17 de abril de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 147

Durante años, Jack había vivido atormentado por la imagen de Olivia montando a caballo. Nunca antes había visto un rostro tan resplandeciente como el suyo. Nunca antes había escuchado una carcajada como una suya. Y nunca antes había visto brillar tanto una mirada como la suya. Era absurdo. La amaba. A pesar de que ya tenía dueña.
Porque Danielle existía.
Su presencia se imponía a su amor por Olivia.
No podía dormir.
Vivía atormentado por los remordimientos. Se sentía culpable por estar con Olivia y serle infiel a Danielle. Se sentía culpable por estar casado con Danielle y porque, a su manera, le estaba siendo también infiel a Olivia. Era un egoísta. Debía de pegarse un tiro y acabar con todo.
Olivia y Danielle vivirían más tranquilas y podrían ser felices si él no estaba.
Pero era demasiado cobarde como para quitarse la vida. Era demasiado cobarde como para tomar una decisión.
Sólo sabía que ni Olivia ni Danielle se lo merecían. Merecían otra clase de hombre. Alguien mucho mejor que él...No se atrevía a decidirse. Y eso les estaba haciendo daño a los tres.
Cada vez que abrazaba a Danielle, estaba pensando en Olivia. Cada vez que besaba a Olivia, pensaba en el daño que le estaba haciendo a Danielle. Si acariciaba a Danielle, deseaba estar con Olivia. Cuando caminaba por la calle con Danielle cogida de su brazo, deseaba que Olivia estuviera en su lugar.
Era una situación insostenible. No había consumado su amor con Olivia. Pero sabía que era cuestión de tiempo. Acabaría poseyendo en cuerpo y alma a la joven.
Y se consumaría su adulterio.

Pluma Roja recorrió la llanura buscando a Lince Veloz. Antes o después, el maldito "sheriff" daría con él. Necesitaba decírselo. Lince Veloz debía de huir de Streetman.
¿Por qué no te marchas a otra parte?, pensó Pluma Roja.
No pensaba en enviarlo a las reservas. Eso sería como matarle en vida.
Azuzó a su caballo. Éste fue más deprisa. Oteó el horizonte.
Creía que vería a Lince Veloz.
No lo veía. Su hijo sabía bien dónde esconderse.
El caballo se detuvo.
Estaba extenuado. Pluma Roja desmontó de un ágil salto. Empezó a caminar. Creía que acabaría encontrando a Lince Veloz. Pero la llanura era muy extensa. Había muchos lugares en los que esconderse.
Recordó una cueva que estaba bastante cerca.
Lince Veloz podía estar escondido allí.
Se sintió tentado a llamarlo a voces. Pero creía que el "sheriff" podía estar allí.
¡Maldita sea!, pensó Pluma Roja. Hijo mío, ¿dónde estás? ¿No sabes que ese malnacido te puede encontrar?

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