sábado, 21 de septiembre de 2013

DE LA AMISTAD AL AMOR

Hola a todos.
Hoy, voy a subir un nuevo trozo de mi relato De la amistad al amor. 
Con un poco de suerte, espero, mañana mismo subiré el final.
Vamos a ver lo que pasa entre Marcus y Hester.
Con respecto a Cruel destino, estoy haciendo algunos cambios en la historia. El resultado, a medida que iba viéndolo, no me gustaba demasiado. Muy triste...Muy pesimista...
Estoy introduciendo cambios importantes en la subtrama de Mary. También estoy introduciendo cambios en la historia secundaria de Katherine y Stephen porque pensaba darles un giro trágico, pero no se lo merecen. El final que tenía pensado para Sarah se mantiene, pero tendrá un final feliz. ¡Y no digo más!
Estas cosas llevan su tiempo. Y yo os agradezco, de corazón, vuestra paciencia.
Lo de compartir historias que escribí hace mucho tiempo con vosotros era una de mis promesas pendientes y quiero cumplirla.
He añadido unas pocas cosas en los dos anteriores fragmentos. Las he escrito esta mañana. Creo que enriquecen la historia.
Esta fragmento es más largo porque quiero terminarlo mañana. Es una historia más bien cortita. Pero quería darle un acelerón.
Espero que disfrutéis leyendo De la amistad al amor. 

-Hablan de nosotros-le dijo Hester a Marcus.
                      Estaban dando un paseo por el pueblo.
-El talabartero le preguntó el otro día a mi madre si yo iba a casarme contigo-le contó Marcus a Hester-Mi madre le respondió que no sabía nada.
                     Hester se echó a reír.
                     Pero se sentía un poco incómoda. Solía pasear con Marcus cogida de su brazo. En aquel momento, sentía sobre sí fijas las miradas de todos los vecinos.
                     Una mujer estaba barriendo la puerta de su casa.
                     Hester fingió que no pasaba nada. Después de todo, los vecinos la conocían a ella y a Marcus desde que eran prácticamente unos bebés.
-No estamos prometidos-afirmó la joven-Somos dos amigos que salen juntos. Nos llevamos bien.
                    El herrero estaba fabricando las herraduras para un caballo.
-No pasa nada-le aseguró Marcus a Hester-No pueden decir nada malo de nosotros.
                     Aún así, la muchacha se sintió algo incómoda.
-Me alegro de que seamos amigos-dijo.
                      Eso era lo que eran. Amigos...Nada más...
                      Los amigos salían a pasear. Los amigos intercambiaban confidencias. Los amigos se apoyaban en todo.
-¿Cómo está Hunter?-quiso saber Hester-Espero que esté más animado.
-Intenta animarse-contestó Marcus-Mi madre no sabe qué hacer para que esté contento.
-Tenéis que darle tiempo.
-Eso es lo que hacemos.
-Los dos volvisteis muy cambiados del frente. Te veo más maduro.
                   Marcus esbozó una sonrisa tenue. ¿En serio Hester le veía más maduro? No quería parecer un niñato ante ella.
                    No se veían muchos caballos en la isla. Los vecinos solían desplazarse a pie a todas partes. Sólo había una única Iglesia. En la otra punta de la isla se encontraba el cementerio. Era pequeño. El padre de Marcus había sido enterrado allí. Por lo menos, a la señora Lewis le quedó el consuelo de poder recuperar los restos de su marido. Se sabía de otras mujeres que no habían podido recuperar los restos de sus seres queridos.

                      El otoño había llegado a la isla. Hester solía salir a pasear por el jardín. Le gustaba recoger las hojas secas que caían de los árboles.
                        Meg se resistía a salir de su habitación.
                        Hester le llevaba las hojas secas que recogía del jardín.
-¡Mira lo que te he traído!-le decía-¡Ya verás lo bonita que es!
-Es una hoja seca-suspiraba Meg-Te he visto agacharte a recogerla. Las hojas secas son tristes.
                       La joven se pasaba el día encerrada en su habitación. Pasaba las horas muertas sentada en el balancín.
-Esta hoja es diferente-insistía Hester.
                      Se la tendía a Meg. Su hermana parecía haberse resignado a su suerte. Hunter la había rechazado.
             


                Hester pensó que era injusto. ¿Por qué Meg tenía que sufrir por culpa de un amor no correspondido?
-No te preocupes por mí-le decía su hermana mayor-Estaré bien.

             Sentados sobre la hierba, Marcus y Hester veían pasar los barcos de vapor por el lago.
-Muy pronto, no quedará ni un sólo barco de vela-auguró Marcus.
               Hester pensó que su amigo tenía razón. Poco a poco, los barcos de vela estaban siendo sustituidos por aquellos otros barcos que funcionaban con vapor. La chica no había subido a bordo de ninguno de aquellos barcos.
                 Luego, recordó que tampoco había subido a bordo de los otros barcos. Los barcos de vela...
-Hunter hablar de viajar-dijo Marcus-De conocer otros países.
-¿Está pensando en irse de Bois Blanc?-inquirió Hester-¿Desde cuándo lo piensa?
-No sé si su deseo es marcharse de la isla. Pero quiere irse de aquí. Creo que piensa que no tiene nada qué hacer.
                   Hester negó con la cabeza.
                   Pensó que Hunter era un cabezota. ¿No se daba cuenta del daño que le estaba causando a Meg con su comportamiento?  
                     Marcus pareció leerle la mente a su amiga. También él pensaba que Hunter era muy cabezota. Le palmeó con cariño la mano a Hester. En su fuero interno, a los dos les gustaba imaginar que Hunter y Meg, en el fondo, estaban enamorados.
-Hunter dice que nunca ha amado a Meg-le contó Marcus a Hester-Dice que sólo la ha querido como una hermana. Pero que eso no tiene nada que ver con el amor.
-Es una clase de amor-observó Hester-No hace daño. No es pasional. No se apaga con el paso del tiempo.
-El amor no es así. El amor no se apaga con el paso del tiempo. Permanece siempre.
                    Hester deseó vivir una historia de amor similar a la que Marcus le había descrito. Una historia de amor eterno...
                      Pensó que aquellas clases de historias sólo existían en los libros.
-Se puede amar así en la vida real-le dijo Marcus.
                      Hester sonrió. De nuevo, pensó que Marcus poseía el don de leerle la mente. Parecía adivnar todo lo que le pasaba por la cabeza.
-¿Tú alguna vez has amado así?-quiso saber.
-No lo sé-contestó Marcus-Quiero pensar que puedo amar así. Eternamente.
                   Miró a Hester de un modo que a la muchacha le pareció extraño. Hester le dio un beso en la mejilla.

            Hunter, mientras, dio cuenta de una copa de whisky.
-¿En serio no quieres a Meg?-le preguntó Marcus.
                  Ya estaba al tanto de lo ocurrido entre ellos. Siempre imaginó que su hermano acabaría casado con Meg Birmingham.
-Ella se ha hecho muchas ilusiones conmigo-respondió Hunter.
-¿Y tú la amas?-inquirió Marcus.
-No la amo. Y jamás podría ser su marido en todos los aspectos. Meg es maravillosa.
                 Hunter miró en su interior. Siempre había considerado a Meg como a una hermana. Pero una cosa era el cariño fraternal. Y otra cosa muy distinta era el amor.
-¿Y qué me dices de Hester y de ti?-interrogó a su hermano.
                  Marcus prefirió no hablar de aquel tema. Sentía dentro de su pecho un extraño hormigueo cada vez que pensaba en Hester.
-Somos amigos-dijo Marcus-Ella es como una hermana pequeña para mí. Nada más...

                   Al día siguiente, Marcus fue a ver a Hester. La encontró paseando por el jardín. Marcus quería interesarse por Meg.
-Sigue sin querer salir de su habitación-le explicó Hester.
                 La muchacha se sintió feliz al ver a Marcus. El joven compartía con ella su preocupación por Meg.
-Mi hermana lo que padece es mal de amores-afirmó Hester con tristeza-No sabía que ella estaba enamorada de tu hermano. Siempre habla de casarse. Pero pensaba que no había aparecido el hombre de su vida. La visitan muchos jóvenes. Es muy hermosa. Pero...
-Está enamorada-le recordó Marcus-Cuando uno está enamorado y no es correspondido, se sufre mucho.
-¡Ojala no me pase a mí lo mismo!
-¿Es que tú también estás enamorada?
-No...No...
                   Hester se puso roja como un tomate cuando Marcus le preguntó si estaba enamorada.
-Si algún día te enamoras, serás correspondida-auguró el joven.
                  Hester se preguntó lo que Marcus quería decirle.
-Me tengo que ir-dijo el joven-Ya nos veremos.
                  Se inclinó sobre Hester y le dio un beso rápido en la mejilla. La muchacha vio cómo se alejaba de su lado. Marcus necesitaba pensar con claridad. Su corazón le latía demasiado deprisa.
 
                  A los pocos días, Hester fue a ver a Marcus. Lo encontró leyendo en el salón. Como siempre, Marcus le dio un beso en la mejilla a modo de saludo.
-¡Qué sorpresa más agradable me da verte!-exclamó.
                Meg seguía sin querer salir de su habitación. Hester necesitaba salir de su casa.
-Vas a pensar que soy una egoísta-se lamentó-Por dejar a Meg sola.
                 Tomaron asiento en el sofá. Marcus pensó que Hester también tenía derecho a salir. No podía ser la guardiana de su hermana mayor.
-Me temo que nuestros dos hermanos se han embarcado en una especie de espiral de autocompasión-se lamentó el joven-No quieren ver que hay vida. Entiendo que mi hermano ha sufrido mucho. Creo que yo podría resistir todo lo que él ha pasado. Pero tiene que pensar que está vivo. Otros jóvenes no han tenido, por desgracia, la misma suerte.
               Hester tuvo que reconocer que Marcus tenía razón.
               Decidieron que la muchacha se quedaría a merendar con él.
               La criada de los Lewis les sirvió una taza de chocolate para cada uno. También les sirvió un platito con galletas.
-Coja, señorita-la invitó la criada-Son galletas de canela.
               Hester cogió una galleta. Le dio un mordisco.
-Está deliciosa-opinó.
-Celebro que le guste-se alegró la criada.
               Dicho esto, se retiró discretamente.
               Hester y Marcus se quedaron en el salón. Hablaron de sus hermanos mientras daban cuenta de sus respectivas tazas de chocolate.
-Hunter me ha dicho que quiere viajar-le contó Marcus a Hester.
              Aquel comentario llamó la atención de la chica. ¿Por qué Hunter quería irse de Bois Blanc? A lo mejor, existía alguna cura para lo que le había pasado. ¿O no existía ninguna cura?
-¿Y te ha dicho adónde quiere ir?-inquirió Hester.
-Quiere viajar por toda Europa-contestó Marcus.
-A lo mejor, piensa que se curará allí. Porque...Tendrá cura lo suyo. ¿No?
                  Hester no sabía a ciencia cierta lo que le había pasado a Marcus.
                  Por supuesto, había oído numerosos rumores. Rumores que, en su inocencia, no entendía su significado. La candidez de Hester conmovió a Marcus.

     

                   Ni siquiera él mismo sabía lo que le había pasado a ciencia cierta a su hermano.
-Tiene que ver con sus testículos-le explicó a Hester-Son como dos especie de bolsas que tienen los hombres en la entrepierna. Mi hermano no tiene testículos. Se los tuvieron que amputar cuando le hirieron.
-¡Oh!-casi gritó Hester.
                   El rostro de la joven se puso rojo como la grana. Por lo que había oído comentar a una amiga de su madre durante una conversación entre ambas, Hunter Lewis no tenía testículos. Decían que se había quedado impotente.
                Bebió con mano temblorosa un sorbo de su taza de chocolate.
-¿Y tiene cura?-preguntó Hester en voz muy bajita-Eso...
-No...-respondió Marcus.
-Entonces...
-No podrá acostarse con una mujer nunca más. No podrá tener hijos. No será como era antes.
-Lo siento mucho.
-A lo mejor...
-A lo mejor, Hunter no quiere saber nada de Meg porque no podrán tener hijos. Ni podrán estar juntos en la misma cama. Ni...
                  Hester se interrumpió. Estaba toda sofocada.
                 Sintió la necesidad de salir corriendo de allí. Le dijo a Marcus que tenía que irse porque sus padres la estaban esperando.
-No pasa nada-le dijo Marcus.
                  Se inclinó sobre ella. No podía dejar de pensar en lo bella que era Hester. Su recuerdo le había acompañado durante todo el tiempo que estuvo peleando en el frente.
               Había sentido a Hester durante el tiempo que estuvo peleando.
                Mientras esquivaba las balas que le disparaban los soldados sudistas.
                Mientras dormía a la intemperie.
              Cuando estaba caminando.
               Tenía la sensación de que Hester estaba a su lado. Le acompañaba.
               No sabía cómo decírselo. Ignoraba si ella lo entendería. De algún modo, se daba cuenta de lo importante que era Hester en su vida. No quería imaginar lo que sería no tenerla cerca de él. Hester era especial. Quería decírselo. Pero las palabras se le atoraron en la garganta.
                Hester le dedicó la sonrisa más encantadora que jamás había visto. El corazón de Marcus le latió muy deprisa. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, se inclinó sobre Hester y la besó de lleno en la boca.
-Lo siento-se disculpó sofocado.
-¡Tengo que irme!-se asustó Hester.
                   Abrió la puerta. Todo su cuerpo temblaba con violencia cuando abandonó la casa de los Lewis. No entendía lo que estaba pasando entre ella y Marcus.

-Tenemos que hablar-le dijo Meg a Hunter-No hemos vuelto a hablar desde lo que pasó el otro día.
                 Encontró al joven de pie, junto a un árbol de tilo.
-¿De qué quieres que hablemos?-le preguntó Hunter.
-Vengo de tu casa-respondió Meg-Tu madre me ha dicho que has salido a pasear. Y yo he decidido buscarte. La isla no es demasiado grande como para perderse. Pienso que estás equivocado.
                 Hunter arqueó la ceja.
                 ¿Por qué Meg era tan cabezota?, se preguntó así mismo. No le entraba en la cabeza el hecho de que él no estaba enamorado de ella.
-En el fondo, tú me quieres-insistió Meg-Es lo que te ha pasado lo que te impide estar conmigo. ¡Pero te juro que no me importa!
                 Hunter elevó la vista al Cielo.
                Un pájaro cantaba posado en una rama del árbol de tilo. Meg se acercó aún más a Hunter.
-Te quiero-le confesó.
-Y yo también te quiero, Meggie-admitió Hunter-Pero no te quiero como tú me quieres a mí.
                  Los ojos de Meg se llenaron de lágrimas.

 

-No me importa-le aseguró-Puedo hacer que me quieras.
                Había una idea que llevaba algún tiempo rondando por la cabeza de Hunter. Se sentía asfixiado en Bois Blanc. Todo el mundo le miraba. Sabía lo que le había pasado. No podía soportar las miradas cargadas de compasión que le dirigían. Le habían mirado, incluso, con burla.
-Me voy, Meggie-le confesó a la joven-Me marcho de Bois Blanc. Eres la primera que lo sabe. Lo he pensado mucho. No puedo seguir viviendo aquí.
-¡Pero yo no quiero que te vayas!-sollozó la joven.
-No puedo quedarme aquí. No puedo soportar que me miren con burla y con compasión. ¡No puedo, Meggie!
               Un sollozo se escapó de la garganta de la joven.
                Hunter la abrazó con cariño. Le dolía ver a Meg sufrir por su culpa. Pero era mejor ser sincero con ella. Meg no podía hacerse falsas ilusiones.
-Perdóname-le susurró-Créeme cuando te digo que nunca quise hacerte daño.

                Marcus abordó a Hester cuando la vio salir de la casa de la modista. La muchacha había ido a mirar telas. Quería un vestido nuevo.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Hester a Marcus nada más verlo.
-Tenemos que hablar-respondió el joven-Es sobre lo que pasó el otro día.
-¿Vienes a pedirme perdón?
                   Marcus se quedó callado.
-¿Tú lamentas lo ocurrido?-indagó.
                   Hester empezó a caminar. Quería poner la mayor distancia entre Marcus y ella. Pero el joven la seguía.
-No me has contestado-replicó Marcus-¿Lamentas lo que pasó entre nosotros?
                  Se le adelantó y le cortó el paso. Hester no sabía hacia dónde mirar.
-Fue un accidente-dijo la muchacha.
                   Marcus se sintió desanimado. En su fuero interno, lo ocurrido entre ambos no había sido un accidente. Creía que había algo entre él y Hester. Casi sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Marcus se aproximó a Hester y la besó apasionadamente en los labios.



                Hester no quiso salir de su casa en todo el día. Ni siquiera la animó el enterarse de que sus vecinos, los Murray, iban a celebrar una fiesta. Esta vez, fue Meg quien intentó animarla. La encontró junto a la chimenea del salón. La chimenea estaba encendida. Hester estaba sentada en el suelo. Miraba casi con tristeza cómo el fuego iba consumiendo poco a poco los leños.
-Creo que deberías de ir a esa fiesta-le sugirió Meg mientras se sentaba a su lado en el suelo-Irán muchos jóvenes. Ya va siendo hora de que las cosas vuelvan poco a poco a la normalidad. Eres muy joven, hermana.
-Estará Marcus en la fiesta-se inquietó Hester.
-Lo que ha pasado entre Hunter y yo no tiene nada que ver ni con Marcus ni contigo.
-No es eso. Marcus...
-Si no vas a esa fiesta, voy a pensar que eres una cobarde. Y tú siempre has sido muy valiente, Hester.
                 La aludida guardó silencio. Lo último que quería era ir a una fiesta a la que, a lo mejor, acudía Marcus. Él querría hablar con ella. ¡Y Hester no quería hablar con él! ¿Por qué aquellos estúpidos sentimientos que sentía por Marcus se habían interpuesto entre su mejor amigo y ella? ¿Por qué las cosas no podían quedarse tal y como estaban?
                 Meg entendía por lo que estaba pasando su hermana. Sin darse cuenta, Hester se había enamorado. Pero Meg sospechaba que su hermana menor tendría suerte. Marcus parecía sentir por Hester lo mismo que ella sentía por él. Eso era bueno. Hester no tendría que sufrir por culpa de un amor no correspondido.

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