martes, 15 de enero de 2013

FRAGMENTO DE "LA REGENTA"

Hace unos días, publiqué una entrada hablando de una de las mejores obras del siglo XIX, al menos, para mí, La Regenta, de Leopolo Alas Clarín.
Me gustaría dejaros con un fragmento de esta novela. En este fragmento, Ana, la protagonista, está paseando por el jardín de su casa. No es feliz en su matrimonio con Víctor Quintanar, mucho más mayor que ella y que no es capaz de satisfacerla en ninguno de los sentidos.
Mientras pasea por el jardín y da rienda suelta a la profunda pena que la invade, pasa por delante de la verja Álvaro Mesía, alías El Tenorio de Vetusta, Presidente del Casino y conocido en la ciudad por sus múltiples conquistas amorosos. Mesía decide que Ana, ejemplo de virtud según muchos, pasará a engrosar la lista de sus amantes.
En este fragmento, veréis lo que pasa.

Ana,lánguida,desmayada el ánimo,apoyó la cabeza en las barras frías de la gran puerta de hierro que era la entrada del Parque por la calle de Traslacerca.Así estuvo mucho tiempo,mirando las tinieblas de fuera, abstraída en su dolor, sueltas las riendas de la voluntad, como las del pensamiento que iba y venía, sin saber por dónde, a merced de impulsos de que no tenía conciencia.
Casi tocando con la frente de Ana, metida entre dos hierros,pasó un bulto por la calle solitaria pegado a la pared del Parque.
"¡Es él!", pensó la Regenta que conoció a don Álvaro, aunque la aparición fue momentánea, y retrocedió asustada. Dudaba si había pasado por la calle o por su cerebro.
Era don Álvaro, en efecto.Estaba en el teatro, pero en un entreacto se le ocurrió salir a satisfacer una curiosidad intensa que había sentido."Si por casualidad estuviese en el balcón. No estará,es casi seguro, pero ¿si estuviese?" ¿No tenía él la vida llena de felices accidentes de éste género? ¿No debía a la buena suerte,a la chance que decía don Álvaro,gran parte de sus triunfos? ¡Yo y la ocasión! Era una de sus divisas. ¡Oh! si la veía, le hablaba, le decía que sin ella ya no podía vivir, que venía a rondar su casa como un enamorado de veinte años,platónico y romántico,que se contentaba con ver por fuera aquel Paraíso. Sí,
todas estas sandeces le diría  con la elocuencia que ya se le ocurriría a su debido tiempo. El caso era que, por casualidad, estuviese en el balcón. Salió del teatro, subió por la calle de Roma, atravesó la Plaza del Pan y entró en la del Águila. Al llegar a la Plaza Nueva, se detuvo, miró desde lejos a la rinconada. No había nadie al balcón. Ya lo suponía él. No siempre salen bien las corazonadas. No importaba. Dio algunos paseos por la Plaza, desierta a tales horas. Nadie; no se asomaba ni un gato."Una vez allí ¿por qué no continuar el cerco romántico?" Se reía de sí mismo. ¡Cuántos años tenía que remontar en la historia de sus
amores para encontrar paseos de aquella índole! Al acercarse a la puerta,pegado a la pared por huir del fango, Mesía creyó sentir la corazonada verdadera, la que él llamaba así, porque era como una adivinación instantánea,una especie de doble vista.
Sus mayores triunfos de todos géneros habían venido así,con la corazonada verdadera, sintiendo él de repente, poco antes de la victoria, un valor insólito, una seguridad absoluta; latidos en las sienes, sangre en las mejillas, angustia en la garganta. Se paró. "Estaba allí la Regenta, allí en el Parque, se lo decía aquello que estaba sintiendo él. ¿Qué haría si el corazón no le engañaba? Lo de siempre en tales casos; ¡jugar el todo por el todo!Pedirla de rodallas sobre el lodo,que abriera;y si se negaba, saltar la verja, aunque era poco menos que imposible; pero, sí, la saltaría.¡Si volviera a salir la Luna!No, no saldría; la nube era inmensa y muy espesa; tardaría media hora la claridad.
Llegó a la verja; él vio a la Regenta primero que ella a él. La conoció,la adivinó antes.
-¡Es tuya!-le gritó el demonio de la seducción -; te adora, te espera.
Pero no pudo hablar,no pudo detenerse. Tuvo miedo de su víctima. La superstición vetustense respecto de la virtud de Ana la sintió en sí; aquella virtud,como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerto acaso;él huir, ¡lo que nunca había hecho!
Tenía miedo ¡la primera vez!
Siguió; dio tres, cuatro pasos más sin resolverse a volver pie atrás,por más que el demonio de la seducción le sujetaba los brazos,le atraía hacia la puerta y se burlaba con palabras de fuego al oído llamándole:"¡Cobarde, seductor de meretrices!¡Atrévete, atrévete con la verdadera virtud; ahora o nunca!"
-¡Ahora,ahora!"-gritó Mesía con el único valor grande que tenía; y ya a diez pasos de la verja volvió atrás furioso,gritando:
-¡Ana!¡Ana!
Le contestó el silencio.

2 comentarios:

  1. Ay, me ha sabido a poco, y con un final muy interesante, además. Te felicito por ser tan prolífica, me alegra ver tantas obras de diversos géneros.

    Besos.

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  2. Es una novela que no leí, me gustaría saber un poco más sobre lo que trata antes de embarcarme con ella.
    Besos.

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