martes, 20 de noviembre de 2012

AMORES SILENCIOSOS

Aquí tenéis el primer episodio de mi novela "Amores silenciosos". Espero que os guste. Sé que está lleno de fallos. Es normal. Más o menos, cuento cómo fue la niñez de Lucía, la protagonista.

La primera de las hermanas en nacer fue Lucía. En el momento en el que arranca nuestra historia, Lucía acababa de cumplir diecisiete años. Aún le faltaba un año para abandonar el internado. Lucía no sabía lo que iba a ser su vida a partir de aquel momento. Sabía que tendría que dejar a sus hermanas allí. Y la idea la asustaba.
Recordaba a su padre, Felipe Acebedo Pascual. Había muerto varios años antes. Las tres hermanas todavía eran unas niñas. Pero le echaban de menos. Felipe había luchado en su país, España, contra los franceses cuando éstos intentaron invadirla. Habían escuchado esa historia hasta la saciedad. Felipe había logrado ascender al rango de teniente. Todo por sus méritos en el frente. A sus hijas les gustaba escucharle contar historias de cuando peleaba en la guerra. Exageraba su manera de contar las batallas.
La familia Acebedo Gutiérrez llevaba una vida bastante cómoda. Eran bastante ricos. Vivían con lujos. A las niñas no les faltaba nunca nada. Tenían buenos juguetes. Muñecas de porcelana...Y bonitos vestidos...
La vida transcurría pacíficamente y tanto Lucía como sus hermanas disfrutaban escuchando a sus padres hablarles de su país de origen, España.
Habían oído algunos rumores entre los españoles que vivían en la ciudad acerca del porqué sus padres habían tenido que abandonar a toda prisa España en el año 1808.
Lucía recordaba vagamente aquella época. En realidad, no quería recordarla.
Recordaba el viaje en barco. ¿Adónde iban a ir? Apenas era una niña. Había oído algunos rumores acerca del final de la guerra en España. ¿Por qué no regresaban a casa?
Se hablaba de un complot. Y que su padre había tenido que ver en el asunto. Lucía y Sara no lo creían. Su padre era un héroe. Los héroes no participan en complots para acabar con el Rey. Ni a Felipe ni a su esposa, Hortensia, les gustaba hablar de aquel asunto. Habían llegado a Nueva Guinea porque creían que estaba lo suficiente lejos de España. Nadie les iba a encontrar allí. Habían crecido bien.
Felipe era comerciante. Hortensia se encargó de decorar la casa a su gusto, con objetos caros y muebles tallados con madera de roble. Incluso había un cuadro allí colgado de la condesa de Chinchón, conocida de la madre de Hortensia. Lo había pintado un pintor español llamado Francisco de Goya.
Por aquel entonces, Lucía creía que su vida transcurriría siempre igual de tranquila. Vivían en la isla de Daru, en la Provincia de Fly. En concreto, vivían en la capital de la isla de Daru, que tenía el mismo nombre. Vivían allí muy pocos españoles. De hecho, Lucía y Sara creían que ellos eran los únicos españoles que vivían en la ciudad.
Recibían pocas visitas. Lo cual Hortensia y Felipe agradecían enormemente.
Felipe se había casado con su mujer por amor. Quería mucho a sus tres hijas. Las protegía cuando las veía en una situación peligrosa. Y no se resistía a complacerlas cuando ésta querían una muñeca nueva. O un vestido nuevo...
Vivían en una casa muy grande. Con un jardín lo bastante grande como para jugar.
Algunos domingos, Sara iba con su padre a pescar al río. Lucía, en cambio, prefería quedarse en casa con su madre. Hortensia decía de su hija mayor que era toda una señorita. Mostraba interés en aprender a bordar y a tejer. En cambio, Sara prefería ir a pescar con su padre. Le gustaba correr y saltar. Su niñera se quejaba a Hortensia en el pésimo español que hablaba. Era inglesa. Intentaba enseñar su idioma a las niñas. Pero Blanca era demasiado pequeña como para entender lo que le decía. Lucía era una negada a la hora de aprender idiomas. Y Sara estaba demasiado ocupada saltando. Y corriendo.
Su niñera le decía que le recordaba a un mono. ¡Todo el día estaba subida a los árboles! A Hortensia le hacían gracia las travesuras de su hija mediana. Y lo mismo pasaba con Felipe. Lucía había salido a su madre. Sara había salido a su padre. Y la pequeña Blanca era una perfecta mezcla de ambos.
En aquella época, Nueva Guinea había sido colonizada por los ingleses. Pero Felipe había oído el rumor de que los holandeses también estaban interesados en ella.
No transmitía sus temores a sus hijas.
Las tres estaban disfrutando de una infancia feliz y sin sobresaltos. Sin embargo, Felipe ignoraba que los días felices para sus hijas estaban a punto de terminar. Y que ni él ni Hortensia las verían crecer.
  Más o menos, así sería la familia de Lucía. Los Acebedo Gutiérrez. Típica familia de clase alta...Con hijas a las que cuidar y educar.
Mañana, continuaremos.
¡Hasta mañana!

4 comentarios:

  1. Me encanta que cojas elementos de la historia, personajes con los que podemos sentirnos cercanos, y que los hayas unido para recrear todo un relato, con amor incluido, por supuesto. Te felicito y estaré a la espera de la continuación.

    Besos.

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  2. Me encanta como has introducido a esta familia y su día a día. La mención a Goya es estupenda, nos hacemos a la idea de la época en la que se ubica el relato. Me gusta mucho esta familia y Lucia va a dar mucho que hablar!!
    Espero el siguiente!!
    Un besazo!!!

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  3. Adoro escribir sobre las familias. Las relaciones que se establecen entre unos padres y sus hijos. Y entre hermanos...
    Gracias por tus palabras, Aglaia.
    Un abrazo.

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  4. La prota se llama Lucía por mi madrina, que también se llama así. Lucía va a convertirse en protagonista involuntaria de una serie de cambiarán su vida y la de sus hermanas.

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