jueves, 27 de septiembre de 2012

CRUEL DESTINO

              Emma cerró los ojos.
              Podía sentir todavía la brisa marina en su rostro.
              Estaba en el puente al lado de Christopher. Ella se había disfrazado de chico para escapar de su libidinoso primo Edward. Y le había conocido. O, mejor dicho, había vuelto a verle. Sólo que él no la había reconocido.
              Christopher le sonrió. Y Emma creyó que el corazón se le saldría del pecho. Se enamoró de él en aquel momento.
              Y lo había amado desde aquel instante.
              Un amor que Emma sabía que no era sano. Un amor que le había hecho mucho daño. ¿Cómo podía amar a quien le había hecho tanto daño?
               Robert la rescató del lado de Christopher. Robert fue el que delató a Christopher. Estaba al tanto de sus actividades delictivas.
              De algún modo, Emma odiaba a Robert por lo que había hecho. Por su culpa, su amado Christopher estaba muerto. Pero todo el mundo le recordaba lo que él le había hecho.
             Por culpa suya, Emma estaba postrada en una silla de ruedas. ¿Cómo podía amar a un salvaje que la había maltratado de todas las maneras posibles?
             Emma sintió cómo una lágrima rodaba por su mejilla. Sabía que todos tenían razón.
             Pero ella no quería ver la verdad. Seguía permaneciendo ciega. No quería admitir que Christopher nunca la había amado. Siempre había sido una especie de juguete para él. Incluso...Perdió el hijo que esperaba por su culpa. El hijo de ambos...Sólo por eso, Emma tendría que odiarle. Pero no podía odiarle. Seguía amándole.
            Seguía amándole de un modo retorcido y absurdo.
            Emma estaba asomada a la ventana de su habitación. Desde allí, intentaba ver el mar. ¡Le parecía tan lejano! Pero estaba muy cerca de su casa.
-¿Quieres que te lea algo en voz alta?-le preguntó Margaret-Así te distraerías.
-Me duele la cabeza-respondió Emma.
-¿Por qué no busco algún paño de tela?
-¿Para qué quiero yo un paño de tela?
-Podrías bordar algún pañuelo. Se lo regalaríamos a la prometida de Robert. Quiero pensar que es una mujer decente. Y que no es como la otra. Confío en Robert. Pero no piensa con la cabeza cuando se trata de escoger esposa. No sé con lo que piensa. ¡Pero de fijo que no es con la cabeza!
-A lo mejor, ya tiene muchos pañuelos y puede que no le guste el que yo le he bordado. No, Margaret, no.
-¿Y si salimos a dar un paseo? Te distraerías. Verías gente.
-Y esa gente se compadecería de mí porque no puedo caminar.
-¡No digas eso!
-¡Es la verdad!
              La ventana de la habitación estaba abierta.
-No deberías de tomar tanto el fresco-la exhortó Margaret-Podrías resfriarte.
               Emma fingió no escucharla. Casi podía sentir sobre su cara el agua de las olas.
-No me importa-alegó la muchacha.
            Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Cada día que pasaba, de un tiempo a aquella parte, estaba furiosa consigo misma. Furiosa porque no era capaz de levantarse de aquella silla de ruedas. Era un trasto inútil, en su opinión.
-No deberías de hablar así-la aconsejó Margaret.
                Se puso de pie.
             Se acercó a Emma. Se puso de cuclillas a su lado. Le dolía ver a su prima en aquel estado. Sabía que estaba sufriendo mucho. ¡Máldita invalidez! ¿Por qué Aurora estaba condenada a no volver a caminar? Debería de haber sido cortejada. Debería de haber tenido una puesta de largo. Debería de casarse. Debería de tener hijos. Debería de disfrutar de su juventud. Debería de ser feliz.
             Ese malnacido, pensó Margaret con rabia.
             ¡Es culpa suya!
             ¿Por qué le había hecho tanto daño a Emma? ¿Por qué se había ensañado con ella?
            Y su prima seguía defendiéndole. ¿No se daba cuenta de que sus excusas nunca fueron creíbles?
            Aún le dolía la muñeca que le rompió. Sobre todo, cuando iba a cambiar el tiempo. Si movía la mano de una u otra forma, su muñeca se resentía. Incluso...Ese daño se lo debía a él.



-Sé lo que estás pensando-advirtió Emma.
-¿Y qué crees que estoy pensando?-la retó Margaret.
-Piensas que Christopher es el culpable de mi invalidez. ¡Pero no es así! Él nunca quiso tirarme por la escalera. Él...Me amaba. Me lo decía siempre. Estaba enamorado de mí. Por eso...Me salvó en varias ocasiones.
            Para hacerte daño, pensó Margaret.
-Le escribiré a Robert y le diré que busque ayuda-decidió la joven-Debe de haber en algún sitio un médico que pueda ayudarte. Y Robert lo buscará. ¡Te lo juro!
-Está demasiado ocupado pensando en casarse-se lamentó Emma.
-Nunca está ocupado cuando se trata de ti. Ya sabes lo mucho que te quiere. Eres su ojito derecho, Em. Me he acostumbrado a llamarte así. Además, es tu primer nombre. Si te soy sincera, nunca me gustó el nombre de Nicole. Demasiado pomposo...
-Lo sé.
               Una lágrima solitaria se deslizó por la mejilla de Emma. ¿Acaso existía alguna cura para ella?, se preguntó. No quería ser optimista. Pero tampoco quería hundirse en la depresión. Eso no era propio de ella.
              Debía de ser fuerte. Y debía de ser fuerte por sus hermanas y por su madre. Sufrían al verla tan triste. Emma se secó la lágrima con la mano. Miró a Margaret. Forzó una sonrisa.
-Saldremos a dar un paseo-decidió.
-¿Adónde quieres ir?-inquirió Miriam-Hace una tarde preciosa.
-Vayamos a la playa. Hace mucho que no voy por allí.
-De acuerdo.
            Margaret salió de la habitación.
          Una criada ayudaría a Emma a cambiarse de ropa para poder salir. No podía salir a la calle llevando el mismo vestido que había llevado puesto durante todo el día. Eso no estaba bien. Emma se sentía humillada cada vez que una criada entraba en su habitación para vestirla.
             Debería de vestirme yo, pensó la joven con desesperación. Debería de hacer yo misma las cosas.
             Golpeó con rabia los brazos de su silla de rueda con los ojos llenos de lágrimas. Pero no debía de llorar porque Margaret se daría cuenta de que había estado llorando y sufriría.

2 comentarios:

  1. ay que penita me ha dado la chica....
    Haber que pasa.
    Besines

    P.D referente al actor que escogiste para Darko, sinceramente no lo conozco, delito lo se, pero no he visto ninguna de sus telenovelas, y bueno, a Darko prefiero imaginarlo de otra manera, ¡con tu permiso naturalmente, ya que tu eres su creadora!
    Besotes

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  2. Puedes imaginarte a Darko como quieras. Le he puesto la cara de Eduardo Palomo porque es así como me lo imaginaba. Pero la imaginación es libre y puedes ponerle el rostro que quieras. ¡Faltaría más!
    Debes de ser de las pocas personas que escaparon de la fiebre de "Corazón salvaje". Todas las tardes, después, creo recordar, del programa de la Campos, TVE lo daba y fue todo un "boom". Cuando vino Edith González, Mónica en la serie, de visita a España, causó sensación. Y creo que, luego, lo repusieron.
    ¿Te puedes creer que servidora no ha visto ni un solo capítulo de series tan famosas como "El internado" o "Física o Química"?
    Te puedo asegurar que la vida va a ser, al final, generosa con Aurora, que se lo merece. Atenta porque este personaje tiene su historia.

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