martes, 10 de abril de 2012

CRUEL DESTINO

                Los días transcurrieron con calma. Lord Robert no había ido a visitar todavía a Mary. Sin embargo, le escribía cartas. La joven le contestaba.
               Se preguntó mientras escribía si estaba viviendo una historia de amor. Stephen Winter seguía acudiendo a la mansión de los Wynthrop a seguir con sus clases de piano para Katherine. Sarah, por su parte, seguía soñando con Darko. Se preguntaba cuándo le volvería a ver.
               Y, entonces, ocurrió.
              Aquella mañana, Sara se puso uno de los vestidos que Lilith le había regalado en Londres y bajó la escalera con una sonrisa en los labios. Hacía un día soleado y decidió salir a dar un paseo.
-Puedes salir-le dijo mister Wynthrop-Pero lleva a Erika contigo.
              Sarah decidió salir a dar un paseo por el puerto. Quería ir sola. Pero sus padres se empeñaron en que debía de ir acompañada. Por lo que tuvo que llevarse consigo a Erika.
              El paseo transcurrió de un modo de lo más aburrido. Erika no quería articular palabra.
              Tampoco Sarah quería romper el hielo. Se respiraba una gran antipatía entre ellas. No se odiaban. Se detestaban tan solo.
-¡Qué agradable sorpresa encontrarnos aquí, miss Wynthrop!-exclamó Darko Raven.
             Sarah creyó que iba a desmayarse cuando se encontró cara a cara con el hombre con el que soñaba desde hacía varios días.
-¿Cómo se encuentra, mister Raven?-inquirió.
-Me encuentro aquí, como puede ver-contestó Darko.
              Sarah pensó que su paseo con Erika había mejorado bastante.
              Erika era varios años más joven que Sarah. Le calculó que tendría unos veintiún años. Aún era más joven que Catalina. Era una niña cuando empezó a trabajar para los Wynthrop Y, siendo una adolescente, se convirtió en la doncella de las hermanas.
                Alquilaron un carruaje que las llevó al puerto y, una vez allí, descendieron para pasear. Erika estaba asustada. No tenía nada en común con la señorita Wynthrop. Ella había recibido una esmerada educación. Era refinada y elegante. En cambio, mientras caminaban, el rostro de Sarah se tornó radiante cuando creyó ver, en la distancia, a Darko Raven.
             Erika frunció el ceño cuando Darko besó la mano de Sarah. El ruido de las conversaciones de los estibadores se mezcló con los latidos acelerados del corazón de la joven. Pensó que iba a desmayarse.



-Erika, ¿por qué no te adelantas?-le sugirió a la doncella-Yo me quedo aquí hablando con este amigo mío. Lo conocí hace algunos días. Y te rogaría que no le contaras nada a nadie. Te pagaré bien si guardas silencio.
-Sí, señorita Sarah-asintió Erika-Con permiso...
               Se alejó tras fulminar a Darko con la mirada. Aquel hombre no le gustaba ni un pelo y estaba cometiendo una temeridad al dejar a Sarah sola con él. Pero también sintió envidia de ella. El hombre podía ser peligroso. ¡Pero era el hombre más apuesto que jamás había visto!
-Espero que no se vaya de la lengua-comentó Darko.
-Erika siempre ha sido muy discreta-afirmó Sarah-Le daré unos peniques. Y guardará silencio.
-Eso espero.
-Parece que estaba deseoso de verme, mister Raven. ¿Puedo conocer el motivo?
               Darko esbozó una sensual sonrisa. En aquel momento, un barco entró en el puerto. Era un barco cargado de mercancía. No llevaba a bordo a ningún pasajero. Darko llevaba el cabello suelto y el viento lo agitaba. Cogió la mano de Sarah, que no llevaba guantes, y se la volvió a besar. Sarah oyó al capitán del barco dar órdenes a los hombres que descargaban la mercancía y posó la vista en el mar.
-Se ha ruborizado-observó Darko-Me gusta. Está mucho más guapa así.
             Sarah se atrevió a mirarle a la cara.
-Usted y yo vamos a ser muy buenos amigos, miss Wynthrop-le aseguró Darko.
            Sarah creyó que se iba a desmayar.
-¿Acaso me está diciendo que quiere que volvamos a vernos?-inquirió.
               Darko le cogió las manos. Se inclinó hacia ella. La besó con suavidad en los labios.
-Suelo viajar mucho-le dijo-En Bow Street, hay quien me teme. ¡Se lo puedo asegurar! Juré un día que pondría Reino Unido a mis pies. Y creo que voy a conseguirlo. No pienso detenerme ante nada ni ante nadie. Pero hay gente que no me teme. Podrían hacerme cualquier cosa. Si quiero volver a verla, tendré que avisarla. No sé cuándo la veré.
-No importa-afirmó Sarah-Yo lo estaré esperando. Escríbame y envíeme su carta por mediación de alguien de su confianza. Esperaré noticias suyas.
-Me alegra saberlo.
-¿En serio?
               La luz del Sol dio de lleno en el rostro de Darko y Sarah creyó que estaba ante la aparición de un dios griego. Tengo que estar soñando, pensó la joven. Era demasiado bonito como para ser real.
                Darko desapareció.
               De regreso a casa, Erika guardó silencio sobre lo ocurrido. Mientras, Sarah iba sumida en una especie de ensoñación romántica e iba imaginando su futuro al lado de Darko.
               Porque creía que siempre estarían juntos.
               Al llegar a casa y descender del carruaje, se llevó una sorpresa al encontrar en el jardín a Mary en compañía de un hombre alto y atractivo. Iba elegantemente vestido.
             Sarah se acercó a ellos.
-¡Sarah!-la llamó Mary. Fue corriendo hacia ella. La seguía su acompañante-Quiero presentarte a alguien. Te he hablado de él. Es el conde de Maredudd, lord Robert Caernafon. Ésta es mi hermana mediana, Sarah.
             La aludida le hizo una reverencia. Robert cogió su mano y se la besó.
-Encantada de conocerle, milord-dijo.
-Lo mismo digo, miss Wynthrop-corroboró Robert-Quiero que sepa que tiene como hermana a la mujer más maravillosa del mundo.
-Eso ya lo sé. María tiene muchas virtudes. Es imposible no quererla.
             Robert cogió la mano de Mary y se la besó. Pero era a Sarah a quien estaba mirando. Aunque Mary encarnaba en su persona a la mujer que él buscaba, Sarah encarnaba en su persona a la mujer que era capaz de hacerle encender la sangre.
            Tenía que cumplir con su deber, aún estando de viaje. Pensaba quedarse allí para cortejar a Mary. Sus hermanas le habían dado el visto bueno a aquel cortejo. Le decían que Mary  no se parecía en nada a la zorra de su mujer. Se dejaría de tonterías románticas. Y se casaría con Mary. Tendrían hijos. Y serían felices los dos juntos.
-Me tengo que ir-anunció Robert.
-Es una pena-se lamentó Mary.
-No se preocupe por mí. Volveré. No pienso dejar de volver a verla.
             Alzó la mano y acarició la mejilla de Mary. La joven se llevó la mano del conde a los labios.
-Le estaré esperando-le prometió.
-Gracias por todo...-dijo el conde. Se giró hacia Sarah-Ha sido un placer conocerla, miss Wynthrop.



              Cogió la mano de Mary y se la besó. Sarah aprovechó el momento para retirarse a su habitación. Aún estaba flotando en una nube. Darko Raven quería verla de nuevo. Soñaba despierta y no oía la voz de Erika.
-Ese hombre no me gusta, señorita Sarah-afirmó la criada cuando se metieron en la habitación.
           Sarah se dejó caer en la cama.
-Lo amo-le confesó a la doncella.
-No sabe nada de él-observó Erika.
             La doncella arregló un poco el tocador de Sarah. Lo tenía hecho un desastre. Algunos frascos de perfume estaban vacíos. Igual que su cerebro, pensó Erika con rabia. Había atraído la atención del hombre más apuesto del mundo. Apretó con rabia un frasquito de perfume.
-Sé poco de él-admitió Sarah-Es verdad. Pero siento algo por ese hombre que nunca antes había sentido. Mi corazón late muy deprisa cuando pienso en él.
-Tenga cuidado, señorita-la exhortó Erika-Puede acabar con el corazón roto.
-O puede que acabe casándome con él.
               Sarah se echó a reír de puro gozo.

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