martes, 13 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Cruel destino tiene como protagonista a Mary. Veremos cómo va avanzando su compromiso con lord Robert. Mientras él se esfuerza en amarla, ella lucha contra los fantasmas su pasado. ¿Qué ocurrirá?
¡Vamos a verlo!

                     Mary tenía la sensación de haber retrocedido atrás en el tiempo. Volvía a ser una joven de dieciocho años. La invitaban constantemente a fiestas. Permanecía en el salón atendiendo a las visitas que acudían a verla para felicitarla por su inminente boda con el mejor partido de todo Gales. Salían de la casa de los Wynthrop hablando maravillas de Mary. Con su cabello rojo y liso...Con sus modales educados...El conde de Maredudd había hecho la mejor de las elecciones al prometerse con una joven como Mary. A pesar de que era un poco vieja, en opinión de ciertas matronas, para contraer matrimonio.
               Se vio rodeada de mucha gente. Los caballeros parecían más interesado en ella que nunca. Las jovencitas se acercaban a ella. Todo el mundo quería saber qué había en aquella solterona que había cautivado a uno de los caballeros más deseados de todo Gales. Mary se había convertido en poco menos que una celebridad.
              Robert era el hombre más atento que jamás había conocido. Le traía los vasos de limonada durante el baile. Pasaba mucho rato hablando con ella. Le presentaba a sus conocidos. Incluso, presumía de estar prometido con la joven más hermosa de toda Gran Bretaña.
-Milord, está exagerando-se ruborizaba Mary.
                Luego, estaban los bailes. Robert siempre le pedía el primer baile. Mary tenía que admitir que sentía algo raro cuando bailaba con el conde.
-Me gusta bailar con usted-tuvo que admitir.
-Contigo...-le corrigió Robert-Acuérdate. Nos vamos a casar.
-Sí...
                Respiró hondo.
                Bailaba varias piezas con Robert. Se sentía el centro de todas las miradas.
                Y, mientras, Mary deseaba morirse.
                Pasaba muchas noches levantada pensando en lo que iba a pasar y era así como Sarah la encontraba en sus noches de insomnio.
-¿Has pensado ya lo que vas a hacer?-le preguntó en una de aquellas noches.
-No lo sé-respondió Mary-¡Y tengo mucho miedo! El conde me va a repudiar.
-A lo mejor, no hace nada. Te querrá todavía más. Tú no tuviste la culpa de lo que te pasó, Mary.
-¡Sí que la tuve! ¿Por qué tuve que salir sola al jardín aquella noche?
-De nada sirve que te atormentes pensando en eso. Tienes que dejar atrás el pasado.
-¡No puedo!
               Mary se dejó caer sobre la cama. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Ni siquiera brillaba la Luna en lo alto del cielo. Aquella oscuridad encajaba con el ambiente que se respiraba entre aquellas cuatro paredes.
              Sarah se acercó a su hermana.
             Mary estaba sufriendo mucho. En sociedad, la pérdida de virginidad en la mujer antes del matrimonio era severamente castigada. ¡Pero su hermana había sido forzada! ¿Cómo podía la gente no ver la diferencia? Mary no era ninguna zorra.
-Nadie sabe nada-murmuró la joven.
-No se lo he contado a nadie-le aseguró Sarah-Acuérdate que lo he jurado.
-Gracias...
             Mistress Wynthrop ya estaba empezando a hablar acerca del vestido de novia de Mary. La llevó a ver a la modista. Ésta afirmó que el vestido blanco que luciría causaría sensación. Sería un contraste brutal entre el pelo rojo de Mary y sus hermosos ojos verdes.
              El vestuario de la joven también debía de ser nuevo. La esposa de un conde no podía lucir colores oscuros. Aunque Mary no era precisamente una jovencita.
             La modista estaba encantada con aquel encargo. Los gastos corrían a cargo del conde. Le mostraba a Mary telas de toda clase de colores.
-Escoja la que quiera, señorita-la invitaba.
               Pero Mary no podía decantarse por ninguna tela. Todas le parecían bonitas.
              Creía que Robert se estaba excediendo. Así se lo comentó a su madre en un aparte en la tienda.
-¿Cómo puedes pensar así?-se escandalizó mistress Wynthrop.
-Milord puede pensar que me estoy aprovechando de su generosidad-se lamentó Mary-Y no quiero que piense eso de mí.
-¡Tonterías, querida! Te vas a casar con él.
              El vestido de novia tenía que ser blanco, por supuesto. Cada vez que Mary pensaba en eso, deseaba estar muerta.
              Robert iba a visitar con frecuencia a Mary. Daban paseos por el parque. Le besaba la mano con respeto. No entendía el porqué de la timidez casi enfermiza de su prometida. Sospechaba que algo malo tuvo que haberle ocurrido en el pasado.
              En ocasiones, permanecían en silencio. Casi no se hablaban durante aquellos paseos. En ocasiones, ni se miraban a los ojos. Mary permanecía alejada de Robert. No se la veía como una futura novia feliz. Y eso era algo que intrigaba al conde.
-No te veo contenta-observó el conde durante uno de aquellos paseos-Y me gustaría saber el porqué. ¿He hecho algo que te haya ofendido?
-No...-contestó Mary-No es eso.
-Entiendo que no quieras hablar. Pero me gustaría saber si estás contenta. Si eres feliz. Para mí, es lo más importante.
-Yo...Sí...Soy muy feliz.
-No lo parece.
-Lo siento.
             Mary fingió una sonrisa. Robert se dio cuenta de que se trataba de una sonrisa falsa. Sospechaba que algo terrible le había ocurrido a su futura esposa. Pero ella no quería contarle nada. Le hirió saber que Mary no confiaba en él.



             Y, en contraste, estaba la alegre Sarah. Siempre que iba a visitar a Mary, allí se encontraba con la sonrisa radiante de Sarah. Tenía la sensación de que se encontraba ante la Tentación. No podía mirar a Sarah. No quería recrearse en los brillantes ojos de la joven.
            En una ocasión, cuando fue a visitar a Mary, encontró a Sarah cortando rosas. Robert se quedó sin aliento al contemplar cómo Sarah se detenía para olfatear con deleite una de las rosas que estaba cortando.
-Buenas tardes...-se atrevió a decir a modo de saludo.
             Sarah dejó de hacer lo que estaba haciendo. Saludó a Robert haciendo una graciosa reverencia.
            Los dos estuvieron hablando durante apenas unos instantes. Sarah no paraba de parlotear acerca de lo ilusionada que estaba con aquella boda.
-Parece que es usted la que se va a casar-observó Robert.
             Sarah sonrió con alegría.



-Me hace mucha ilusión ver a mi hermana casada-afirmó la joven.
-Ya se sabe que de una boda sale otra boda-le recordó Robert.
             Los ojos de Sarah brillaron al pensar en Darko. Deseaba hacer realidad su sueño de casarse con él. De fundar una familia con él.
             Sarah se metió dentro de casa. Tenía que avisar a Mary de que lord Robert había ido a buscarla. La joven no tardó mucho tiempo en salir.
-Buenas tardes, milord-le saludó con timidez.
            Robert frunció el ceño.
-Creía que me ibas a llamar por mi nombre de pila-le recordó-Vamos a casarnos. Tenemos que tutearnos.
            Mary se acercó lentamente a él. No se atrevía a mirar a Robert a los ojos. Mantenía la vista gacha.
-Lo siento-se disculpó.
            Robert se preguntó una vez más qué le había ocurrido a Mary en el pasado. Y se preguntó de nuevo el porqué no confiaba en él. Dios sabía que no era quién para juzgar a nadie.
-El estar comprometidos nos obliga a ser sinceros el uno con el otro-afirmó Robert-Si tienes que contarme algo, puedes hacerlo. Nunca te juzgaré. Sólo quiero que confíes en mí.
-Todo está bien-mintió Mary.
-¿Estás segura?
               Mary asintió con vehemencia. No podía contarle la verdad a Robert. Tenía miedo de su reacción. Él podía retar en duelo al hombre que la violó. Pero, ¿cómo iba a poder encontrarle? Mary no le llegó a ver la cara. Apenas podía recordar el sonido de su voz. El miedo bloqueaba todos aquellos recuerdos. Además, era una ilusa si creía que Robert le iba a hacer justicia. El conde vengaría sólo su ego herido.
            Pero él le cogió la mano con cariño. Se la llevó a los labios.
            Robert deseaba desesperadamente amar a Mary. Había llegado a quererla mucho. Pero se trataba de un cariño más bien fraternal. Le enfurecía pensar que alguien hubiera podido hacerle daño. ¿Por qué Mary no confiaba en él?
           Le dio un beso en la mejilla.
-Quiero que sepas que eres la mujer más maravillosa que jamás he conocido-le aseguró-Y que estoy muy contento de que te cases conmigo.
-No sé qué decir-se asombró Mary.
-Te juro que nunca te haré daño. Mírame a los ojos-La besó en la frente-Te juro por la memoria de mi padre que jamás te haré daño. Nunca falto a mis juramentos, Mary.
            Aquellas palabras conmovieron a la joven. Una lágrima de emoción resbaló por su mejilla. Sin saber bien lo que hacía, Mary rodeó el cuello de Robert. Le dio un beso ansioso en la boca.

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