sábado, 31 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Cruel destino. 
La prima del conde, Emma, es la protagonista de este fragmento. Os confieso que me gustaría poder escribir más adelante la historia de Emma y de Margaret, la hermana de Robert.
Espero que os guste.

              Aquella mañana, Emma se había despertado sintiéndose mal.
-¿Quiere que avise al médico, señorita?-le preguntó su doncella-Tiene mala cara.
-Sólo quiero estar acostada-respondió Emma-Quiero cerrar los ojos. Y quiero pensar que esto es sólo un sueño. Cuando me despierte, estaré a bordo de un barco. Estaré surcando los Siete Mares. Christopher estará a mi lado. Es mi sueño. Entonces...Me mirará. Me mirará y veré que hay amor en sus ojos. Me estará mirando con amor. Nunca me ha mirado con amor. Pero...Él me quería. Yo sé que me quería. Robert dice que no. Pero se equivoca.  
-Tiene un poco de fiebre, señorita. Será mejor que se quede acostada. Le lavaré un poco el cuerpo. El agua fría ayuda a que baje la fiebre.
-No es fiebre.
-Le sienta mal la primavera, señorita. Yo soy alérgica a las flores. Estornudo cuando hay muchas flores.
                Emma se encontraba envuelta en confortables mantas y ricas sábanas de seda, tumbada en una amplia cama con dosel y vestida con un fino camisón de seda. 
-Sólo quiero poder caminar-se lamentó la joven. 
             Sus piernas inertes eran sólo el producto de sus peores pesadillas. -¡Con lo guapa que es usted!-se lamentó la doncella mientras abría la ventana de la habitación de Emma-Lo que le ha pasado ha sido una injusticia. He oído comentarios entre la servidumbre acerca de su antigua vida-Se acercó a la jofaina y la llenó con agua de la jarra que había encima de la mesilla de noche-Me consta que ha debido de llevar una vida de lo más aventurera. 
             Emma cerró los ojos. Lo último que quería hacer era recordar su antigua vida. 
             Las marcas de los golpes de su marido habían desaparecido. 
             Pero recordaba otras cosas. Nunca había temido enfrentarse a él. Hasta que perdió el bebé que esperaba. Fue consciente de que Christopher podía matarla si así lo quería. De no ser por Robert, Emma estaría muerta. Aún recordaba cuando su marido fue a verla tras tirarla por las escaleras. 
              Christopher estaba siendo perseguido por la justicia. Una cosa era abordar barcos españoles y franceses. Y otra cosa muy distinta era intentar matar a la esposa de un aristócrata galés. La Justicia había sido muy complaciente con Christopher dada la gran influencia de la que gozaba el abuelo de éste. Pero el anciano había muerto en la ruina. 
-¡Tienes que ayudarme, Nicole!-le pidió nada más entrar sin ser anunciado en la habitación donde la joven se hacía a la idea de que no volvería a andar. 
               Lady Maredudd estaba con ella cuando Christopher entró. 
-Mi sobrina no tiene que hablar con un miserable como usted-le increpó-Lárguese antes de que los criados le echen a patadas. 
-Nicole, tienes que decirle a todo el mundo que yo no te tiré por la escalera-le rogó Christopher a la joven-Diles que fue un accidente. ¡Yo te quiero!
-¡No puedo caminar!-le increpó Emma-¡Por tu culpa, no puedo caminar! ¿Has visto lo que me has hecho? 
-Nicole, por favor, ayúdame. ¡No quiero ir a la cárcel! Ya sufrí martirio en un calabozo. ¿Te acuerdas que te lo conté? Tú no eres como Annabella. No eres como tu madre. Por el amor tan grande que me tienes. ¡Ayúdame! 
-Si viene buscando la clemencia de mi sobrina, se equivoca-intervino lady Maredudd-Ella ya ha sufrido demasiado por culpa de un hijo de perra como usted. 
-Pero...Nicole...Tú...
                Emma apartó aquellos pensamientos de su mente.
               Fue la última vez que vio a Christopher. Después de eso, su marido fue apresado. Cuando Emma presenció su ahorcamiento, Christopher estaba a punto de sufrir un ataque de pánico. Se había enfrentado en incontables ocasiones a La Muerte. Pero siempre había salido victorioso.
              Hasta aquel día...

             Mi querido primo:

             Sigo pensando que estás cometiendo un error. ¿Lo has pensado bien? 
             He estado hablando con Meg. Tu hermana está preocupada por ti. 
             Robert, querido, no quiero que vuelvas a sufrir. Te casaste con Paula porque la querías. Pero ella era una mujer demasiado ambiciosa. Nunca te amó. Y perdóname que te hable en estos términos. Conoces la verdad tan bien como yo. Mereces ser amado porque eres el mejor hombre del mundo. Me ayudaste mucho en el pasado. 
             Me sigues ayudando en estos momentos. 
            Aún estando lejos de aquí, te siento muy cerca, Robert. 
           Mi querido primo, piénsalo bien. Aún estás a tiempo de no cometer un terrible error. ¿Estás realmente enamorado de Mary Wynthrop? Si no la amas. Si ella no está enamorada de ti. Entonces, no vale la pena que sigas adelante con vuestros planes de boda. 
             Mereces amar. Y mereces también ser amado. Te lo dice alguien que no sabe lo que significa ser amada. Me doy cuenta de que Christopher nunca me amó. Y ese sentimiento me está desgarrando por dentro. Porque yo, de algún modo, lo amé. 
            Recuerdo cuando viajaba a bordo de su barco. Iba disfrazada de chico. Con mi pelo corto... No me acostumbro a llevar el pelo largo. No me acostumbro a vestir de nuevo de mujer. 
            La verdad es que vuelvo a sentirme prisionera. 
            Me siento prisionera de mis recuerdos, Robert. Me siento prisionera de esta silla de ruedas. La mujer con la que te cases, ¿tendrá paciencia para soportarme? 
           Me gustaría estar muerta ahora mismo. Pero no me quiero morir sabiendo que eres desdichado. No quiero ver cómo sufres de nuevo por amor, mi querido primo. 




                  La doncella de Emma entró en la habitación. Se encargó de cepillar el largo cabello de color castaño rojizo de la joven. Emma tenía los ojos de color topacio apagados. La doncella apartó los útiles de escritura.
-Se va a hacer daño a la vista, señorita-la regañó. 
-Sólo quería escribirle una carta a mi primo-le aseguró Emma. 
               Si cerraba los ojos, los recuerdos volvían a su mente. Eran recuerdos de una época en la que ella había sido feliz. Sentía envidia de su prima Margaret porque ella sí podía caminar. 
-Yo creo que volverá a caminar algún día-le aseguró su doncella. 
               Emma negó con la cabeza.
-Te lo ruego-le pidió a su doncella-No me mientas.
-No pierdo la fe en que llegue el día en que pueda volver a caminar, señorita.
-Ese día no llegará nunca.
               Emma escuchó el sonido de las olas. Nunca más volvería a sentir sobre su rostro las gotitas de aguas cuando le salpicaban. Nunca más volvería a correr por la arena de la playa. Nunca más volvería a sentir la brisa marina dándole de lleno en la cara. Todo eso había terminado para ella.
-No llore, señorita-le pidió su doncella.
-Lloro porque he sido una estúpida-se lamentó Emma.
              Su mente retrocedió a cuando tenía trece años. Habría sido más obediente. Podría haberse casado con Edward. Una vida a su lado sería mejor que permanecer postrada en una silla de ruedas. Y lo peor era saber que quien la había dejado en aquel estado había sido el hombre que Emma más había amado.
-No diga eso, señorita-le dijo la doncella.
-Es la verdad-insistió Emma-Creí a Christopher cuando me juró amor eterno.
-Era un canalla y un mentiroso.
-Todos los días, cuando noto que no puedo mover las piernas, lo recuerdo.
-Señorita, ese hombre no merece que llore por él. Siga con su vida. 

viernes, 30 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
Poquito a poco, nos vamos acercando al desenlace de Cruel destino. 
Estoy pensando en escribir la segunda parte de esta historia. Sería bastante más larga que la segunda parte de Berkley Manor, que, más que una segunda parte, es una especie de epílogo largo. Estoy disfrutando mucho escribiendo las historias de amor y de desamor de las hermanas Wynthrop.
El pasado de Mary sigue atormentándola e impidiéndole ser feliz. Katherine sospecha que algo raro le pasa a su hermana.

                     Encerrada en su habitación, Mary intentaba escribir una carta en la mesa de su escritorio.
                     Era una carta dirigida a Robert.
                     Tenía las manos manchadas de tinta.
                      Varias hojas de papel estaban tiradas arrugadas en el suelo. Se sentía frustrada.

                      Perdóname, Robert. Te juro que yo no quería. Te juro que me defendí con todas mis fuerzas. ¡No me odies, por favor! Bastante tengo con odiarme a mí misma. 
                     Robert...Eres el hombre más bueno que jamás he conocido. No te mereces a una mujer como yo. Mi niño no tenía la culpa de lo que me pasó. Pero...
                    No...No podía olvidar el modo en que fue concebido. 
                    


                   Amargas lágrimas rodaron por las mejillas de Mary. ¿Cómo podía sincerarse con Robert?
                   En aquel momento, Katherine entró sin llamar en la habitación de su hermana mayor. Encontró a Mary con la cabeza hundida entre sus brazos. No podía parar de llorar.
-¿Estás bien, Mary?-le preguntó mientras se acercaba a ella-¿Por qué lloras? ¿Y esos papeles? ¿Qué ocurre?
                    Katherine abrazó con cariño a su hermana. Mary no podía articular palabra. Lo único que hacía era llorar.

                    Katherine encontró a Sarah paseando por el jardín con la mirada perdida. Katherine tenía que saber lo que le estaba pasando a Mary.
                    Le contó a Sarah que había visto a la joven llorando en su habitación.
-Son los nervios por la boda-le aseguró Sarah-Nada más...
                     Katherine negó con la cabeza.
-No son los nervios por la boda-afirmó-Sospecho que se trata de otra cosa.
-Mary se va a casar con un conde-insistió Sarah-Es normal que esté nerviosa.
-Conozco bien a Mary. Siempre ha sido la más tranquila de las tres. No creo que esté nerviosa porque se vaya a casar con un conde. Es otra cosa. Tú lo sabes, ¿verdad?



                     Sarah negó con la cabeza. No podía contarle a Katherine el secreto de Mary.
                    Se lo había jurado. Sarah no rompía un juramento.
-No te lo puedo decir-susurró.
                    Katherine oyó hablar a su hermana. Odiaba que hubiera secretos entre ellas.
-¿Qué demonios le pasa a Mary?-indagó-Lo único que quiero es ayudarla. Si tú lo sabes, deberías de decirlo.
-No puedo decírtelo-se lamentó Sarah-Se lo he jurado a Mary. Es un secreto.
                  Lo último que quería Sarah era traicionar la confianza que su hermana mayor había depositado en ella.
                  Odiaba tener que estar ocultándole cosas a Katherine. Y Sarah sospechaba que Mary no se lo había contado todo.
-Le pasó algo a Mary hace algún tiempo-dijo-Algo horrible...
-¿Qué le pasó?-insistió Sarah.
-Fue en una fiesta a la que asistimos las dos. Yo...Estaba dentro. No vi nada.
-¿Y dónde estaba Mary?
-Fuera...Ella...
                 De pronto, Sarah guardó silencio.
-¿Y qué le ocurrió en esa fiesta?-insistió Katherine-Lo sabes. No trates de ocultarlo.
-Fue por mi culpa-se lamentó Sarah.
                 Se alejó del lado de Katherine. La joven no entendía nada de lo que su hermana había querido decirle. Sarah no sabía cómo iba a reaccionar su hermana menor si se lo contaba.
-¿Por qué no me lo cuentas?-inquirió Katherine-¿Qué le ocurrió a Mary? ¡Por favor! ¡Dímelo!
              Sarah se detuvo. Se giró para encararse con su hermana menor.
-Lo que le pasó fue terrible-contestó-La ha marcado profundamente. No lo superará nunca.
               Katherine no entendía nada de lo que su hermana quería decirle.
               Vio cómo Sarah se alejaba de ella.
               Le había pasado algo terrible a Mary. Sarah se culpaba de lo ocurrido. Lo que le había pasado a su hermana mayor la había marcado de manera profunda. Katherine se sentó a la sombra de un árbol. ¿Qué te ocurrió, hermana?, se preguntó así misma. Deseaba con todas sus fuerzas ayudarla. ¿Por qué no dejas que te ayude?, se inquietó Katherine.

                 Sarah encontró a Mary sentada en su cama. Tenía la mirada perdida en un punto indefinido. Sarah se plantó de pie ante ella. Le contó que Katherine estaba empezando a sospechar.
-No sé si debo de contarle la verdad-admitió Sarah-Y tampoco sé si tú has sido del todo sincera conmigo.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Mary con apenas un hilo de voz.
                 Los recuerdos se agolparon en la mente de Sarah. Recordó que Mary, tras aquella funesta fiesta, estuvo fuera durante algún tiempo. Oyó decir que iba a estar fuera durante nueve o diez meses. Sin embargo, volvió antes de cumplir su séptimo mes fuera de casa. ¿Dónde había estado metida?
-Quiero que me cuentes la verdad-le pidió Sarah a su hermana mayor.
               Mary negó con la cabeza. No podía contarle toda la verdad a Sarah. Su hermana la odiaría. Pensaría que era una asesina.
-Lo que me pasó aquella noche tuvo consecuencias-empezó a hablar Mary.
-¿Qué clase de consecuencias?-inquirió Sarah.
              Luego, entendió lo que Mary quería decirle.
-Me quedé embarazada-contestó la joven-Iba a tener un hijo de ese miserable que me violó. ¡Dios mío, qué vergüenza!
-Tengo un sobrino-murmuró Sarah. Se puso de cuclillas ante Mary-¿Dónde está?
-No llegó a nacer. Lo perdí. Tenía que irme de aquí. Acordé con una amiga que estaba casada y quería tener un hijo que yo le entregaría al bebé nada más nacer. Pero...Ni siquiera llegó a nacer. Lo perdí. Perdí el niño.
-¡Cielo Santo!
                 Sarah estaba conmocionada.
                 No era sólo la violación.
                 Mary había quedado embarazada a consecuencia de aquella violación. Había perdido el niño que esperaba. Sarah intentaba asumir lo que su hermana acababa de contarle.
                 Mary bajó la vista. No podía contarle toda la verdad a Sarah. No podía contarle que había ingerido ruda para provocarse un aborto.
                 Todavía sentía el dolor. Podía ver la sangre manchando el suelo. Y podía ver al bebé tirado en el suelo. Mary sabía que el niño estaba muerto. Ella misma lo había matado porque no se sentía capaz de traerlo al mundo. Porque sabía que, de soportar los rigores de un parto, se volvería loca. Recordaría lo que aquel miserable le hizo.
-Fue mi culpa-sollozó Mary-El niño está muerto. ¡Por mi culpa!
              Los ojos de Sarah se abrieron como platos al escuchar las palabras de su hermana. ¿Por qué Mary se culpaba así misma de la muerte de su hijo?
-¿Es sólo eso?-inquirió Sarah-El aborto que sufriste fue natural. ¿Verdad que sí? No te lo provocaste. Por favor, hermana. Dime que no te lo provocaste.
-Sarah...-balbuceó Mary-Tú no sabes lo que yo siento. Tú no sabes lo que es llevar en tu vientre a un niño que no deseas. Un niño que fue concebido de la manera más brutal.
              Su hermana ya no la escuchaba. No podía seguir escuchándola. Algo se había nublado en su mente.

miércoles, 28 de agosto de 2013

YO TENGO UN SUEÑO

Hola a todos. 
Hoy se cumple el cincuenta aniversario desde que el Reverendo Martin Luther King pronunció su famoso discurso que empezaba con esta frase Yo tengo un sueño. 
Eran los años de la segregación racial en Estados Unidos (una época muy bien reflejada en la película Criadas y señoras). 
De pie en la escalinata del Monumento a Lincoln, tras haber participado en la multitudinaria marcha conocida como La Marca por el Trabajo y la Libertad, delante de 200.000, el Reverendo King expresó en voz alta su sueño de una convivencia pacífica e igualitaria entre personas de todas las razas. 
Son los años sesenta en Estados Unidos y la gente parece despertar del letargo que los años cincuenta les sumieron. Son los años en los que se toma conciencia de la segregación racial existente en el país. Esta segregación se nota más en los Estados sureños, donde hubo una ingente cantidad de esclavos y donde parece que los sureños no se resignan a haber perdido la Guerra de Secesión. Los negros no son esclavos, pero son tratados de un modo injusto, impidiéndoles el ir a votar, no poder subirse a determinados autobuses, no poder ir a determinados locales. Aún en la práctica, tal y como se ve en la película Criadas y señoras, siguen siendo tratados como ciudadanos de segunda. 
Se han hecho grandes avances en materia de Derechos Civiles en lo relativo al derecho al sufragio universal, a ser mejor tratados. Pero aún queda mucho por hacer. Sigue habiendo demasiada injusticia. Demasiada discriminación por raza, no sólo en Estados Unidos. También en el resto del mundo. 
Quiero pensar que estamos en el buen camino. Quiero pensar que somos más tolerantes con el prójimo. Que no miramos el color de su piel, sino su corazón. Pero aún queda demasiado racismo en el mundo. Demasiada intolerencia en los corazones de las personas...Demasiado odio sin motivo alguno...
Y yo espero sinceramente que la lucha por la igualdad en todos los ámbitos no se detenga ahí. Que el discurso del Reverendo King siga latente en nuestros corazones. Que su sueño de una convivencia pacífica e igualitaria se haga realidad algún día. No pierdo la esperanza. 
En este vídeo, podréis ver y escuchar su discurso:


Viene con subtítulos en español. 

lunes, 26 de agosto de 2013

ADORNA MORIARTY

Hola a todos.
Hoy, me gustaría presentaros a uno de los personajes de mis novelas. Se trata de la protagonista de Amor profano, Adorna Moriarty.
Pronto, tendréis noticias acerca de esta historia.
Adorna es una joven inglesa que vive a principios del siglo XIX. Tiene dieciocho años. Siendo una niña, fue testigo de la terrible injusticia cometida con su querida tía Jane, la cual fue enviada a un convento tras un escándalo que protagonizó por culpa de un aristócrata.
Se trata de una joven muy bonita y cándida, pecando, en ocasiones, de inocente, pero es más inteligente de lo que los demás piensan.
Adorna sufrió mucho cuando murió su madre al cumplir ella doce años. Luego, gracias a una influyente amiga de su tía Jane, fue presentada en sociedad donde se codeó con la flor y nata de la aristocracia sólo para sentirse desilusionada y desencantada con ella. En mitad de temporada, muere su padre y su tía Jane se convierte en su tutora, al ser ella menor de edad. Adorna ha de irse a vivir con ella al convento, donde se da cuenta de que su tía, convertida ya en monja, no es feliz, ya que sigue atormentada por el recuerdo del aristócrata que arruinó su reputación.
Cuando ese mismo aristócrata aparece merodeando por el convento, la Madre Superiora decide enviar a Jane a otro convento situado en una pequeña isla situada en el norte de España, en contra de la opinión de ésta. Adorna se ve obligada a acompañarla.
Son los años de la Guerra de la Independencia en España. De la lucha contra Napoleón, en la que Inglaterra juega un papel destacado.
Mientras Jane no se acostumbra a su nuevo hogar, Adorna se siente feliz y libre en esa pequeña isla.
Al poco tiempo de llegar, un soldado francés, Henri Pierre Chasseur, aparece en el convento malherido y las monjas le cuidan. A pesar de los recelos que despierta el recién llegado en Jane, debido a que es francés, Adorna se siente atraída por él y se vuelca en cuidarle. Se hacen buenos amigos, pero ese sentimiento dará paso a otro sentimiento mucho más fuerte y más profundo.
Pero, ¿tendrá futuro su amor en un país en guerra? ¿Pueden amarse una inglesa y un francés con total libertad?
Muy pronto, lo sabréis.
Morven Christie es la actriz que interpreta a Jane Bennet en la divertida y emocionante Lost in Austen. 
A pesar de que comparte con Adorna muchos rasgos físicos, comparte con ella cierta aura de fragilidad y de dulzura que encajan a la perfección con el personaje de Adorna.

 Y aquí tenemos a Morven Christie, Jane Bennet en Lost in Austen. Para mí, ella es la perfecta Adorna.
Juzgad vosotros mismos.

sábado, 24 de agosto de 2013

DESCARGA GRATUITA DEL DESENLACE DE "A TRAVÉS DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros una noticia muy especial.
¿Os acordáis de mi relato A través del tiempo y del espacio?
Se trataba de una historia que empecé a escribir hace algún tiempo. A partir de los restos humanos hallados en la Cueva Victoria, empecé a imaginar una historia que giraba alrededor de un posible encuentro entre un macho y una hembra de homo habilis en esa cueva.
Como ya sabéis, empecé a subir hace casi un año esta historia a mi blog, pero la dejé a medias.
No quiero dejarme nada a medias. Quiero terminar todos los proyectos que tengo empezados. Me quiero tomar las cosas con calma. Quiero pensar bien cada paso que voy a dar. Y no quiero equivocarme.
Os debo un final para esta curiosa historia de ¿amor? ¿Puedo decir que se trata de amor?
Sí, es una historia de amor. Un amor que vivió sólo durante una noche, pero cuyo recuerdo permaneció toda una vida.
Los antiguos humanos no podían expresar con palabras sus sentimientos. No podían decirse te quiero. Pero no me cabe la menor duda de que se amaban. Sentían un profundo amor en su interior. Sentían con todo su ser en toda su intensidad. Se enamoraban. El amor nació con el hombre, lo mismo que el odio, la alegría y el dolor. Son sentimientos que nos acompañan desde el primer momento, desde que el hombre empezó a evolucionar como tal.
Desde el tumai hasta nosotros...Hemos amado. Hemos reído. Hemos llorado. Hemos odiado. Hemos sentido.
Yo lo veo así.
En este lugar, podéis leer gratis el desenlace de A través del tiempo y del espacio. 

http://es.calameo.com/read/002665390658e4c9c5c2d

Sólo está el desenlace. El inicio de la historia lo podéis encontrar en este blog.
No descarto poder subir algún día esta historia a mi blog, más adelante.
Y me gustaría verla algún día publicada en papel. Parece una locura, porque no es una historia de amor al uso. Sin embargo, ¡sería bonito verla en papel!
Espero que disfrutéis con esta historia de amor tan atípica en lo relativo a la época y protagonistas se refiere.
No estaré muy activa en los próximos días en blogger. Tengo preparada otra sorpresa para principios de mes.
Hace tiempo que no doy sorpresas.
Ésta, espero, será muy agradable. ¡Ya lo veréis, je, je!
Y muchas gracias a todos por estar ahí. Aunque no comentéis, veo que estáis ahí leyendo. Os lo agradezco de corazón. Y voy a procurar estar más activa en blogger. Quiero visitaros en vuestros blogs en estos días.
Perdonadme si no me he prodigado mucho.
He estado pensando mucho en estos días sobre lo que quiero hacer. He tenido unos días un poco tontos, por así decirlo. Pero estoy mucho mejor.
Ya he decidido lo que voy a hacer. Y espero no defraudaros con lo que viene ahora. ¡Lo mejor está por venir, como quien dice!
Tengo muchos planes en mente. Pero quiero ir poco a poco para ver cómo se realizan.
Os quiero muchísimo a todos vosotros.
¡Mil gracias por estar ahí!



Este homo habilis bien podría ser el macho protagonista de A través del tiempo y del espacio. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

CUANDO EL AMOR NO RAZONA (EDITADO)

Hola a todos.
Hoy, voy a subir un pequeño cuento que escribí hace algún tiempo.
En este cuento, vemos el lado más egoísta del amor. Cuando dos personas se dejan llevar por la pasión sin pensar en las consecuencias de sus actos ni en el daño que le están haciendo a otra persona.
La acción transcurre en el año 1823 a caballo entre el pueblo de Gutcher y la isla escocesa de Linga, en el archipiélago de las Shetland.
Espero que os guste.

             Lucy estaba en la Iglesia esperando la llegada de su futuro marido.
            El tiempo pasaba y Lucy se ponía nerviosa al comprobar que Gregory no llegaba.
            También se dio cuenta de que su mejor amiga, Hermione, tampoco había llegado. Lo cual era muy raro, pues Hermione iba a ser su dama de honor. Un mal presagio pasó por la mente de Lucy.
             La noche antes, a la joven le había costado trabajo conciliar el sueño. Son los nervios de la boda, le dijo su tía cuando fue a darle las buenas noches. 
              Lucy permaneció largo rato sentada en la cama. No se trataban sólo de los típicos nervios que sentía toda joven cuando se casaba. Es algo más, pensó Lucy. Era como una especie de escalofrío que recorría todo su cuerpo. Le provocaba violentos temblores. 
             Pensó en Gregory. ¿Por qué no había llegado aún? ¿Y dónde se había metido Hermione? El novio no podía faltar a su boda. Y tampoco podía faltar la dama de honor. Hermione era su dama de honor. ¿Dónde se habían metido? Lucy sintió que le faltaba el aire. 
            Cuando llegó a la Iglesia, no quiso entrar al comprobar que Gregory no había llegado.
            Oyó los murmullos de los invitados. 
-¿Qué está pasando?-se preguntó en voz alta. 
             Un escalofrío recorrió su espalda. Un sudor frío bañó su rostro. Tenía la sensación de que la peor de sus pesadillas se estaba cumpliendo. 
-No va a venir-le dijo a su tío, que era, además, su padrino.
-Se habrá retrasado por algún motivo-trató de tranquilizarla su tío.
-No, tío. Sé que Gregory no va a venir. No quiere casarse conmigo. Yo…¡He sido una tonta!
            Lucy fue llevada a rastras ante el altar. Allí, esperaría la llegada de su futuro marido. Pero Gregory no hacía acto de presencia. Como tampoco Hermione hacía acto de presencia.
            Lucy quiso morirse cuando empezó a escuchar los cuchicheos que hacían los invitados a su boda. Sabía que aquellos cuchicheos tenían que ver con la ausencia de Gregory y de Hermione. Lucy quiso calmarse y trató de ver las posibilidades. Gregory había sido víctima de algún atracador. Hermione había sufrido alguna caída. Ellos…No podían…¡No podían estar juntos!
            Los ojos de Lucy se llenaron de lágrimas.
            Por su mente pasaron imágenes de Hermione. Era su mejor amiga desde que las dos eran pequeñas.
            El día antes, en la Iglesia, durante los ensayos de la boda, Lucy se fijó en Hermione. Era una joven alta y de aire lánguido. Tenía el cabello de color rubio muy claro. Su rostro tenía forma de corazón y poseía unas facciones adorables. Le gustaba vestir a la moda. La recordaba entrando en la Iglesia con la cabeza alta y acercándose a ella.
-Has venido un poco tarde-le dijo Lucy-¿Qué te ha pasado?
-No me sentía muy bien-contestó Hermione.
            La muchacha llevaba su rubio cabello recogido en un apretado moño debajo del sombrero atado debajo de su barbilla que cubría su cabeza. Hermione no seguía los dictados de la moda. 
             Al acabar el ensayo, Lucy y Hermione salieron a dar un paseo juntas por el embarcadero. 
-No me puedo creer que mañana me case-le contó Lucy a su amiga-¿Te lo puedes creer? 
            Hermione mantenía la vista baja. En aquel momento, Lucy debió de haberse dado cuenta de que algo raro le estaba pasando a la muchacha. 
-¿No te alegras por mí?-le preguntó. 
             Hermione se limitó a asentir levemente. Lucy se preguntó si algo malo le estaba pasando. Pero no quiso hacerle ninguna pregunta. 
             Nubes oscuras tapaban el Sol. Lucy debió de pensar que aquellas nubes eran un presagio. Un presagio de lo que estaba a punto de pasar. 
            Durante meses, Lucy había vivido con un secreto temor. Que Gregory no la amaba. Que estaba enamorado de Hermione.
            Quería pensar que se trataba sólo de imaginaciones suyas. Que Gregory la amaba…Que se iba a casar con ella porque la amaba…Que jamás había sentido algo parecido hacia Hermione…Que Gregory era sólo suyo…
            Lucy nunca supo cómo pudo permanecer de pie ante el altar. Su tío se estaba poniendo nervioso. Los hermanos de Gregory también estaban nerviosos. Hablaban de ir a buscarle. Pero nadie se movía de su asiento.
            Gregory se había quedado prendado del rostro en forma de corazón y de las delicadas facciones de Hermione. La muchacha era de familia rica. La última vez que Lucy la vio, llevaba puesto un vestido de color rosa pastel. Era un vestido que había confeccionado para ella una modista de Edimburgo, según le contó. También llevaba una sencilla cadenita de oro al cuello. Lucy se movía de un lado a otro del altar. Su vestido de novia era de color blanco y de corte Imperial, por lo que le costaba trabajo poder caminar.
-¿Dónde están?-se preguntó en voz alta-¿Por qué no han venido? 
            Cuando Lucy y Hermione salían juntas, la gente no se fijaba en Lucy. Siempre se fijaba en Hermione. Incluso el día antes, durante el ensayo de la boda, todas las miradas estaban pendientes de Hermione. Al sentarse en el banco, la falda de Hermione se subió un poco y dejó entrever el inicio de sus pantorrillas. Llevaba puestas unas medias de color blanco. A Gregory se le iban los ojos tras las pantorrillas de Hermione. Lucy tuvo que regañarle varias veces durante el ensayo porque estaba más pendiente de su mejor amiga que de ella.
            Lucy había aprendido a ser coqueta para poder superar a Hermione a la hora de llamar la atención de los hombres.
            Tenía la sensación de que Hermione parecía más un ángel que un ser humano. Los hombres se acercaban a ella. Pero, al mismo tiempo, la rechazaban. No se atrevían a materializar algún tipo de relación física con la muchacha porque la veían más como un ser sobrenatural que como un ser humano. Hermione era, según ellos, intocable.
            Todo el mundo guardó silencio cuando Hermione entró en la Iglesia. Lucy jamás olvidaría el momento en el que su mejor amiga se acercó a ella. Sus pies parecía que no tocaban el suelo. En cualquier momento, pensó Lucy, le van a salir alas. Quizás eche a volar.



-Espero que todo salga bien mañana-le confesó a su amiga-Estoy muy nerviosa.
-Es normal-corroboró Hermione-Te vas a casar con el hombre al que amas. Eso no pasa todos los días.
-Te confieso que estoy un poco asustada.
-¿Por qué?
-No lo sé…Creo…Que algo va a salir mal…
-¡Bah! ¡Tonterías!
-A veces, siento a Gregory cada vez más alejado de mí. Tengo la sensación de que no me quiere. Sólo se quiere casar conmigo porque lo ha prometido.
-Gregory te ama, Lucy.
-¡Ay, Hermione! No sé ni lo que me digo. Son muchos días preparando la boda. Deseo que todo salga bien. No quiero que se cometa ningún fallo. Quiero casarme con el hombre al que amo. Y quiero ser feliz a su lado.
-Eso es lo que va a pasar mañana. Que le vas a jurar amor eterno a Gregory. Y que vais a ser los dos muy felices.
            Lucy apretó el ramo de azahar con rabia. Lo lanzó al suelo. Lanzó un grito desgarrador. Salió corriendo de la Iglesia sin querer oír a nadie.
-¡Espera, Lucy!-la llamó su tío.
            El rostro encantador de Hermione pasó por la mente de la joven. Los ojos de Lucy estaban llenos de lágrimas. No sabía dónde podían estar Hermione y Gregory. Lo único que sabía Lucy era que estaban juntos y que Gregory lo había dejado todo para estar al lado de Hermione. La había dejado a ella plantada en el altar. Porque eso era lo que había pasado. Cuando Lucy salió a la calle, su rostro estaba bañado en lágrimas. Sollozaba a gritos. Tenía el corazón hecho pedazos.
            Se dejó caer en el suelo. Contra su voluntad, su mente volvía una y otra vez atrás en el tiempo. Recordaba la época en la que conoció a Gregory.
            No había pasado tanto tiempo desde entonces. Lo había conocido a principios de aquel mismo año. Lucy había quedado prendada de él nada más verle. Se sintió la mujer más feliz del mundo cuando Gregory empezó a mostrar interés por ella. Por primera vez en su vida, Lucy había derrotado a la hermosa Hermione.
            Lo que ella ignoraba era que no la había derrotado de verdad.
            Pero eso todavía no lo sabía ella. 
            Lucy apenas veía por dónde caminaba. Las lágrimas le impedían ver lo que había a su alrededor. Las gentes...Los edificios...Todo carecía de sentido para ella. Sentía un fuerte dolor dentro de su pecho. 



                 La barca llevaba a Gregory y a Hermione hasta la isla de Linga. 
-¿Hemos hecho bien?-le preguntó la joven a Gregory-Dime que hemos hecho bien. 
                Viajaban sentados en la barca. Se abrazaban con fuerza. 
                Ninguno de los dos terminaba de creerse lo que acababan de hacer. 
                Gregory había luchado por amar a Lucy. Había intentado ser el mejor de los novios sólo por ella. 
                Sin embargo, no podía negarse así mismo lo que sentía en realidad. Estaba enamorado de Hermione desde la primera vez que la vio, meses antes. 
                Su matrimonio con Lucy habría sido un error. Le habría terminado haciendo daño. Y eso era lo último que deseaba. Sin embargo, era consciente de que le había hecho también daño con su acción. La había abandonado el día de su boda. 
-No lo sé-respondió Gregory. 
              Apretó a Hermione contra su cuerpo. 
-Nos odiará-se lamentó la muchacha-Nunca nos perdonará por lo que le hemos hecho. No sé porqué te he hecho caso. Le he roto el corazón a mi mejor amiga. 
-Perdóname-se disculpó Gregory-Perdóname, amor mío. 
              Hermione rompió a llorar y ocultó su rostro en el hombro de Gregory. 
-Te amo-susurró la joven. 
                Cinco veces se habían encontrado a escondidas en los últimos meses. Cinco veces en las que se habían besado. Cinco veces en las que habían hablado de sus sentimientos. Todas aquellas veces habían sido en la isla de Linga. La familia de Gregory poseía una pequeña casita allí. Al entablar relación Gregory con Lucy, ésta había ido a visitarle en compañía de Hermione y de sus padres. 
              Cinco besos dados a escondidas...
              


                  Eran encuentros clandestinos en mitad de la noche, a la orilla de la playa. Encuentros a los que solían acudir con el corazón en un puño. En cualquier momento, Lucy o los padres de Hermione o los hermanos de Gregory podían aparecer por allí. Y les verían juntos. Encuentros apenas fugaces en los que hablaban de sus sentimientos. No podían seguir ocultando por más tiempo lo que anidaban en sus corazones. Gregory se debatía entre el amor que sentía por Hermione y su lealtad a Lucy. Se encontraba en una difícil encrucijada. Hermione pensaba en abandonar Escocia y partir rumbo a Inglaterra, donde vivía aún su abuela. Quería apartarse de Gregory. Quería que Lucy fuera feliz a su lado. 
              Pero el joven no estaba dispuesto a perderla. 
               En su sexto encuentro en la isla de Linga, días antes de la boda, una noche, en la playa, Gregory fue muy sincero con Hermione. 
-Huye conmigo-le propuso. 
-¿Te has vuelto loco?-se escandalizó Hermione. 
-Empecemos una nueva vida. 
-¿Y qué pasa con Lucy?
-Ruego a Dios que nos perdone. Que me perdone. 
               Besó apasionadamente a Hermione. Y las dudas huyeron de la mente de la joven con aquel beso. Tampoco ella podía renunciar a Gregory. 
                  Se besaron por última vez antes de volver a la casa de la familia de Gregory. 
                  Tres días antes de la boda, volvieron a verse. Era la última noche que pasaban en la isla de Linga. Al día siguiente, regresarían a Gutcher para tenerlo todo preparado. La boda estaba cada vez más cerca. Hermione tenía dudas. 
-Todo saldrá bien-le aseguró Gregory. 
-Le estamos haciendo daño a Lucy-se lamentó Hermione. 
-Eso es lo que más me duele. Ella es demasiado buena. No se lo merece. 
                 Y, entonces, pasó. 
                 Tanto Gregory como Hermione habían sido vírgenes hasta aquella noche. Cayeron desnudos sobre la arena de la playa. Oían el susurro de las olas. Estaban solos. 
                  No podían dejar de besarse. Se abrazaban con fuerza. Las manos de Gregory acariciaron el cuerpo de Hermione. Sus labios recorrieron cada milímetro de la piel de la muchacha. Ella también acarició con sus manos el cuerpo de Gregory. 
                  Se besaron muchas veces. Gregory lamió cada centímetro del cuerpo de Hermione. Chupaba. Lamía. Tocaba. Besaba. Admiraba aquel cuerpo esbelto. No podía dejar de tocarla. Los besos que se dieron fueron más apasionados. 
                  Y, entonces, el cuerpo de Gregory invadió el cuerpo de Hermione. 
                   Despertó abrazada a él. En aquel momento, no quiso pensar en nada. No quiso pensar en que había traicionado a Lucy. Se pusieron de pie. Se vistieron en silencio. Y regresaron a casa.  
-Te espero en el embarcadero-le dijo el joven antes de entrar.
-Allí estaré-le prometió Hermione-Y te estaré esperando si no has venido. 
-Estaré allí también.  
                  Al llegar a la isla, Gregory alzó a Hermione en brazos. Parecía un recién casado que llevaba en brazos a su recién estrenada esposa. 
-Hemos llegado-le informó. 
              Besó a Hermione. 
               Llevándola en volandas entre sus brazos, entraron en la casa. 
               La condujo hasta el salón. Le ofreció algo de beber. Ella aceptó una copa de vino. Él se sirvió otra copa de vino. 
-Hay muy poca gente viviendo en esta isla-le comentó Gregory-Y hay pocos criados en la casa. No se habrán dado cuenta de que hemos llegado. 
               Tomaron asiento en el sofá. 
-¿Cómo estará Lucy?-se preguntó Hermione en voz alta-Deberíamos de escribirle. Interesarnos por ella. 
-Le escribiré una carta a mi hermano Bennet-decidió Gregory-Era uno de los pocos que intuía que no debía de casarme con Lucy. Sabremos de ella a través de él. 
-Estará destrozada. ¡Y habrá sido por nuestra culpa!
-Quiero pensar que le hemos ahorrado mucho sufrimiento futuro. Pero mi conciencia me dice que me he portado como un canalla. Aunque mi corazón diga lo contrario. 
-¿Qué te dice tu corazón? 
               Gregory bebió un sorbo de su copa de vino. 
-Mi corazón dice que no podía perderte-le contestó. 
               Los ojos de Hermione se llenaron de lágrimas. Había llorado al ver a Gregory en el embarcadero. Vestido de novio...Ella llevaba puesto el vestido que se había comprado para la boda. No podría mirarse en un espejo durante mucho tiempo. Recordaría lo que le había hecho a Lucy. Pero...Era egoísta. Amaba a Gregory más que a nada en el mundo. 
               Y Gregory amaba a Hermione con toda su alma. Le cogió las manos y se las llevó a los labios. 



                    La criada se sorprendió al ver a Gregory en compañía de Hermione. Había dado por sentado que estaría en la Iglesia de Gutcher casándose con la señorita Lucy. 
-Haznos un favor-le pidió Gregory-Prepáranos la cena. Tenemos hambre. 
-Sí, señor-contestó la criada. 
              La cena no tardó mucho en ser servida. Se sirvió partan bree para cenar. El sabor amargo de la nata le recordó a Hermione lo que acababa de hacer. 
-No veo que tengas mucha hambre-le comentó a Gregory-Te pasa lo mismo que a mí. 
             El joven contemplaba casi con asco el plato que tenía delante de sí lleno de arroz y de marisco. De vez en cuando, metía el tenedor en el plato. Se llevaba un poco de marisco a la boca. 
-Son los remordimientos-admitió-Pero pasarán. 
-Aún estamos a tiempo de volver-dijo Hermione-No quiero que hagas algo de lo que acabarías arrepintiéndote. No quiero que me odies. 
-Nunca te odiaría, Hermey. Jamás podría odiarte cuando te amo tanto. 
              Los remordimientos pasarían, pensó Gregory. Pero no se borraría jamás lo que ellos acababan de hacer. ¿Tenían derecho a ser felices?, se preguntó. No podía perder a Hermione. Sería casi como perder la vida. Su lado egoísta le decía que había hecho lo correcto. Su corazón era egoísta. Había sacrificado a Lucy por su propia felicidad. Su familia le repudiaría por lo que había hecho. Pero era consciente de que, por fin, tenía a Hermione a su lado. 
-¡Ojala pueda borrar este día de mi memoria!-se sinceró Hermione-Cuando cierre los ojos, veré a Lucy. La veré vestida de novia. 
-No sigas hablando, por favor-le imploró Gregory. 
-Somos dos malditos egoístas. 
                  Aquella noche, se acostaron desnudos sobre la cama de Gregory. Él le susurró al oído de Hermione palabras cargadas de amor. 
-Nunca te abandonaré-le prometió. 
                 Decía la verdad al hablar así. 
                  Hermione quería olvidar lo ocurrido aquel día. 
-Te amo-le dijo Gregory-Y siempre te amaré. 
                  Sus labios se encontraron en un beso cargado de pasión. Se besaron muchas veces. Hermione sintió cómo los labios de Gregory recorrían sus pechos. Cómo sus labios recorrían su vientre. La quería ayudar a olvidar. Y él también quería olvidar. 
                 Fue un acto cargado de tristeza por el recuerdo de Lucy. Sabían que sus vidas no serían las mismas a partir de aquel día. Tendrían que vivir con el recuerdo de su traición. De lo que le habían hecho a Lucy. Sabiendo que ella, en aquellos momentos, estaría llorando la traición de su amado. 
                  Los dedos de Gregory acariciaron la piel de Hermione. Se deleitaban con su suavidad. 
                  Y, entonces, se fundieron en un sólo ser. 
                  Al acabar, se quedaron mirando al techo. Felices de estar juntos.
-Todo irá bien-le prometió Gregory a Hermione. 
-¿Me lo juras?-le preguntó la joven. 
-Te lo juro. 
                  Y se fundieron en un largo y apasionado beso. 


FIN


martes, 20 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
El fragmento de hoy está centrado en el romance entre Darko y Sarah. Vemos que su relación ya no es tan perfecta ni tan maravillosa como lo era.

                  Sarah se miró en el espejo de su habitación.
                  Su piel era blanca como la leche. Le gustaba mucho su cabello de color negro con un tono casi azulado. Sus ojos eran de color aguamarina.
                 Disfrutaba de cada uno de los besos que Darko le daba.
                 Se sentó en su cama. ¿Por qué sentía aquel vacío en su interior? A veces, tenía la sensación de que Darko estaba cada vez más alejado de ella. Y Sarah, a su vez, se sentía cada vez más alejada de él. ¿Cómo había llegado a aquella situación?
                Ni siquiera ella misma lo sabía.
                En aquel momento, Katherine entró en su habitación. Se la veía alegre y contenta. Venía del círculo de menhires. Había pasado un buen rato con Stephen. Tenía los labios hinchados por los besos que se habían dado. Sarah se alegró de ver a su hermana tan feliz.
-¡Hola, Sarah!-la saludó muy contenta Katherine.
-¡Hola!-le devolvió el saludo casi sin ganas la aludida.
              Katherine se colocó delante de ella.
-¿Qué te pasa?-le preguntó-¿Por qué tienes esa cara?
             Sarah volvió a mirarse en el espejo. Tenía un rostro triste. No era el rostro de una mujer que estaba enamorada.
             Se puso tensa.
-Estaba pensando en tonterías-respondió Sarah.
-¿Ha ocurrido algo entre Darko y tú?-inquirió Katherine.
-Todo va bien.
-¿Lo dices en serio? Sarah, te conozco bien. Espero que no hayas cometido una locura. ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo.
-No ha pasado nada.
            Y era verdad que no había pasado nada.
             La otra noche, en la playa, Sarah había estado a punto de rendirse a los besos que le había dado Darko. Él se había portado como todo un caballero. La había respetado.
             Después de eso...Se había producido un cierto distanciamiento entre ellos.
-Y ése es el problema-se sinceró Sarah-No ha pasado nada entre Darko y yo. La pasión que había entre nosotros estuvo a punto de prender. Pero no llegó a consumarse. Y me temo que se ha apagado.
              Katherine abrazó a su hermana.



              Le daba pena pensar que Sarah no era feliz.
              Sarah agradeció el poder contar con Katherine. Se sentía mejor después de haber sacado fuera todo lo que llevaba dentro.
               Pero necesitaba ser aconsejada.
-Dime una cosa-le pidió Katherine-¿Estás enamorada de Darko?
-¡Por supuesto que sí!-contestó Sarah con ímpetu.
-¿Lo amas de verdad? ¿O sólo ves en él una encarnación de tus sueños románticos? Sarah, siempre has soñado con vivir una de esas historias de amor que se viven en los libros que lees. Y Darko se parece a esos protagonistas que te hacen suspirar. El amor es una lucha constante por ser feliz. El amor necesita ser cultivado. No vive sólo de grandes aventuras. Antes o después, llega la rutina. ¿Y qué pasa cuando llega la rutina? En la vida real, no existen esos grandes villanos que aparecen en los libros que tú lees.
-Lo sé. Pero...
-Tienes que mirar en tu interior. Tienes que ver si estás enamorada de ese hombre. O si se trata de una mera ilusión.
             Sarah maldijo a su hermana para sus adentros. En su fuero interno, sabía que Katherine tenía razón. Debía de mirar en su interior. Necesitaba aclarar de una vez por todas lo que sentía por Darko. Había creído que se trataba de amor verdadero.
-¿Y si no le amo realmente?-se preguntó Sarah.

                Mary y Robert tomaron asiento en un banco del parque.
-Me alegro de que hayas accedido a salir conmigo-le aseguró el conde a Mary-Tenemos que vernos con más frecuencia a partir de ahora.
-¿Para planear la boda?-inquirió la joven.
-No sólo por la boda...Para estar juntos.
-Yo...Me siento como una idiota. No me he portado bien con usted. Bueno...Contigo...En estos últimos días...
-Son los nervios típicos por la boda. No pasa nada.
              Robert admiró el perfil de Mary. Llevaba su cabello rojo recogido en un moño. Una capa negra cubría sus hombros y su cabeza. Sus hermosos ojos de color verde esmeralda parecían estar apagados. Posee una belleza trágica, pensó Robert. Los poetas habrían definido de aquel modo a su prometida.



                 Le cogió la mano y se la llevó a los labios para besársela.
-Robert, lo que más miedo me da es decepcionarte-se sinceró Mary-No quiero que pienses que soy una perdida. O que soy mala.
-¡Por Dios, Mary!-exclamó el conde-Jamás pensaría así de ti. Tienes veintiocho años. En ocasiones, la gente se equivoca. Todos cometemos errores. No soy quién para juzgarte.
-No se trata de eso.
               Robert atrajo a Mary hacia sí. Le envolvió en un tierno abrazo. La besó en la frente. La mantuvo abrazada durante un buen rato. Quería saber lo que pasaba por su mente. Poder llegar hasta ella. Al separarse, acunó entre sus manos el rostro de Mary.
-Te quiero mucho-le aseguró.
               La besó con dulzura en los labios.
              Se separaron.
-Eres muy bueno conmigo-afirmó Mary.
-Haces que quiera ser mejor persona-le aseguró Robert.
              Le acarició las mejillas con la yema de los dedos. No entendía el porqué de la actitud de Mary. Y deseaba saber más cosas de ella. Pero su prometida parecía estar cerrada en banda.

domingo, 18 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
La protagonista de este fragmento es Mary, quien sigue con sus miedos.
Los siguientes fragmentos van a estar centrados en el personaje de Mary. Veremos cómo evoluciona su relación con Robert.
¿Surgirá el amor entre ellos?
¡Vamos a descubrirlo!

                    Sentada en el sillón del salón, Mary escuchaba atentamente los consejos que le estaba dando su madre. Mistress Wynthrop no paraba de parlotear acerca de lo magnífica que iba a ser aquella boda y de que su primogénita estaría guapísima con su vestido de novia.
-Madre, aún no me voy a casar-le recordó Mary, interrumpiendo a su progenitora.
            Mistress Wynthrop la ignoró.
-Vas a casarte con uno de los mejores partidos del país, querida-le recordó-Hay que hacer planes con antelación. ¿O es que quieres que tu boda sea un desastre? Yo quiero ayudar en la medida de lo posible.
-Le agradezco sus desvelos-afirmó Mary-No sé qué pensar. Tengo la sensación de que lo que está pasando no es real. Que estoy soñando.
-¡Estás haciendo el sueño de esas tontas jovencitas, hija mía! ¡Casarte con el conde de Maredudd!
             Mistress Wynthrop se encontraba sentada a la mesa. Se había ofrecido a confeccionar una lista de invitados. Por parte de la familia, acudirían pocas personas. Pero iban a acudir muchas personas por parte del conde.
-¡A lo mejor, viene el Rey!-se emocionó la mujer.
              Mary se puso de pie. Estaba cansada de escuchar los grititos de su madre cada vez que pensaba en un invitado a su boda. Lo único que quería en aquellos momentos era estar sola.
-¿Adónde vas?-le preguntó la señora Wynthrop.
              Mary optó por no responder. Salió por la puerta delantera al jardín. Agradeció el poder encontrarse a solas. Si alguien volvía a mencionar una sola palabra acerca de la boda, se pondría a gritar.
              No llevaba puesta encima la capa. Aún así, Mary empezó a caminar. Abandonó el jardín de su casa. Sus pasos la llevaron hasta el faro.
            Había empezado a funcionar tan sólo trece años antes. De noche, desde la ventana de su habitación, Mary veía cómo el faro iluminaba toda la costa. Orientaba a los barcos que parecían perdidos en alta mar.
             Eso era lo que Mary más necesitaba. Luz para su vida...Orientarse. Que alguien le dijera lo que tenía que hacer. Saber si estaba haciendo lo correcto.

 

                  Permaneció frente al faro durante un buen rato. Lo último que quería Mary era regresar a su casa.
                 Le hablarían de la boda. Y ella no quería casarse con el conde. No sólo era porque no estaba enamorada de él.
                 Sus atenciones la habían halagado. Se había divertido coqueteando con él. Se había portado de una manera impropia en ella.
                Pero otra cosa muy distinta era casarse con él. Tenía que admitir que Robert le gustaba muchísimo. Pero ella no era la mujer que más le convenía. No sólo era por lo que le había pasado. Era lo que había hecho. Los ojos de Mary se llenaron de lágrimas al recordar lo ocurrido. Ella había sido víctima del peor de los ultrajes.
                Sin embargo, lo que había hecho la convertía en poco menos que en una asesina.
                Vivía con aquel recuerdo. La imagen de aquel ser diminuto en el suelo la atormentaba día y noche. Mary casi podía jurar que se movía.
             


                 No se dio cuenta de que estaba llorando. Las lágrimas corrían de manera abundante por sus mejillas.
                 Sintió un doloroso pinchazo dentro de su pecho. El sentimiento de culpa la perseguía a todas horas.
                Llevaba demasiado tiempo luchando contra los recuerdos que la atormentaban. Y Mary sentía que estaba a punto de perder la guerra. Se dejó caer de rodillas en el suelo. Dio rienda suelta a su llanto. Necesitaba desahogarse. Sacar fuera todo el dolor que llevaba dentro.

sábado, 17 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
No me olvido de Cruel destino. 
Siempre digo que estoy muy liada. Es verdad. Tengo muchos archivos guardados en el ordenador fragmentos sueltos y también tengo varias historias sin pulir.
Un día, os contaré una anécdota que me ocurrió con el ordenador. Fue antes del asqueroso virus que se me metió el año pasado. ¡Estuve a punto de volverme loca!
He encontrado algo de tiempo entre archivos y la limpieza para poder subir un nuevo trozo de Cruel destino. Nos vamos hasta la isla de Church, en Gales, donde vive la familia del conde de Maredudd.

-¿Se ha vuelto loco?-exclamó Emma cuando Margaret terminó de leerle la carta que había recibido de Robert.
-No se ha vuelto loco, querida prima-observó Margaret-Se va a casar.
            Se encontraban en el jardín de la mansión de la familia.
             Emma le dio a las ruedas de su silla para acercarse más a Margaret, que estaba de pie.
-¡No puede casarse con esa joven!-afirmó Emma-No está enamorado de ella. Él mismo lo admite.
-Dice que será una perfecta condesa-dijo Margaret.
-¿Y qué importa si es una perfecta condesa?
-Mi hermano no quiere repetir el error que cometió con Paula. Piensa que, si se casa por amor, volverá a sufrir. No está enamorado de miss Wynthrop. Pero dice que la va a querer y la va a respetar.
-Se puede querer a una persona de mil maneras distintas, Meg.
             Su prima se quedó en silencio.
             Emma movió la cabeza con gesto exasperado.
-Madre tiene que saberlo-anunció Margaret.
              Emma tenía el ceño fruncido. De nada le había servido darle a Robert buenos consejos. Seguía empeñado en seguir adelante con aquella demencial boda.
-Acabará sufriendo mucho-auguró Emma-Y no quiero ver cómo sufre.
               Margaret suspiró.




               Pensó que su prima tenía razón.
-Es su decisión y tenemos que respetarla-le recordó-Otra cosa es que nos alegremos de que vaya a destrozar de nuevo su vida. Por fin...Empezaba a superar la muerte de esa zorra de Paula.
               Emma alzó la vista al cielo. Vio pasar una gaviota volando. Ella también estaba empezando a superar la muerte de Christopher. Pero no buscaba a un hombre con el que casarse sólo para olvidarle.
              Quería que Robert fuera feliz.
              Sin embargo, su primo estaba sacrificando su felicidad buscando olvidar a su primera esposa.
-Más sufrió en su matrimonio con Paula-admitió Margaret-Él mismo lo admite.
-Debe de buscar otra clase de mujer-le sugirió Emma-Una mujer que lo quiera de verdad. Y que, a su vez, también lo quiera a él.
              Margaret pensó que Emma tenía razón. Sin embargo, tenían que ser realistas. Paula se había casado con Robert por su título y por su fortuna.
             Nunca había estado enamorado de él. Y Robert buscaba ser amado por lo que era. Mary Wynthrop no era ninguna arribista. Nunca había perseguido ningún buen partido. Tenía una dote bastante elevada.
              Y, por lo que se sabía, Robert la quería. Pero se trataba de un sentimiento más bien pausado. No tenía nada que ver con aquel loco deseo que le había llevado a casarse con Paula en contra de la opinión de todos. Mary parecía ser una buena mujer. Tanto Emma como Margaret deseaban que Robert fuera feliz. Pero no sería feliz si no se casaba por amor. Si no amaba. Si no era correspondido.
               Margaret se inclinó sobre Emma y la besó en las mejillas.
-Sólo deseo que mi hermano sea feliz-le confesó.
-Fue muy desdichado con Paula-dijo Emma.
-Por lo menos, Paula sólo le rompió el corazón.
-Prima...Te lo ruego. No me hables de Christopher. Él está muerto. Me hace daño escuchar su nombre.
-Lo siento.
-Él formará para siempre parte de mi vida. Por mucho que me duela.
           Emma sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
-Perdóname, prima-se disculpó Margaret-Te hace daño hablar del pasado. Soy una tonta por mencionártelo. Ese miserable nunca te mereció.
-Sé que no era tu intención hacerme daño-afirmó Emma. Le cogió la mano. Se la besó con cariño-La culpa fue mía. Fui una loca por haberme fugado de la casa de mis tíos. A veces, pienso que Edward no era tan malo. Pude haber hecho un esfuerzo por entenderme mejor con ellos. Por haber intentado llevarme bien con Edward. A lo mejor, nuestro matrimonio no habría sido un fracaso.
-O habrías terminado muerta-replicó Margaret-Tu primo Edward estaba cortado por el mismo patrón que ese canalla de Christopher. Lo que pasa era que Edward no disimulaba su maldad. En cambio, Christopher la disfrazaba de honorabilidad. De venganza contra tu madre...Mi tía era una zorra. Pero tú no eras igual que ella. Christopher lo sabía.
              Emma estaba cansada de pensar en que ella no se parecía en nada a su madre. Pero sólo conseguía tener un fuerte dolor de cabeza.
              Margaret se inclinó sobre ella y la besó en la frente. Le acarició con dulzura el pelo.
-Voy dentro-le avisó-Le contaré a madre que hemos recibido una carta de Robert. Espero que no se desmaye del susto.
-No lo hará-sonrió Emma.
               Margaret se metió dentro de casa.



               Emma agradeció el haberse quedado sola.
               No quería pensar en el desastre que era su vida. ¡Y, encima, Robert se empeñaba en destrozar la suya!
               Golpeó con rabia el brazo de su silla de ruedas. ¡Cómo odiaba estar postrada en ella!
               Luchó contra las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos. Margaret tenía razón, pensó. Christopher y Edward estaban cortados por el mismo patrón. ¡Pero Robert no era así! Robert era un hombre maravilloso. Se parecía demasiado a Allen. En aquel momento, Emma echó más que nunca de menos a su viejo amigo.

viernes, 16 de agosto de 2013

NOTICIAS ACERCA DE "A TRAVÉS DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO"

Hola a todos.
¿Os acordáis de un relato gordo que empecé a subir a este blog? Se llamaba A través del tiempo y del espacio. 
En la Cueva Victoria, en el Cabezo de San Ginés, de Cartagena, se encontraron restos humanos. Pertenecían a homo habilis. Se cree que el homo habilis fue el primer habitante que tuvo la Sierra.
A partir de eso, creé un relato ficticio sobre un posible encuentro entre un macho y una hembra de homo habilis en el interior de la Cueva Victoria.
Era una historia distinta. Transcurría en la Prehistoria.
Empecé a subirlo a este blog, pero lo dejé a la mitad.
Pronto, tendréis noticias acerca de esta historia. Estoy intentando terminar las historias que tengo. No puedo soportar tener historias a mitad. Creo que no es justo.
He podido terminar A través del tiempo y del espacio a ratitos en este tiempo.
Muy pronto, os daré una sorpresa con ella. Espero poder dárosla en los próximos días. Y espero que os guste.
De momento, no puedo decir nada más.
Pero estaréis al tanto.



La Cueva Victoria, en el Cabezo de San Ginés. Lugar donde transcurrirá un encuentro que cambiará para siempre las vidas de un macho y de una hembra de homo habilis.

jueves, 15 de agosto de 2013

UN CUENTO CORTO: CONOCIENDO A VARIA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir este cuento con vosotros. Es muy corto. Tiene un final muy abierto. Transcurre en la ciudad de Melbourne, en Australia, durante la década de 1960.
Espero que os guste.
Se llama Conociendo a Varia. 

        Era su día libre. 
        Le gustaba pasarlo sola encerrada en su casa. Daba cuenta de una botella de vino. Y ponía el tocadiscos. Nadie iba a molestarla. De hecho, tenía descolgado el teléfono.     
         La música lo envolvió todo. Escuchó la voz de John Lennon cantando. Empezó a bailar. Estaba descalza. Se movía al ritmo de la alegre música. All you need is love. 
        Varia Monroe todavía creía en el amor. Pese a que le habían destrozado el corazón…Pese a que su marido le había sido infiel en muchas ocasiones…Pese a que nunca había sido feliz en su matrimonio…Pese a que lo mejor que pudo haber hecho su marido por ella fue morirse…A pesar de todo…
         Todavía creía en el amor.
         Era una romántica. Todo el mundo se lo decía. Era una romántica incurable…
         Su pelo era de color rubio. Sus ojos eran de color violeta. Solía llevar su pelo recogido en una coleta. No era la clase de mujer que solía pasar desapercibida. Vestía a la moda. Era muy atractiva. 
         Tenía treinta años. ¿No había llegado la hora de que madurase un poco? Era viuda… No tenía hijos…Pero era la hermana de un prestigioso editor de la ciudad. Podía dedicarse de lleno al negocio en el que trabajaba su hermano. No tenía que estar todo el día soñando despierta.
         Ya era mayorcita para hacer esas cosas.
         A Varia no le importaba mucho la opinión de la gente. Si tuviera que vivir con lo que los demás decían de ella…Entonces no saldría nunca de su casa…No le hacía daño a nadie…Tenía treinta años…Bueno…¿Y qué? ¿Acaso era un delito ser una soñadora de treinta años? Varia tenía un buen trabajo, ya que poseía un conocido restaurante. El local se encontraba en pleno centro de la ciudad y acudía, en ocasiones, toda la élite del país a cenar allí. Varia abrió el restaurante al poco tiempo de morir su marido en un accidente de coche con el fin de intentar distraerse y olvidar el hecho de que su matrimonio fue desde el primer momento un rotundo fracaso y el hecho de que no había tenido hijos, aunque la culpa no fue suya, sino de su marido, que era estéril, lo cual la consolaba dentro de lo que cabía porque no se atormentaba pensando que su marido había llenado el país de hijos bastardos.
         El hermano de Varia, Harry, veía con muy malos ojos que su hermana viviese sola. ¿Es que no tenía una familia? Su padre había muerto años atrás, cuando Harry era un adolescente y Varia era una niña pequeña. Pero su madre todavía vivía. Y también vivía su abuela. Harry estaba casado. Era la segunda vez que se casaba después de que su esposa lo abandonase por otro…Y este matrimonio no iba del todo bien…Varia estaba al tanto de las infidelidades de su hermano. Se había casado con su secretaria a la que había seducido para que no renunciase a su puesto de trabajo, cansada de sus desprecios. La joven, de familia muy humilde, sucumbió a los encantos de su jefe. Quería triunfar dentro del ámbito editorial, estaba cansada de ser una solterona y no tenía escrúpulos a la hora de acostarse con su jefe. Pero el matrimonio fue un fracaso desde el primer momento. Varia los culpaba a ambos. Sobre todo, a Harry. No era capaz de hacer feliz a ninguna mujer. 
         Su hermano no servía para el matrimonio. Lo dijo la primera vez que se casó y lo repitió cuando se casó por segunda vez.
         Varia no necesitaba los favores de nadie para prosperar en la vida. Tenía un trabajo que le gustaba. Ganaba dinero. Los inicios habían sido muy duros, pero había logrado salir a flote ella sola. Preparando toda clase de platos y satisfaciendo los paladares más selectos, Varia había descubierto que no necesitaba a nadie para poder triunfar en la vida y, de paso, ser feliz.
          Se bastaba así misma para salir adelante. Ya no era ninguna jovencita. Se había dejado engatusar por el primer hombre que la había besado. Y había pagado aquel error con un matrimonio que fue un desastre. 
         No había guardado el celibato desde que se quedó viuda, sino que se dedicó a ir de amante en amante. Muchas mujeres de aquella época se habían desinhibido y Varia no iba a ser menos que nadie. Pero soñaba con encontrar el verdadero amor. El sexo estaba bien…A Varia le gustaba el sexo…¡Alguna ventaja tenía que tener el haber estado casada con un mujeriego impenitente! Pero no había llegado virgen al matrimonio. Antes de yacer con su marido, Varia se había acostado con unos cuantos hombres. Su hermano le echaba en cara aquel tipo de comportamiento. Pero se callaba en cuanto Varia le echaba en cara las múltiples aventuras amorosas que había tenido durante su primer matrimonio, después de éste y, ahora, durante el segundo. La primera esposa de Harry lo abandonó cansada de sus infidelidades. Pero, antes, le puso los cuernos de manera pública con el brazo derecho teniente de Alcalde de la ciudad. Fue una humillación para Harry. Su ego quedó herido de manera irremediable. Varia entendió las razones que habían movido a su cuñada a obrar de aquel modo. 
         Varia había encontrado un nuevo amante en la figura de un compañero de trabajo de Harry, un divorciado sin hijos llamado Richard. Ella tampoco tenía hijos. Desde que éste iniciase su relación con Varia, su relación con Harry había ido a peor. No se soportaban desde la primera vez que se vieron, hacía unos pocos años. Richard era el amante de Varia. Y se lo restregaba a Harry cada vez que se veían. Claro que…Antes se había restregado con Varia…
         Harry sabía que Richard iba todos los días a comer y a cenar al restaurante que regentaba con gran éxito Varia. ¿Es que su hermana era tonta o qué?, se preguntaba Harry. ¿Cómo podía acostarse con alguien que trabajaba con él? ¡Y, encima, se acostaba con Richard! ¡Con Richard! ¡El tipo más imbécil de todo Melbourne!
         Desde que perdiese la virginidad a la edad de catorce años, Varia se había acostado con bastantes hombres. Hubo un periodo de tiempo en el que su actividad sexual se redujo a una sola persona. Su marido. Varia creía haber encontrado al amor de su vida. Pero se equivocó. Varia utilizaba el sexo para encontrar el amor. Cuando su marido falleció, Varia le guardó luto durante unos meses, como señal de respeto y todavía vestía de negro de manera ocasional.
         Se había fijado en Richard hacía algún tiempo. Le gustaba aquel hombre…En realidad, lo que más le gustaba de él era su forma de mirarla. Una noche, Varia fue a las oficinas. Sabía que Harry no estaba. En cambio, sabía que Richard sí estaba y se dispuso a seducirle de tal manera que pareciese que había sido él quien la había seducido. Estuvieron hablando durante un rato. Richard se sentía atraído por Varia desde la primera vez que la vio. Era una belleza. Por eso, cuando, casi por casualidad, Richard se dedicó a acariciar a Varia, ésta la dejó hacer. Durante todo el acto, Richard tuvo la impresión de que Varia le estaba comparando. Había sido un poco ingenuo al pensar que Varia, a la edad de treinta años y viuda, seguía siendo virgen. Pero le asombró el descubrir que Varia poseía una experiencia y una capacidad amatoria muy similar a la de él. A partir de aquella noche, Richard y Varia se convirtieron en amantes. Harry se enteró al día siguiente de lo ocurrido cuando, al entrar en su despacho, encontró un sujetador encima de la mesa que él reconoció como el sujetador de Varia.
         Otra de las cosas que no le gustaban a Harry de su hermana era el hecho de que Varia fuera a discotecas y bebiera cubatas.
-Lo que está haciendo tu hermana no lo hace una mujer decente, Harry-le dijo en una ocasión Emma.
         Emma había sido su secretaria. En la actualidad, era su esposa y a Harry le exasperaba el sentido del pudor que tenía. Hubo un tiempo en el que creyó que había vencido el sentido del decoro de Emma. Sin embargo, nada más casarse, descubrió que Emma sólo había estado fingiendo que era tan apasionada como él. La mujer se escandalizó mucho el día en el que descubrió que Varia coqueteaba con hombres en locales nocturnos. Harry también estaba escandalizado.
         Emma era una mujer bellísima y Harry había pensado en un primer momento que podría despertarla a la sensualidad, pero no lo había conseguido.
         Harry había escuchado en muchos sitios que las mujeres como Varia terminaban mal porque no se comportaban como mujeres decentes; lo único que Harry pedía era que su hermana adquiriese algo de sentido común…Aún no era tarde…Pero era inútil…
         Le pidió a Emma que hablase con Varia. Estaba seguro de que, al menos, a Emma la escucharía. Pero su mujer le dijo que Varia era muy cabezota. No me escuchará, afirmó Emma. No insistas…
         Harry estaba desesperado. Su madre y su abuela no tenían ni idea del tipo de vida que llevaba Varia…¡Gracias a Dios!
         Varia no quiso hacer caso de los consejos de Emma. Su cuñada era una grandísima hipócrita. ¿Cómo se atrevía a criticarla? No estaba portándose de aquella manera por venganza hacia su marido. De hecho, hacía mucho que no pensaba en él. Su esposo había sido un hombre muy apuesto. Pero nada más. No estaba enamorada de él. Incluso había llegado a la conclusión de que jamás lo había amado. En realidad, Varia sólo había estado enamorada del amor. El hombre con el que se casó años atrás era el hombre ideal en todos los aspectos para ella y Varia, desesperada por encontrar el amor verdadero, se había casado con él. Fue un error. Ahora lo sabía…Aquel hombre tenía parientes en Inglaterra. Era muy guapo y muy rico. Fue un sueño hecho realidad…Y también fue una pesadilla hecha realidad…
         Varia iba a la peluquería al menos una vez a la semana.
         Su peluquera le ponía al tanto de los cotilleos que circulaban por la ciudad. Lo hacía mientras le lavaba el pelo. Varia tenía un pelo realmente precioso, se decía.
         A Diane le gustaba ir a la peluquería.
         Se distraía mientras se ponía guapa.  
         Varia iba siempre vestida a la moda. Al menos, no se había cortado el pelo como habían hecho otras mujeres. Incluso la propia Emma se había cortado el pelo como lo llevaba la modelo Twiggy en un intento por parecer moderna. Pero no lo había conseguido. Varia estaba considerada como una de las mujeres más elegantes de toda la ciudad. Con o sin peinado parecido al de Twiggy...Tenía su propio estilo. Se decía que los políticos que iban a cenar a su restaurante pasaban a saludarla. Y le besaban la mano.
         Las mujeres de los políticos, por el contrario, besaban a Varia en las mejillas.
         Todo Melbourne adoraba a Varia.
         Era conocida en toda la ciudad. Varia tenía la sensación de que Melbourne se había rendido a sus pies. Vivía sola. Disfrutaba de su propia vida. No tenía nada más que pedir. Sólo quería disfrutar de la sensación de libertad que jamás había tenido. 
          Un amante maravilloso...Un trabajo que adoraba...
         Se acostó sola aquella noche en su cama. 
          Varia agradecía el poder estar sola. 
          Apreciaba demasiado su independencia. La había valorado tras toda una vida sometida a los dictados sociales. La gente no se daba cuenta de que los tiempos estaban cambiando. Ella no quería quedarse atrás. 
           Sonrió para sus adentros. Era una mujer libre. Y quería serlo durante mucho tiempo. 
           Se podía soñar con el amor. Pero también se podía soñar con la independencia. Con la libertad...
           Cerró los ojos. Suspiró hondo. Se quedó profundamente dormida. 

 Le he puesto a Varia el rostro de la actriz Romy Schneider, una mujer que sufrió mucho. Vivió atormentada por el personaje que la lanzó a la fama, Sissi. Se sintió incomprendida y, al contrario que Varia, le fallaron las fuerzas. Pero las dos quisieron luchar contra el mundo. Con distintos finales...

martes, 13 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Cruel destino tiene como protagonista a Mary. Veremos cómo va avanzando su compromiso con lord Robert. Mientras él se esfuerza en amarla, ella lucha contra los fantasmas su pasado. ¿Qué ocurrirá?
¡Vamos a verlo!

                     Mary tenía la sensación de haber retrocedido atrás en el tiempo. Volvía a ser una joven de dieciocho años. La invitaban constantemente a fiestas. Permanecía en el salón atendiendo a las visitas que acudían a verla para felicitarla por su inminente boda con el mejor partido de todo Gales. Salían de la casa de los Wynthrop hablando maravillas de Mary. Con su cabello rojo y liso...Con sus modales educados...El conde de Maredudd había hecho la mejor de las elecciones al prometerse con una joven como Mary. A pesar de que era un poco vieja, en opinión de ciertas matronas, para contraer matrimonio.
               Se vio rodeada de mucha gente. Los caballeros parecían más interesado en ella que nunca. Las jovencitas se acercaban a ella. Todo el mundo quería saber qué había en aquella solterona que había cautivado a uno de los caballeros más deseados de todo Gales. Mary se había convertido en poco menos que una celebridad.
              Robert era el hombre más atento que jamás había conocido. Le traía los vasos de limonada durante el baile. Pasaba mucho rato hablando con ella. Le presentaba a sus conocidos. Incluso, presumía de estar prometido con la joven más hermosa de toda Gran Bretaña.
-Milord, está exagerando-se ruborizaba Mary.
                Luego, estaban los bailes. Robert siempre le pedía el primer baile. Mary tenía que admitir que sentía algo raro cuando bailaba con el conde.
-Me gusta bailar con usted-tuvo que admitir.
-Contigo...-le corrigió Robert-Acuérdate. Nos vamos a casar.
-Sí...
                Respiró hondo.
                Bailaba varias piezas con Robert. Se sentía el centro de todas las miradas.
                Y, mientras, Mary deseaba morirse.
                Pasaba muchas noches levantada pensando en lo que iba a pasar y era así como Sarah la encontraba en sus noches de insomnio.
-¿Has pensado ya lo que vas a hacer?-le preguntó en una de aquellas noches.
-No lo sé-respondió Mary-¡Y tengo mucho miedo! El conde me va a repudiar.
-A lo mejor, no hace nada. Te querrá todavía más. Tú no tuviste la culpa de lo que te pasó, Mary.
-¡Sí que la tuve! ¿Por qué tuve que salir sola al jardín aquella noche?
-De nada sirve que te atormentes pensando en eso. Tienes que dejar atrás el pasado.
-¡No puedo!
               Mary se dejó caer sobre la cama. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Ni siquiera brillaba la Luna en lo alto del cielo. Aquella oscuridad encajaba con el ambiente que se respiraba entre aquellas cuatro paredes.
              Sarah se acercó a su hermana.
             Mary estaba sufriendo mucho. En sociedad, la pérdida de virginidad en la mujer antes del matrimonio era severamente castigada. ¡Pero su hermana había sido forzada! ¿Cómo podía la gente no ver la diferencia? Mary no era ninguna zorra.
-Nadie sabe nada-murmuró la joven.
-No se lo he contado a nadie-le aseguró Sarah-Acuérdate que lo he jurado.
-Gracias...
             Mistress Wynthrop ya estaba empezando a hablar acerca del vestido de novia de Mary. La llevó a ver a la modista. Ésta afirmó que el vestido blanco que luciría causaría sensación. Sería un contraste brutal entre el pelo rojo de Mary y sus hermosos ojos verdes.
              El vestuario de la joven también debía de ser nuevo. La esposa de un conde no podía lucir colores oscuros. Aunque Mary no era precisamente una jovencita.
             La modista estaba encantada con aquel encargo. Los gastos corrían a cargo del conde. Le mostraba a Mary telas de toda clase de colores.
-Escoja la que quiera, señorita-la invitaba.
               Pero Mary no podía decantarse por ninguna tela. Todas le parecían bonitas.
              Creía que Robert se estaba excediendo. Así se lo comentó a su madre en un aparte en la tienda.
-¿Cómo puedes pensar así?-se escandalizó mistress Wynthrop.
-Milord puede pensar que me estoy aprovechando de su generosidad-se lamentó Mary-Y no quiero que piense eso de mí.
-¡Tonterías, querida! Te vas a casar con él.
              El vestido de novia tenía que ser blanco, por supuesto. Cada vez que Mary pensaba en eso, deseaba estar muerta.
              Robert iba a visitar con frecuencia a Mary. Daban paseos por el parque. Le besaba la mano con respeto. No entendía el porqué de la timidez casi enfermiza de su prometida. Sospechaba que algo malo tuvo que haberle ocurrido en el pasado.
              En ocasiones, permanecían en silencio. Casi no se hablaban durante aquellos paseos. En ocasiones, ni se miraban a los ojos. Mary permanecía alejada de Robert. No se la veía como una futura novia feliz. Y eso era algo que intrigaba al conde.
-No te veo contenta-observó el conde durante uno de aquellos paseos-Y me gustaría saber el porqué. ¿He hecho algo que te haya ofendido?
-No...-contestó Mary-No es eso.
-Entiendo que no quieras hablar. Pero me gustaría saber si estás contenta. Si eres feliz. Para mí, es lo más importante.
-Yo...Sí...Soy muy feliz.
-No lo parece.
-Lo siento.
             Mary fingió una sonrisa. Robert se dio cuenta de que se trataba de una sonrisa falsa. Sospechaba que algo terrible le había ocurrido a su futura esposa. Pero ella no quería contarle nada. Le hirió saber que Mary no confiaba en él.



             Y, en contraste, estaba la alegre Sarah. Siempre que iba a visitar a Mary, allí se encontraba con la sonrisa radiante de Sarah. Tenía la sensación de que se encontraba ante la Tentación. No podía mirar a Sarah. No quería recrearse en los brillantes ojos de la joven.
            En una ocasión, cuando fue a visitar a Mary, encontró a Sarah cortando rosas. Robert se quedó sin aliento al contemplar cómo Sarah se detenía para olfatear con deleite una de las rosas que estaba cortando.
-Buenas tardes...-se atrevió a decir a modo de saludo.
             Sarah dejó de hacer lo que estaba haciendo. Saludó a Robert haciendo una graciosa reverencia.
            Los dos estuvieron hablando durante apenas unos instantes. Sarah no paraba de parlotear acerca de lo ilusionada que estaba con aquella boda.
-Parece que es usted la que se va a casar-observó Robert.
             Sarah sonrió con alegría.



-Me hace mucha ilusión ver a mi hermana casada-afirmó la joven.
-Ya se sabe que de una boda sale otra boda-le recordó Robert.
             Los ojos de Sarah brillaron al pensar en Darko. Deseaba hacer realidad su sueño de casarse con él. De fundar una familia con él.
             Sarah se metió dentro de casa. Tenía que avisar a Mary de que lord Robert había ido a buscarla. La joven no tardó mucho tiempo en salir.
-Buenas tardes, milord-le saludó con timidez.
            Robert frunció el ceño.
-Creía que me ibas a llamar por mi nombre de pila-le recordó-Vamos a casarnos. Tenemos que tutearnos.
            Mary se acercó lentamente a él. No se atrevía a mirar a Robert a los ojos. Mantenía la vista gacha.
-Lo siento-se disculpó.
            Robert se preguntó una vez más qué le había ocurrido a Mary en el pasado. Y se preguntó de nuevo el porqué no confiaba en él. Dios sabía que no era quién para juzgar a nadie.
-El estar comprometidos nos obliga a ser sinceros el uno con el otro-afirmó Robert-Si tienes que contarme algo, puedes hacerlo. Nunca te juzgaré. Sólo quiero que confíes en mí.
-Todo está bien-mintió Mary.
-¿Estás segura?
               Mary asintió con vehemencia. No podía contarle la verdad a Robert. Tenía miedo de su reacción. Él podía retar en duelo al hombre que la violó. Pero, ¿cómo iba a poder encontrarle? Mary no le llegó a ver la cara. Apenas podía recordar el sonido de su voz. El miedo bloqueaba todos aquellos recuerdos. Además, era una ilusa si creía que Robert le iba a hacer justicia. El conde vengaría sólo su ego herido.
            Pero él le cogió la mano con cariño. Se la llevó a los labios.
            Robert deseaba desesperadamente amar a Mary. Había llegado a quererla mucho. Pero se trataba de un cariño más bien fraternal. Le enfurecía pensar que alguien hubiera podido hacerle daño. ¿Por qué Mary no confiaba en él?
           Le dio un beso en la mejilla.
-Quiero que sepas que eres la mujer más maravillosa que jamás he conocido-le aseguró-Y que estoy muy contento de que te cases conmigo.
-No sé qué decir-se asombró Mary.
-Te juro que nunca te haré daño. Mírame a los ojos-La besó en la frente-Te juro por la memoria de mi padre que jamás te haré daño. Nunca falto a mis juramentos, Mary.
            Aquellas palabras conmovieron a la joven. Una lágrima de emoción resbaló por su mejilla. Sin saber bien lo que hacía, Mary rodeó el cuello de Robert. Le dio un beso ansioso en la boca.