miércoles, 26 de septiembre de 2012

CRUEL DESTINO

             De pronto, su vida se había convertido en una locura. A falta de una fiesta de compromiso, su boda con Robert era ya un hecho y una certeza. Mary estaba asustada. ¿Por qué?, se preguntaba. ¿Por qué no se sentía feliz? ¿Por qué estaba tan asustada?
           Robert era un buen hombre. Su vida a su lado sería dichosa porque nunca le faltaría nada y sería muy respetada en su ciudad natal. Pero el miedo había vuelto a hacer acto de presencia en su vida. Volvía a sufrir pesadillas en la noche. Sus hermanas acudían corriendo a su habitación y la consolaban.
Robert la respetaba y Mary sabía que siempre la respetaría.
             ¿Y más adelante? Tendría que contarle la verdad. A lo mejor, una vez se la hubiera contado, el conde cambiaba de parecer. Y la repudiaría. Mary no podría soportar una nueva humillación. No viniendo de Robert.
             Varias veces a la semana, Robert iba a visitarla. Mary lo recibía en el salón y era con frecuencia Sara la que se quedaba con ellos haciéndoles compañía a modo de carabina.
              Sarah le sonreía a Robert con picardía cada vez que éste entraba en el salón. El hombre se sentaba en el sofá al lado de María mientras Sarah fingía estar leyendo un libro. Pero alzaba la vista del libro sólo para verles. Lo que no sospechaba Sarah era que Robert, como al descuido, aprovechaba para mirarla en la creencia de que ésta no se daba cuenta de nada. Mary, por supuesto, ignoraba aquellas miradas que su prometido le lanzaba a su hermana. Estaba demasiado nerviosa.



            Trataba de imaginarse cómo sería compartir cama con aquel hombre. Robert no era tonto. ¿Cómo se sentiría al encontrarse en brazos de aquel hombre?
-La veo nerviosa, miss Mary-observó el conde.
-Aún no puedo creerme que quiera casarse conmigo, milord-admitió Mary-Todo esto me parece un sueño.
-No es ningún sueño, miss Mary. Es la realidad.
           De vez en cuando, Robert miraba a Sarah y se preguntaba cómo sería besarla, pero tenía que contenerse, sintiendo asco de sí mismo por albergar aquellos sentimientos hacia la mujer que iba a convertirse en su cuñada.
-¿Saben su hermana y su prima que estamos prometidos?-inquirió Mary.
-Les he escrito a ellas y a mi madre contándoselo-contestó Robert-Están sorprendidas. Es normal. No la conocen, miss Mary. Pero sé que sabrá ganarse su confianza. Es usted una mujer maravillosa. Es honrada. Buena...Dulce...Gentil...Es culta.
-No me conoce tan bien como cree. Piensa que yo soy de ese modo, señor conde.
-No diga eso. Usted vale mucho. Se lo digo en serio. ¿No me cree?
-Me cuesta trabajo creer en usted. Le ruego que me perdone.
-Quiero ser digno de usted, miss Mary. Se lo digo de corazón.
-Señor conde...
          Lord Robert cogió las manos de Mary y se las llevó a los labios para besárselas. En aquellos momentos, deseó, más que nunca, llegar a ser digno de aquella joven tan buena y tan maravillosa. Y olvidarse de una vez por todas de Sarah.

             Fue Erika la que advirtió a Sarah de que el conde no dejaba de mirarla. Fue una tarde. Sarah estaba cortando rosas en el jardín. Erika estaba detrás de ella.
            Al escuchar aquellas palabras, Sarah estuvo a punto de cortarse con las tijeras.
-¡Estás mintiendo!-acusó a la doncella.
            Sin embargo, muy a su pesar, Sarah tuvo que admitir que las palabras de Erika tenían un poso de verdad. Varias habían sido las veces en las que había alzado la vista. Y se había encontrado con que su futuro cuñado no dejaba de mirarla. ¿Por qué la miraba tanto? Aquella mirada la ponía nerviosa. Sarah se descentraba de lo que estaba haciendo.
-Su futuro cuñado es un conde-afirmó Erika-Y todo un caballero.
-Se va a casar con Mary-le recordó Sarah.
-Eso es lo que él dice. Pero yo le aseguro que no le gusta su hermana. Quien le gusta es usted, miss Sarah.
-¡Ni se te ocurra decir eso delante de alguien! ¡Es absurdo!



             Sarah se alejó de Erika con paso airado. Su doncella tenía el don de crisparle los nervios. ¿Por qué había tenido que hablarle de aquellas miradas que le dirigía Robert?
            ¿Y por qué estaba pensando precisamente en Robert?
            ¡En quien tenía que estar pensando era en Darko!
            ¿En serio iban a estar así toda la vida? Darko aparecía y desaparecía sin venir a cuento.
            Sarah luchaba por tener fe en él. Pero...
-Sabe que le estoy diciendo la verdad, miss Sarah-oyó decir a Erika en voz baja y sibilina-Nunca me equivoco cuando hago una afirmación.

2 comentarios:

  1. ¡¡Vaya!! ya me olia algo.
    Imagino que casarse con maria no es la mejor opción estando enamorado de la hermana, menuda encrucijada.
    Besines guapa

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  2. Roberto quiere casarse con María porque siente que ha fracasado en el amor y que lo mejor es dejarse de tonterías románticas y cumplir con su deber. Pero en el corazón no manda nadie. Lo malo es que se ha enamorado de una mujer que está enamorada de otro. ¿Se enterará Sara? ¿Veremos a Roberto caer rendido ante María? Te invito a que lo leas.
    Y también te invito a que conozcas a las hermanas de Roberto, Eva, Miriam y Aurora. Prometen.
    Un abrazo, Anna.

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