martes, 20 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
El fragmento de hoy está centrado en el romance entre Darko y Sarah. Vemos que su relación ya no es tan perfecta ni tan maravillosa como lo era.

                  Sarah se miró en el espejo de su habitación.
                  Su piel era blanca como la leche. Le gustaba mucho su cabello de color negro con un tono casi azulado. Sus ojos eran de color aguamarina.
                 Disfrutaba de cada uno de los besos que Darko le daba.
                 Se sentó en su cama. ¿Por qué sentía aquel vacío en su interior? A veces, tenía la sensación de que Darko estaba cada vez más alejado de ella. Y Sarah, a su vez, se sentía cada vez más alejada de él. ¿Cómo había llegado a aquella situación?
                Ni siquiera ella misma lo sabía.
                En aquel momento, Katherine entró en su habitación. Se la veía alegre y contenta. Venía del círculo de menhires. Había pasado un buen rato con Stephen. Tenía los labios hinchados por los besos que se habían dado. Sarah se alegró de ver a su hermana tan feliz.
-¡Hola, Sarah!-la saludó muy contenta Katherine.
-¡Hola!-le devolvió el saludo casi sin ganas la aludida.
              Katherine se colocó delante de ella.
-¿Qué te pasa?-le preguntó-¿Por qué tienes esa cara?
             Sarah volvió a mirarse en el espejo. Tenía un rostro triste. No era el rostro de una mujer que estaba enamorada.
             Se puso tensa.
-Estaba pensando en tonterías-respondió Sarah.
-¿Ha ocurrido algo entre Darko y tú?-inquirió Katherine.
-Todo va bien.
-¿Lo dices en serio? Sarah, te conozco bien. Espero que no hayas cometido una locura. ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo.
-No ha pasado nada.
            Y era verdad que no había pasado nada.
             La otra noche, en la playa, Sarah había estado a punto de rendirse a los besos que le había dado Darko. Él se había portado como todo un caballero. La había respetado.
             Después de eso...Se había producido un cierto distanciamiento entre ellos.
-Y ése es el problema-se sinceró Sarah-No ha pasado nada entre Darko y yo. La pasión que había entre nosotros estuvo a punto de prender. Pero no llegó a consumarse. Y me temo que se ha apagado.
              Katherine abrazó a su hermana.



              Le daba pena pensar que Sarah no era feliz.
              Sarah agradeció el poder contar con Katherine. Se sentía mejor después de haber sacado fuera todo lo que llevaba dentro.
               Pero necesitaba ser aconsejada.
-Dime una cosa-le pidió Katherine-¿Estás enamorada de Darko?
-¡Por supuesto que sí!-contestó Sarah con ímpetu.
-¿Lo amas de verdad? ¿O sólo ves en él una encarnación de tus sueños románticos? Sarah, siempre has soñado con vivir una de esas historias de amor que se viven en los libros que lees. Y Darko se parece a esos protagonistas que te hacen suspirar. El amor es una lucha constante por ser feliz. El amor necesita ser cultivado. No vive sólo de grandes aventuras. Antes o después, llega la rutina. ¿Y qué pasa cuando llega la rutina? En la vida real, no existen esos grandes villanos que aparecen en los libros que tú lees.
-Lo sé. Pero...
-Tienes que mirar en tu interior. Tienes que ver si estás enamorada de ese hombre. O si se trata de una mera ilusión.
             Sarah maldijo a su hermana para sus adentros. En su fuero interno, sabía que Katherine tenía razón. Debía de mirar en su interior. Necesitaba aclarar de una vez por todas lo que sentía por Darko. Había creído que se trataba de amor verdadero.
-¿Y si no le amo realmente?-se preguntó Sarah.

                Mary y Robert tomaron asiento en un banco del parque.
-Me alegro de que hayas accedido a salir conmigo-le aseguró el conde a Mary-Tenemos que vernos con más frecuencia a partir de ahora.
-¿Para planear la boda?-inquirió la joven.
-No sólo por la boda...Para estar juntos.
-Yo...Me siento como una idiota. No me he portado bien con usted. Bueno...Contigo...En estos últimos días...
-Son los nervios típicos por la boda. No pasa nada.
              Robert admiró el perfil de Mary. Llevaba su cabello rojo recogido en un moño. Una capa negra cubría sus hombros y su cabeza. Sus hermosos ojos de color verde esmeralda parecían estar apagados. Posee una belleza trágica, pensó Robert. Los poetas habrían definido de aquel modo a su prometida.



                 Le cogió la mano y se la llevó a los labios para besársela.
-Robert, lo que más miedo me da es decepcionarte-se sinceró Mary-No quiero que pienses que soy una perdida. O que soy mala.
-¡Por Dios, Mary!-exclamó el conde-Jamás pensaría así de ti. Tienes veintiocho años. En ocasiones, la gente se equivoca. Todos cometemos errores. No soy quién para juzgarte.
-No se trata de eso.
               Robert atrajo a Mary hacia sí. Le envolvió en un tierno abrazo. La besó en la frente. La mantuvo abrazada durante un buen rato. Quería saber lo que pasaba por su mente. Poder llegar hasta ella. Al separarse, acunó entre sus manos el rostro de Mary.
-Te quiero mucho-le aseguró.
               La besó con dulzura en los labios.
              Se separaron.
-Eres muy bueno conmigo-afirmó Mary.
-Haces que quiera ser mejor persona-le aseguró Robert.
              Le acarició las mejillas con la yema de los dedos. No entendía el porqué de la actitud de Mary. Y deseaba saber más cosas de ella. Pero su prometida parecía estar cerrada en banda.

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