lunes, 22 de diciembre de 2014

¡SUERTE!

Hola a todos.
Hoy, es el Sorteo de Navidad.
Aunque el dinero no da la felicidad, suele decirse que ayuda, por lo menos, a tapar algunos agujeros.
No es de extrañar que mucha gente sea capaz de gastarse una fuerte cantidad de dinero o de recorrer el país de punta a punta para comprar décimos de la Lotería de Navidad.
Se mantiene viva la ilusión de poder ganar, aunque sólo sea la pedrea.
Se mantiene viva la ilusión de hacer realidad los sueños más locos, tales como viajar a algún país exótico o comprarse el último modelo de coche. Sueños materialistas, de acuerdo.
Pero el ser humano es materialista por naturaleza.
Parece pesimista pensar así. Pero yo me he vuelto pesimista con el paso del tiempo.
Intentando ser optimista, quiero decir que, si jugáis a la Lotería de Navidad, si os habéis encomendado a todos los Santos con tal de ganar, aunque sólo sea la pedrea, si os habéis cargado de amuletos de la suerte, si tenéis una buena colección de décimos, quiero desearos toda la suerte del mundo.

 Imagen de uno de los personajes más emblemáticos de los anuncios de la Lotería de Navidad. El conocido como El Calvo de la Lotería representaba a la Suerte. Iba repartiendo suerte y alegría en los recordados anuncios. Es recordado con gran cariño. Sus anuncios viven en nuestra mente. Y la bonita melodía que los acompañaba es tarareada con nostalgia y con ternura a la vez.

domingo, 21 de diciembre de 2014

LLEGA EL INVIERNO

Hola a todos.
Hoy, es 21 de diciembre. Entra el invierno.
Apetece estar metido dentro de casa. Pegado junto a la estufa...Leyendo un buen libro. O escribiendo un rato. Envuelto en una manta...
¡Lo reconozco! Me gusta más el invierno que el verano.
Me gusta estar en casa leyendo o escribiendo. Siempre he sido muy casera.
Y el invierno invita a hacer esas cosas. Apetece tomar cosas calientes. Espero que este invierno no sea tan cálido como lo fue el invierno anterior.
El invierno pasado parece que no fue invierno en La Unión.
No hacía frío. Estuve llevando manga corta hasta el mes de noviembre.
Apenas se puso la estufa. Parecía más bien que había regresado la primavera.
¿Cosa del calentamiento global? Yo pienso que sí.
Este año ha sido uno de los años más secos que se recuerdan en La Unión. Pasan meses entre que llueve y no llueve. No es nada agradable.
El campo necesita agua de lluvia para sacar adelante los cultivos. Yo me alegro de que el verano haya quedado atrás.
Las estaciones deben de corresponderse a lo que se espera de ellas que sean. En verano, hace calor. En primavera, las temperaturas son más suaves. En otoño, las temperaturas son también más suaves. Y en invierno hace frío.
¡Y ya está!

 

jueves, 18 de diciembre de 2014

ESTRENAMOS SECCIÓN NUEVA EN EL BLOG

Hola a todos.
He notado que el blog anda muy decaído últimamente. El querer terminar mis historias ha hecho que lo tenga un poco abandonado.
Espero que la sección que estrenamos hoy sirva para darle vidilla.
Se trata de una sección de entrevistas y hago algo de promoción.
Si tenéis un blog.
Si sois escritores que habéis publicado ya sea vía autopublicación ya sea vía convencional.
¡Queremos conoceros!
Si estáis interesado en que os haga una entrevista, poneos en contacto conmigo a través de este correo electrónico:

laurapeafielmanzanares@yahoo.es

Espero que con el tiempo las entrevistas me salgan mejor porque estoy muy verde con ellas.

Hoy, estrenamos esta sección con una vieja amiga de este blog, Anna Soler Segura, quien está de enhorabuena. La editorial Tempus Fugit ha publicado en su Antología de Relatos Alma navideña uno de sus relatos, La señora y el mendigo. Dos de sus novelas, Al límite de la pasión y El deseo, también han visto la luz en esta editorial, pero unidas en un mismo volumen.

¡Vamos a comenzar con la entrevista!

-Ante todo, sé bienvenida a este blog. Vamos hoy a hacer que nuestros lectores te conozcan un poquito mejor.

Muchas gracias Laura por tu amable acogida en tu blog. Es un placer estar hoy aquí, entre amigos.

-Me gustaría preguntarte cómo te sientes al mirar atrás y ver todo lo que has logrado.

Me siento feliz, satisfecha. Mirar hacía atrás, y ver el largo camino que he recorrido con sudor, esfuerzo y lágrimas, me hace estar orgullosa de mi trabajo, de lo que siempre he querido y soñado.




Siempre que pienso en una historia, lo primero que inunda mi mente es el titulo que tendrá. Eso me ayuda a crear mejor la trama y a los personajes.
Soy rara, lo sé, pero mucho antes de empezar a escribir ya le pongo el titulo.



-¿Cuál fue tu primera novela terminada?

Mi primera novela terminada la escribí con tan solo 14 años. Se titula “Un verano inolvidable” y para mi es una novela muy especial, no solo por sus personajes, sino por el desarrollo que tiene.



-Vas a publicar con Tempus Fugit dos de tus novelas, "El deseo" y "Al límite de la pasión". ¿Cómo te sientes?

Increíblemente orgullosa y pletórica. Nunca me hubiese imaginado que sería tan afortunada de que una editorial se fijase en mis escritos y me diese la gran oportunidad de mostrarme al mundo. Estoy muy agradecida por ello.



-También ha salido a la luz la Antología Navideña "Alma navideña" de la misma editorial. Explícanos cómo te sientes al participar en una Antología.

No tengo palabras, la verdad. Participar en la antología con mi relato”La señora y el mendigo” me pilló completamente por sorpresa, pues no me lo esperaba para nada entre tantos grandes escritores. Es una sensación maravillosa y una experiencia única.




-Háblanos un poco del relato que aparece en la misma.

Es un relato navideño, como bien indica el titulo de la antología.
“La señora y el mendigo” es una historia de superación, de fuerza y esperanza, también de amor, lógicamente.  Habla de Margot, una mujer luchadora, madre de tres hijas, que abandonada por su marido, tiene que hacer frente ella sola a la vida. Y en ese camino se cruza un hombre, un mendigo que no es lo que aparenta ser, y que bajo su ropa haraposa esconde una gran historia que conquistará el corazón de Margot.
Es sencilla, pero tierna, un bonito homenaje al espíritu navideño.


-¿De qué trata "El deseo"? Explícanos lo que la hace diferente y especial de la ola de novelas eróticas que estamos teniendo últimamente.

“El deseo” trata de una mujer que se enamorada de su guapo vecino, y que a la vez él está casado. Entre ellos surge una inesperada atracción sexual que los llevará a un laberinto de pasiones desatadas. En medio de toda la historia está su amigo Benjamín, por el cual ella empieza a sentir algo más fuerte y atrayente que una amistad.
La cuestión es ¿Con quién se queda? ¿Max o Benja?
¿Qué la hace diferente a las demás novelas eróticas?
La personalidad que encierran sus personajes. La sensualidad con la que está escrita, siempre manteniendo ese matiz erótico, pero dentro de su contexto.



-¿Qué te animó a escribir "El deseo"?

Es curioso, pero me animaron los seguidores de mi blog. Yo quería escribir algo diferente, un estilo con el que nunca hubiese trabajado antes, y entonces empecé a escribir “El deseo”. Me sorprendí encontrarme tan cómoda dentro de este género, así que no descarto seguir escribiendo erótica.



-¿Cuál es la mejor virtud de la protagonista, de Gisel? ¿Y cuál es la mejor virtud de Max?

Buena pregunta.
La mejor virtud de Gisel es que es una mujer perseverante.
La mejor virtud de Max es la poderosa atracción sexual que ejerce sobre las mujeres.



-"Al límite de la pasión" habla de las segundas oportunidades en una relación de pareja tras una ruptura. ¿Piensas que segundas partes sí pueden ser hasta mejores que las primeras?

¡Por supuesto que sí! A veces una pareja rompe por circunstancias de la vida, pero en el fondo aun se siguen amando. Y eso mismo ocurre en “Al limite de la pasión”



-¿Qué cualidad destacarías de Andrea, la protagonista de "Al límite de la pasión"? Misma pregunta para que destaques la mejor cualidad de Hugo.

De Andrea destacaría su ímpetu. Es una mujer arrolladora, aunque dolida.
De Hugo su orgullo. Es un hombre muy sufrido en la vida, a pesar de lo que pueda aparentar.





-¿Con cuál de tus heroínas te sientes más identificada?

Ciertamente nunca me he sentido identificada con ninguna. Creo que ellas tienen un carácter y una personalidad muy diferente a la mía.



-¿En cuál género te mueves como pez en el agua?

Bueno, en ese aspecto soy muy versátil, me adapto fácilmente a cualquier género, ya sea erótico, contemporáneo, histórico, de aventuras.... Me dejo llevar por mi inspiración. Me considero una persona polifacética.
Pero realmente me siento cómoda escribiendo contemporáneo.



-Últimamente, has variado un poco el género. Del romance hemos pasado al erotismo. Explícanos lo que ha supuesto este cambio para ti.

Como anteriormente he dicho, soy una persona muy versátil. No me gusta encasquillarme siempre en el mismo género. Verdaderamente ha supuesto un reto, la verdad, y me siento contenta con el resultado.



-¿Alguna vez has pensado en tener un blog secundario?

No, nunca. Bastante tengo ya con tener uno. Prefiero dedicar mi tiempo a escribir y a mi familia.



-¿Cuál fue la primera novela que leíste?

Orgullo y prejuicio.



-¿Qué tienen de especiales tus heroínas?

Su temperamento, su actitud de mirar el mundo. Eso las hace ser completamente especiales.



-Háblanos un poco de la última novela que has terminado.

Bueno, trata de dos personas que se encuentran en un momento complicado de sus vidas. Él está presionado por su familia, y ella huye de un pasado que la marcó. El amor surgen irremediablemente entre ellos, pero las cosas se complicaran a medida que avanza la trama. Es una historia tierna, con toques dramaticos, que trascurre en Texas, en la época actual. Es contemporánea.



-¿Qué tienen de especial tus héroes?

Para mi no son héroes, son más caballeros, canallas, o granujas, según se mire. Sin lugar a dudas me enamoran su personalidad, su carisma, esa fuerza que los hace únicos.



-Tu autor o autora clásica favorita.

Recuerdo que con quince o dieciséis años mi padre me regaló varios libros de Corin Tellado, es una autora española que siempre me ha gustado porque he oído hablar a mi madre de las novelas que leía en su juventud, y he crecido con eso. Referente al ámbito extranjero mi autora favorita se puede decir que ha sido  Johanna Lindsey 




-La novela que más ha marcado tu vida.

Orgullo y prejuicio.



-Si te dicen que piensan llevar una de tus novelas al cine o a la televisión, ¿cómo reaccionarías?

Ufff!!! Primero no me lo creería. Para mi sería una gran sorpresa. Luego me sentiría flotar en una nube, muy orgullosa de que quisiesen representar la trama de mis personajes. Sería un sueño más por cumplir.



-¿Algunas vez te has visto obligada a usar el traductor de Google durante la investigación de una de tus novelas sólo porque la página que necesitabas está en otro idioma?

La verdad, no. No suelo usar mucho el buscador de Google, salvo en algunos casos especiales.



-¿Tienes alguna novela sin acabar?

Afortunadamente no. Ha día de hoy puedo decir que todas mis novelas están escritas y acabadas. No me gusta empezar otro proyecto sin acabar primero el que tengo entre manos.



-Cómo sería para ti la novela perfecta.

Creo que la novela perfecta no existe, principalmente porque creo que la perfección es un mito.



-¿Qué opinas de las descargas de libros?

A mi particularmente no me gusta.(Si son ilegales, claro) Pienso que la piratería debería radicarse de cero, ya que afecta tanto a autores como lectores.



-Imagínate que te dan un premio literario (Planeta, Nadal), ¿cómo reaccionarías?

Con orgullo, esa es la palabra.




-¿Has publicado en alguna plataforma digital, ya sea Lulú, Bubok o Amazon? Cuéntanos lo que ha supuesto para ti.

Si. Desde 2009 he publicado varias obras en plataformas digitales como lulu.
Para mi ha supuesto un trampolín, una manera de dar a conocer mis obras, una oportunidad para continuar escribiendo.



-¿Cuáles son los ingrediente que das a tus novelas para que sean diferentes y atraigan al lector?

 Amor, mucho amor y mimo. Pienso que sin esos ingredientes una novela no tendría vida.



-Imagina que alguien te dice que los secundarios de una de tus novelas merecen tener su propia historia, ¿la escribirías?

¡Por supuesto! De hecho muchos secundarios han tenido su oportunidad y su propia historia, es el caso de Alfonso, el gran amigo de Carlos en “Engaños de un destino” o de Ian en “Encadenados por la ley”. Ellos eran personajes secundarios que terminaron convirtiéndose en protagonistas indiscutibles.




-¿Cómo no serían los personajes de tus novelas?

No me los imagino sin personalidad.



Muchísimas gracias por la entrevista. Ha sido un verdadero placer hablar contigo y te lo agradezco de veras.

Gracias ti por tu acogida y tu tiempo. Ha sido un placer para mi.



domingo, 14 de diciembre de 2014

UNA MUJER RECUERDA (VERSIÓN EXTENDIDA)

Hola a todos.
Hacía tiempo que no subía ninguna de mis historias a este blog.
Aquí os traigo la versión extendida de mi cuento Una mujer recuerda. 
Podéis leer la versión corta en este link en mi blog "Mía Stella":

http://vidadeunadama.blogspot.com.es/2014/12/una-mujer-recuerda.html

En un primer momento, sería el desenlace final de la historia de Olivia O' Hara, pero, finalmente, lo descarté.
Como podéis ver, están muchas cosas sin pulir.
No obstante, deseo de corazón que os guste.

UNA MUJER RECUERDA


ABADÍA DE KYLEMORE, CONNEMARA, CONDADO DE GALWAY, 1897

            Es ya un poco tarde. Debería de estar cenando en el refectorio. Pero no tengo hambre. Prefiero quedarme aquí. Y reflexionar un poco sobre ciertas cosas.
            Miro con algo de desconfianza mi pluma estilográfica. Es un regalo de mi sobrino. Me la envió desde mi pueblo natal, Streetman. En el Estado de Texas…No me acostumbro a usarla.
            Mi sobrino no para de hablarme en sus cartas de los nuevos inventos.
            ¡Incluso habla de una máquina de escribir!
            Soy muy vieja. No podría ver esas cosas que se llaman teclados.
            Agito la pluma. Parece un termómetro. A veces, me cuesta trabajo manejarla. No escribe. Y mi mano tiembla con tanta violencia que podría acabar manchada de tinta. Empiezo a escribir. ¿Sobre qué escribo? ¿Por qué quiero escribir? Sólo sé que no quiero que nada se me borre de la mente. Ni quiero que me borren de la faz de La Tierra. Nunca he hecho algo por lo que se me recuerde. Sólo soy una persona anónima.
            No debería de buscar la aprobación de los demás. El capellán de la abadía dice que eso es pecado. No debo de ser vanidosa. Pero el demonio me tienta de nuevo. Y me dejo llevar.
            Me he pasado la vida dejándome llevar por todos.
            Pero nunca he sido capaz de dejarme llevar por los verdaderos impulsos de mi corazón.
            Debí de haber luchado por Jack.
            Mi amor por él era un pecado. Y lo sigo pensando después de tantos años sin verle.
            Tengo un papel delante de mí. Ya puedo plasmar lo que quiera en él. ¿Y qué es lo que quiero contar?
            No me atrevo a contarlo todo. Empezaré poco a poco. Así, es más fácil llegar hasta el final. Aunque se tarde mucho. No importa. Quiero pensar que aún me quedan unos años más de vida.
            No puedo pedirle a Dios más de lo que Él me ha dado. Y me ha dado muchas cosas buenas dentro de todas las desgracias que se han cebado sobre mí.
            Pero las he superado. Sigo viva después de todos estos años. Sigo viva. Por suerte. O por desgracia. Pero aquí estoy.
            Soy una mujer vieja. Hace muchos años que llegué a esta abadía. Entonces, era joven. Joven, pero con el corazón hecho pedazos. Mi marido me había abandonado y mi hijo había muerto. Repaso las cartas que he recibido. Me doy cuenta de que no queda nada de la joven que llegó aquí con el corazón destrozado. Fuera, la ciudad rezuma vida. Dentro, no siento ya ganas de morirme. Hace mucho que morí. Llegué a la abadía con el corazón roto. Y con el cuerpo enfermo. Y destrozado.
            El gran amor de mi vida, Jack Mackenzie, había muerto en Streetman, el pequeño pueblo de Texas donde nací. Y donde crecí. Había muerto al lado de su mujer, Danielle García.
            Aún estoy enamorada de Jack. Pero…Él ya no está. Se fue. Está muerto.
            Muerto…
            Igual que mis sueños de adolescente. Igual que yo. Pero aquí estoy. Sigo viva.
            Quiero pensar que algún día volveré a verle. Estaremos de nuevo juntos. Le besaré de nuevo. Y él me besará.
            ¿Cuántos años han pasado desde mi llegada a la abadía?
            Casi no me acuerdo. Creo que han pasado unos cuarenta años. Cuarenta años en los que he envejecido. Pero pienso que ya llegué vieja aquí. Cuarenta años…
            Estaba enferma cuando llegué a Dublín. Una enfermedad del alma, como decía mi médico, Victor Woods. Espíritus malignos que me acechaban. Como me decía mi amiga Dos Nubes. ¿Qué habrá sido de ella?
            Cuarenta años sin abrazar a Jack.
            Cometí un terrible pecado. Y mi pecado fue enamorarme de un hombre que ya tenía dueña. Porque Jack estaba casado.
            Leo las cartas que recibo. Se me cansa la vista.
            He de usar gafas para leer. Las monjas más jóvenes hablan del nuevo siglo que está a punto de empezar. El siglo XX…Todas desean que sea mucho mejor que el siglo que está llegando a su fin. Me encierro en mi celda. No sé porqué hoy me ha dado ganas de escribir. ¿Sobre qué quiero escribir? Quiero escribir sobre mi vida. Pero también quiero escribir sobre la vida de mi familia. Sobre todo lo que nos ha pasado.
            Recuerdo cómo era en el pasado. Y es esa imagen mía la que quiero conservar en mi cabeza.
            Tenía la piel de color sonrosado y un cuerpo esbelto y bien proporcionado; soy mucho más alta que Estelle y, sin duda alguna, mucho más atractiva y sensual que ella. Iré al Infierno. Y todo por pecar de prepotencia. He cometido tantos pecados que ya no me importa nada.
            Veo a veces a alguna joven novicia preparando chocolate, mientras la cocinera le alecciona para que lo mueva de manera que quede bien espeso. La novicia hace caso de lo que dice la cocinera (irlandesa, como todas las que estamos aquí) y mueve el chocolate. Mira a la cocinera buscando su visto bueno.
            Llegué aquí por decisión propia. He de admitirlo.
            Pero no me acostumbro a estar encerrada. Mi alma se separa de mi cuerpo. Piensa que está de nuevo en Streetman. Y que vuelvo a ser de nuevo joven.
            No puedo viajar atrás en el tiempo. Pero mi mente sí que hace esos viajes. Y es feliz cuando imagina que no está en la abadía. Vuelvo a sentir el Sol dándome de lleno en la cara. Vuelvo a sentir mi cabello flotando al viento. Vuelvo a vestir pantalones. Llevo mi viejo poncho encima de la camisa. Soy de nuevo Olivia O’ Hara. La intrépida joven que participaba en rodeos.
-¿Desea alguna cosa, hermana Dulce?-me pregunta la cocinera.
            Niego con la cabeza.
-¿Qué tal lo hago?-le pregunta la novicia a la cocinera.
-Tiene que mover el cucharón con más suavidad, niña-le indica ésta.
-¡Es lo que estoy haciendo!
-No sea tan impaciente. El chocolate lleva su tiempo para hacerse. No hay que darle prisa.
-¡Yo no tengo prisa!
-No se altere, niña. Se lo aconsejo. Se pone muy fea. Y, además, le salen arrugas.
-¡No diga eso!
-No se enfade.
            La novicia se dirige hacia la cocina, donde vé que sale humo del horno. Mamá maldice en voz alta su suerte porque se ha olvidado del horno que ha dejado metido dentro del horno y del que ya no se acordaba.
            Se me viene, de inmediato, la imagen de Nora a la cabeza. Nora era la cocinera que trabajaba para nosotros en La Isaura. El rancho que compró mi padre después de mucho esfuerzo. Yo le ayudaba a llevarlo. Lo sacamos adelante entre los dos.
            La veo en la cocina discutir con nuestra criada. Se llamaba Consuela.
            Las dos hablan de los ingredientes que hay que echar en una cocina. Consuela tenía más experiencia que Nora como cocinera. Pero Nora presumía de ser mucho mejor cocinera que Consuela. Sin embargo, se querían mucho. Consuela no tuvo hijos y veía a Nora como a una hija. En cambio, los padres de Nora murieron años antes. Y murieron de una forma horrible que preferiría no tener que contar.
            Las dos se apoyaban de forma mutua.
            Estaban muy unidas, lo sé. Lo he visto.
            Cuando Nora se fue, Consuela quedó destrozada. Me lo confesó.
            Entro en la cocina a veces para ayudar a la cocinera y ya sé preparar algunas comidas; le agradezco a Nora su paciencia para conmigo. Otra habría terminado echándome de la cocina. Pero ella se empeñó en enseñarme a cocinar.  Me decía a qué comidas debía de echarle patatas. O zanahorias…O tomates…
-A usted le irán bien las cosas, hermana Dulce, porque eres fuerte e independiente-suele decirme la cocinera cuando me vé pelando patatas.
-Seamos sinceras-le corrijo-Soy una vieja medio ciega. Con muchos temblores de manos…No me puede ir nada bien.
-Pero se esfuerza.
            No me gusta trabajar en la cocina. De hecho, los asuntos domésticos siempre han sido algo que me repelían. No quería aceptar que yo era una mujer. Porque ser mujer para mí significaba enfrentarme a los peores instintos de los hombres. Y morir por culpa de aquellos instintos. Como murió mi madre.
            Debería de estar contenta por estar viviendo en la abadía. No habría podido casarme con ningún hombre porque mi marido sigue vivo. Ahora, después del tiempo transcurrido, estará muerto. ¡Qué Dios me perdone, pero me alegro de que esté muerto!
            La oigo quejarse (a la novicia, quiero decir) cada vez que le salpica la harina cuando está haciendo un pastel con la cocinera. O cuando se mancha de huevo. A veces, tiene que salir corriendo de la cocina, manchada de huevo y harina, salir al jardín y chillar como una loca.
-No debería de estar aquí, hermana-le dice la tutora de las novicias-Vuelva dentro.
-¡No soporto estar aquí!-lloriquea la novicia.
-Puede irse cuando quiera. No es ninguna prisionera.
-Usted sabe bien el porqué no me puedo ir.
            Y a mí me gustaría saber el porqué no se puede ir. Piensa que nadie la oye quejarse. Pero la cocinera la oye quejarse. Yo también la oigo quejarse en la distancia.
            Me pregunto si la han castigado alguna vez. Hace mucho que no me pongo el cilicio.
            Sé que mi hermano lo ha llevado puesto. Fue en la época en la que estaba en el seminario.
            He pasado muchas noches en la capilla rezando. Hace mucho que no veo ni a Freddie ni a Estelle y quiero verlos. De vez en cuando, viene Tyler a verme. Es mi hermano mayor. El otro hermano mayor que tenía, mayor incluso que Tyler, Dillon, falleció no hace mucho. Y hace unos años, mi cuñada Lucy me escribió contándome que su marido, mi hermano Ethan, había muerto. No volví a ver a Ethan desde que me marché de Streetman. Y lo mismo puedo decir de Dillon.
-Estás viejo, Tyler-le digo.
-¡Anda que tú!-me contesta él.
            Paseamos por el jardín. Hablamos del jubileo de la Reina Victoria.
-Lleva sesenta años en el trono-me cuenta Tyler-¡Y ahí sigue!
-Y seguirá durante muchos años-apostillo-Nunca se morirá.
-Tiene que morir. Nadie posee el don de la Vida Eterna. Está cada vez más vieja.
-Como nosotros.
            Nos echamos a reír. Tyler usa bastón para poder caminar. A veces, mi sobrino Oliver, el hijo de Tyler, viene a verme. Es todo un hombre, muy parecido a Tyler. Y también muy parecido a mi padre. Al abuelo que nunca llegó a conocer. Hablamos mucho en el jardín.
            He salido muy pocas veces de la abadía. Sólo salgo para visitar a mi hermano Tyler. Es curioso cómo he recuperado el tiempo perdido con él. Voy a su casa y tomamos juntos el té. Me cuenta las travesuras que hacen sus nietos. A poco que viva, me asegura, verá nacer a sus bisnietos. Incluso me cuenta que su nieto mayor está pensando en casarse con una joven a la que corteja. El tic-tac del reloj de pie que tiene en el salón me recuerda que el tiempo ha pasado. Y que ya no somos jóvenes. Aún así, disfruto de sus estas salidas. Recuerdo una que fue hace unos meses. Mi cuñada Rachel, la esposa de Tyler y madre de Oliver, había muerto. Quise acompañar a mi hermano en estos momentos tan duros. Juntos velamos el cadáver de mi cuñada. Fue en el convento donde conocí, por fin, a Rachel. Desde entonces, Tyler se siente solo. Oliver y su mujer vienen a verle. Pero no es lo mismo.
            Permanecí mucho tiempo mirando el cuerpo sin vida de mi cuñada. Las manos me temblaban y no pude amortajarlo. Fue la esposa de Oliver la que se encargó de lavar el cuerpo de Rachel. Le puso un bonito vestido.
            Recibo de manera periódica cartas de mis hermanos. Son felices. Quiero pensar que son felices. Me alegro por ellos. Sé que uno de ellos, al menos, está al lado de la mujer que ama. De ella…No olvido la relación que me une tanto a Freddie como a Estelle. Están juntos. Tienen hijos. Y también tienen nietos.
            Yo no tengo ninguna de esas cosas. Ni nietos. Ni hijos.
            Pero he estado casada, aunque no sé dónde estará mi marido.
            No me importa decirlo.
            Mi matrimonio fue un fracaso. Me casé con Greg para olvidar a Jack. Pero no lo conseguí. Greg fue el primer hombre que me cortejó. Y creí que estaba enamorado de mí. Pensaba que no podía estar con el hombre al que yo amaba. Pero sí podía estar un hombre que estaba enamorado de mí. Fue el mayor error de mi vida. ¿Actuaría del mismo modo si pudiera volver a vivir? Creo que sí.
            He cometido muchas locuras a lo largo de mi vida.
            Me amparo en la excusa de que era joven. Y no me gustaba la vida que llevaba. Renegaba de mí misma por miedo. He presumido de ser muy valiente. Pero, a la hora de la verdad, he sido una cobarde. Me daba miedo estar con Jack no sólo por el hecho de que él estuviera casado.
            Me daban miedo los hombres en general. Una y otra vez, volvía a mi cabeza la imagen de mi madre muriendo desangrada tras sufrir un aborto. Yo estaba a su lado y lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer. La sangre no dejaba de manar de su interior. Coloqué toallas húmedas entre sus piernas. Apreté con fuerza sus muslos. Pero vi cómo mi madre se iba muriendo. Y no podía hacer nada para impedirlo.
            Tenía miedo de ser víctima de la lascivia de un hombre. Porque mi madre murió por culpa de la lascivia de mi padre.
            Voy a la capilla.
            Mis manos sujetan mi rosario. Era de mi madre. Mis manos tiemblan mientras sigo las cuentas del rosario. Mis manos son toscas. Han trabajado mucho.
-Ora pronobis-rezo.
            No me sale apenas la voz. Pienso que Dios me estará escuchando. Y debe de acordarse de esta pecadora. Me queda el consuelo de saber que pronto me reuniré con él. Y habré dejado de sufrir.
-Mater…-susurro.
            Suelo ir mucho al confesionario. Necesito descargar mi conciencia.
            El capellán se ha convertido en uno de mis principales apoyos. Escucha todos mis pecados. Nunca me ha juzgado. Lo cual agradezco.
-Ave María Purísima-digo.
-Sin pecado concebido-me dice el capellán.
-Padre, vengo a confesarme. No soy capaz de olvidar a Jack.
-Eso pasó hace muchos años, hija mía.
-Lo sé, Padre. Pero sigo enamorada de él.
            Acabo casi siempre llorando.
            Como ya he dicho antes, el único que viene a verme es Tyler. Es algo curioso porque nunca hemos estado muy unidos que digamos. Ahora, mientras paseamos por el jardín, parece que somos amigos de toda la vida. Incluso me atrevo a intercambiar confidencias con él. Sin embargo, no soy capaz de abrirle mi corazón.
-¿Cómo estás?-le pregunto durante nuestros paseos.
-Estoy viejo-responde Tyler-Y lo que es peor. Estoy cansado. ¿Y qué me dices de ti, Livie?
-Te recuerdo que soy la hermana Dulce.
-Tú eres mi hermana y te llamas Olivia. Y siempre serás mi hermana.
            Tiene razón, pienso.
            Siempre seré su hermana.
            Pienso mucho en Freddie y en Estelle. Ellos se enamoraron y pudieron ser felices. Pero tuvieron que luchar mucho para poder estar juntos. Las circunstancias les fueron adversas. Y siento que no les apoyé lo suficiente. Sólo estaba pensando en mí. Y en lo desdichada que era. Pequé de egoísta. Después de todo, Freddie es mi hermano y Estelle es mi prima. Me consuela pensar que, al menos, ellos son felices.
            No me importa haberle perdido la pista. No voy a negar que echo de menos a Jack, porque él fue mi primer y único amor. Pero…Sé cuál es mi deber como mujer. Y sé que jamás habría podido ser una buena esposa para Greg. Nuestro matrimonio fue deteriorándose con el paso de los años. ¿Años? Fue menos. Pero se me hicieron eternos. Insultos…Golpes…Infidelidades…Y no tendría que quejarme. Estelle es afortunada. Freddie la adora. Y, además, no viven en Dublín. Viven lejos. Cuando Freddie se marchó, se llevó consigo a su mujer.
            Están en casa.
            Repaso lo que acabo de escribir. Mi verdadero nombre es Dulce Olivia Sybil O’ Hara. Me cambié de nombre hace muchos años. Hace cuarenta y cinco años. Me siento vieja. Y también me siento cansada. Soy una mujer vieja. No puedo mirarme en un espejo.
            De hacerlo, vería muchas cosas.
            Las arrugas surcan mi rostro. Mi pelo se ha teñido de canas.
            Mis pasos son ágiles. O intentan ser ágiles. Pero me duele mucho la espalda. Y me canso cuando voy caminando por los corredores. Me duele, incluso, la mano cuando escribo. No le haré caso a los dolores. Voy a escribir.
            Pero Olivia no está muerta, deseo pensar. Una parte de ella todavía vive. Leo lo que he escrito. Antes, llevaba un diario. Todos llevaban un diario. Creo que toda la gente que conozco escribe un diario. Estelle…Freddie…Mi tía…Mi madre… Mi abuela…Alguna amiga…Alguna vecina…No conocí a mi abuela. Pero me han hablado de ella. De mi abuela…De mi bisabuela…De mi tatarabuela…
            En mi diario aparezco tal y como soy. Como siempre he sido. Nunca he querido cambiar. Ni puedo cambiar. O cómo era. Olivia vive. Soy consciente de ello. Olivia vive. Está viva. Viva…En esta celda…
            ¿Por dónde puedo empezar?
            Debo de empezar por el principio. ¿Y cuál es el principio? No tengo ni idea. Las historias de nuestros antepasados forman parte de nosotros.
            Una decisión simple puede cambiar tu vida. Y la vida de tus descendientes. ¿Cuándo empezó a moldearse mi vida? ¿Cuándo surgió la verdadera personalidad de Olivia O’ Hara? ¿Fue cuando murió mi madre? ¿O fue mucho antes? Antes, incluso, de nacer. Incluso…Antes de nacer mi madre.
            Ahora, no está la hermana Dulce Nombre de María. Ése es mi nombre en la abadía. La anciana monja que pasea despacio por el jardín. Que tiene que apoyarse en un bastón cuando camina por el corredor. Ahora, Olivia está aquí. Se dedica a escribir lo que le pasa. Lo que piensa. Lo que siente. Me arranco el corazón y lo pongo encima del escritorio. Tengo que ser sincera conmigo misma. Con todos…
            Se me nublan los ojos. No es por las cataratas, como dice el médico.
            Es por las lágrimas. Olivia ha sufrido mucho. Ha llorado mucho. Un día, se le secaron las lágrimas. Dejó de llorar. No…Dejé de llorar. No podía llorar.
            Trago saliva. Suspiro. No vale la pena, me digo. No llores. Porque llorar es de débiles. Y tú siempre has sido fuerte. No llores, Olivia.
            Hace años que no lloro. No puedo. No puedo llorar.
            Ni quiero llorar. No quiero que nadie piense lo que no soy. Lloré todas las veces que Jack me besó. Pero lo hice por miedo. Por miedo a pecar. Porque me había enamorado de un hombre casado. Y, que Dios me perdone, aún lo amo. No he vuelto a ver a Jack desde que me marché. Pero él ha seguido pensando en mí. En todos los besos que compartimos. En todo el amor que nos tuvimos. Me odio a mí misma. Pequé con Jack. Y sé que volvería a hacerlo de tener ocasión.
            ¿Por qué no dejo la abadía?
            Aún estoy a tiempo.
            Nunca pensé en ser monja. Nunca he tenido vocación religiosa. Mi estancia en la abadía es sólo una muestra más de mi cobardía. No soy capaz de enfrentarme al mundo. Es mejor permanecer aquí encerrada. Entre los muros de esta abadía…Ya ni me reúno en el refectorio con el resto de la congregación. No tengo hambre. No puedo leer bien si no llevo puestas mis gafas. Y, aún así, no consigo ver bien las letras.
            Sigo pensando en ver de nuevo a Jack. Quiero besarle y abrazarle. Quiero tocarle y quiero dejarme llevar por sus caricias. Recuerdo las pocas veces que he sido valiente en mi vida. Y han sido cuando he estado con él.
            No me arrepiento de haber yacido entre sus brazos. Volvería a dejarme llevar por sus besos de tener una nueva oportunidad. Volvería a abrazarlo. A sentir sus caricias. Lo haría de nuevo sin dudarlo. De ser de nuevo joven. Volvería a estar con él.
            No me miro en el espejo porque aquí no hay espejos. Pero no me reconocería con el hábito. De joven, me gustaba vestir pantalones y camisas de hombre. Me vería rara vistiendo un hábito de color negro.
            A veces, siento que voy disfrazada.
            Voy a la capilla. Rezo mucho por la salvación de mi alma.
            Está claro que no tengo vocación. Nunca la he tenido. Ingresé en la orden por desesperación. Me quería morir. Había intentado quitarme la vida. No lo había conseguido. Tenía miedo de mí misma. De lo que podía hacerme a mí misma.
            Por eso mismo, fui a la abadía. Había oído hablar de ella. Pensé que entre sus muros encontraría algo de paz en mi atormentado espíritu. Estaba desesperada. Necesitaba ayuda.
            Y la encontré. La Madre Superiora siempre ha sido muy buena conmigo. Ha sido como una madre para mí. Me ha cuidado. Me ha aconsejado. Me ha orientado. Yo tenía catorce años cuando murió mi madre. Y estuve demasiado apegada a mi padre. Pese a que éste no paraba de decepcionarme. Como decepcionó a mi madre.
            Porque necesitaba protegerme de mí misma. Porque estaba asustada. Porque… Deseaba morirme. Ahora, me siento segura.
            Cuando llegué, apenas probaba alimento. Había dejado de comer. La enfermedad que sufría tenía más que ver con mi estado de ánimo que con alguna enfermedad física. Pluma Roja tenía razón. Pluma Roja era un amigo mío. Era comanche.
            Los espíritus me torturaban. Me acosaban.
            He sufrido mucho a lo largo de mi vida. Y no he sido capaz de pelear por lo que quería.
            Y yo quería estar con Jack.
            He sido una cobarde.
            Me arrepiento de ello.
            Me costó trabajo salir de mi celda y reunirme con las demás hermanas en el refectorio a la hora de comer. Un día, a la hora de comer, tuve valor para hacerlo.
-Olivia-me dijo la Madre Superiora.
            Recuerdo que estaban dando cuenta de un plato de sopa.
-Tengo hambre-le informé.
-Eso es una excelente noticia-se congratuló la Madre Superiora.
            Me senté a la mesa. Me sirvieron un plato de sopa.
            Me dieron una cuchara.
            Empecé a dar cuenta de aquel plato de sopa.
-No molesten a la señorita O’ Hara, hermanas-pidió la Madre Superiora.
            No hablé con nadie. De hecho, apenas hablo con las demás hermanas.
            Decidí tomar los hábitos. No quería saber nada del mundo. Me sentía traicionada por éste. No podía regresar a Streetman. No podía estar con Jack. No era digna de estar con ningún hombre. Y mi marido debía de seguir disfrutando de la vida al lado de su zorra.
-Reverenda Madre-recuerdo que le dije.
            Estábamos en su despacho.
-¿Cómo se encuentra, Olivia?-me preguntó.
-Estoy mejor, gracias-respondí-Madre, necesito comentarle una cosa.
-¿De qué se trata?
-Se trata de mí. He tomado una decisión.
-¿Con respecto a qué?
            Entonces, le conté que había decidido tomar los hábitos. Ella se alegró mucho. Me dijo que siempre tuvo la certeza de que yo tenía alma de monja.
-Usted no me conoce bien, Reverenda Madre-sonreí.
            Entró una novicia. Nos sirvió el té.
-Necesita paz para su espíritu, Olivia-me comentó la Madre Superiora.
-Y eso es lo que busco-insistí-Necesito protegerme. Hay muchos malos espíritus que me atormentan.
-Una curiosa manera de ver las cosas.
-Me lo dijo una amiga en Streetman. Fue antes de venir a Dublín.
-Entiendo.
            No le hablé de Dos Nubes. No sé si la Madre Superiora habría entendido la espiritualidad de los comanches.
            Pasé un periodo de prueba.
            Había que comprobar si mi vocación era auténtica o si no lo era. Otra joven entró en la abadía casi al mismo tiempo. Nos pusieron en la misma celda. Recuerdo que apenas nos hablábamos. No nos hicimos amigas. A decir verdad, nunca he hecho una amiga desde que estoy aquí. Todas las monjas que formaban la congregación cuando yo llegué han muerto. Sólo quedan unas pocas. Las demás han ido llegando con el paso del tiempo. Algunas, muy pocas, han decidido irse.
            Pienso de nuevo en mi compañera de celda.
            Ella pasaba mucho tiempo escribiendo a su familia. Y yo estaba casi siempre trabajando en el huerto. Necesitaba trabajar y sentirme útil. Me dejaban entrar en la biblioteca de la abadía. Devoré con ansia todos los libros que encontré. No me di cuenta y fue pasando el tiempo. Por las noches, me metía en mi celda que compartía con la otra joven. Nos poníamos el camisón sin mirarnos. Ella tenía la costumbre de cepillarse el pelo antes de acostarse. No tenía vocación religiosa. Vivía demasiado apegada a la vida terrenal.
            Nos acostábamos en nuestros respectivos camastros casi sin hablarnos.
            Al cabo de algún tiempo, entré en la celda. La vi preparando la maleta. Me dijo simplemente que se iba. No hice más preguntas.
            Superé con éxito el periodo de prueba y me hice postulante. Al cabo de dos años, me hice novicia.
            Dos años después, pasé un año de formación teológica.
            Finalmente, tomé los hábitos.
            Ya era monja. Hice votos de caridad, de humildad, de pobreza y de castidad. Durante todos estos años, he procurado no romper ni uno solo de esos votos.
            Creo que lo he conseguido. A medida que iba pasando el tiempo, empecé a cambiar.
            Me he hecho vieja.
            No me atrevo a mirarme en un espejo.
            Los años no perdonan. Quiero pensar que me conservo bien. Al vivir alejada del mundo, no he sufrido mucho. Pero todos mis sufrimientos vienen de mi interior. De los recuerdos que aún me siguen acosando. Cuando me acuesto por las noches en mi camastro, cierro los ojos. Y empiezo a pensar.
            Veo a Jack inclinándose sobre mí para besarme.
            Puedo escuchar el sonido de su voz.
            Vuelvo a ser joven.
            Mi cabello se torna de nuevo de color caoba.
            Vuelvo a ser ágil.
            Siento cómo mi corazón vuelve a latir con energía. Cómo noto la sangre corriendo por mis venas. Y quiero saltar un tronco caído montada a lomos de mi yegua Yasmina. Entonces, dejo de sentir rencor hacia Kimberly. Ella no tiene la culpa. Sólo se enamoró de mi padre. Y él le correspondió. Fue un error mío no entenderlo.
            Me he ganado una cierta fama en la abadía. Las postulantes creen que soy antipática. Las monjas que son de mi edad (cada vez son menos) piensan que soy sólo callada. Son las que mejor me conocen. Las monjas más maduras piensan que sólo soy una viejecita excéntrica.
            No saben la verdad. Nadie me conoce de verdad. No hablo con nadie porque no me atrevo a abrirme a nadie.
            Ni siquiera le he hablado a Tyler de Jack.
            No me atrevo. Me daría vergüenza. Tyler podría opinar lo peor de mí.
            No sería cierto. Pero lo pienso.
            Mi pecado fue enamorarme de un hombre caso. Mientras lo pienso, lo escribo. Es mejor que la gente lo sepa. Que se sepa que siempre he amado a Jack Mackenzie. Y que lo amaré hasta el día de mi muerte. Freddie se enamoró de Estelle a pesar de que él también estaba prohibido para ella. Pero Estelle y Freddie, al contrario que yo, no huyeron de su amor. Plantaron cara al destino. Lucharon por estar juntos. Y lo consiguieron.
            Y yo, en cambio, estoy sola por culpa de mi cobardía.
            Por mi cabeza pasan imágenes. Son imágenes de mi pasado. De todo lo que he visto. Imágenes de la gente que quiero. Que ahora son felices.
            Es el pasado. Aparece ante mí. Intento evitar esas imágenes. Pero no lo consigo. Veo a Estelle y a Freddie. Les veo paseando por el jardín de la abadía. Les oigo hablar. Se susurran cosas al oído. Se ríen por lo bajines. Van cogidos de la mano. Vuelven a ser jóvenes. Y los recuerdo así. Jóvenes…
            Te amo. Te necesito. Te deseo. Te anhelo. Quédate conmigo. Quédate siempre conmigo.
            Yo también te quiero. Yo también necesito estar contigo. Nunca me dejes.
            Prométeme que estaremos siempre juntos.
            Están desnudos. Me incomoda pensar en mi hermano desnudo. Veo a Freddie con la cabeza apoyada en los pechos de Estelle. Los dos se miran y acaban intercambiando besos apasionados. Se acarician con las manos. Se acarician con los labios. Se lamen el uno al otro. Las manos de Freddie se pierden entre las piernas de Estelle. Así lo he visto. Vuelven a besarse apasionadamente. Freddie la besa en los pechos. La besa en los muslos. El momento se prolonga. Ella le habla. Le acuna. Le besa. Llena de besos el rostro de Freddie. Le acaricia el pelo. Freddie le chupa los pechos.
            Los veo el uno en el interior del otro. Se mueven al unísono. Se atraen el uno al otro. Se restriegan. Lo que hacen no me parece que sea inmoral. Ni que sea sucio. O que sea pecaminoso.
            Se aman. Se lo demuestran de este modo.
            Ha pasado mucho tiempo.
            Pero todavía está fresca esa imagen en mi cabeza. El momento en el que descubrí la clase de relación que unía a mi hermano con mi prima.
            Una relación que no mantuve con Jack. Porque mi pudor lo impidió.
            El mundo que conozco ha cambiado. No puedo verlo. Pero me han hablado de cosas que me asustan.
            Por ejemplo, existen unos aparatos que permiten hablar con una persona en la distancia aunque tú no la veas. Y hay unos chismes con motor que funcionan y que hacen las veces de carruaje. ¡Eso es ridículo!, pienso. Las novicias dicen que es verdad. Nunca lo he visto.
            Nadie viene a verme. Pero sí vienen de visita los familiares de otras monjas. Sé más o menos cómo funciona el mundo. He hablado con ellos. Les hago preguntas.
            Y ellos me hablan. Me cuentan cosas en los locutorios.
            Sé lo que soy para ellos. Una vieja chocha…Pero hubo un tiempo en el que fui joven. Y estaba llena de vida. Hubo un tiempo en el que amé y fui amada.
            Pero cometí muchos errores. Tuve miedo. Lo he dicho antes. No me molesta nada admitirlo. Fui una cobarde que no supo luchar por lo que de verdad quería.
            Sigo escribiendo. Es necesario que deje constancia de todo lo que me ha pasado. Me pregunto si ha sido culpa mía. O si ha sido culpa de la educación que recibí de mi madre. O si todas las cosas que hicieron mis antepasados han tenido algo que ver con la vida que he llevado. Son preguntas que no tienen respuesta. Que carecen por completo de sentido.
            Oigo los cuchicheos de las postulantes.
            Las oigo pasear por el corredor. Sus pasos son suaves y tranquilos. Antes, mi paso era firme y decidido. Recuerdo que caminaba dando largas zancadas. Una sonrisa se escapa de mis labios.
            Pareces una marimacho, Livie.
            ¡Es la voz de Kimberly!
            Necesitas aprender buenos modales.
            ¡Es la voz de mi padre!
            Nunca cambies. Sigue siendo tal y como eres. La Olivia de la que estoy enamorado.
            ¡Es la voz de Jack! Casi puedo sentir sus labios tocando los míos.
            Mis ojos se llenan de lágrimas. Soy una vieja sensiblera. Lloro por todo, aunque no quiera.
            Y dejé escapar el amor. No puedo viajar atrás en el tiempo. No puedo cambiar mi pasado. Pero sí puedo recordarlo. Me quedan los recuerdos. Y es en ellos en los que busco refugio. Consuelo…
            Y quiero plasmar mis recuerdos en un papel. Por lo menos, quiero dejar constancia de mi paso por este mundo. No quedará nadie para que me recuerde.
            Pero alguien leerá estas líneas. Y dirá que, al menos, Dulce Olivia Sybil O’ Hara vivió como pudo su vida.



FIN


martes, 2 de diciembre de 2014

ARGUMENTO DE "EN LO PROFUNDO DEL ALMA"

Hola a todos.
Una de las historias que he terminado a lo largo de este año que está a punto de finalizar es En lo profundo del alma. 
Empecé a escribir esta historia hace un par de años. Pensaba que sería un gran novelón, pero la dejé a medias cuando iba por la tercera hoja.
Sin embargo, siguiendo con la tónica que he adoptado en los últimos tiempos de terminar todo lo que empiezo, me animé a terminar esta novela. Y quiero probar suerte con ella. Que vea la luz. Porque siento que esta historia vale la pena contarla.
Aquí os dejo con el argumento de En lo profundo del alma. 
Deseo de corazón que os guste.

                             Cuando el joven Simon MacNeed conoce a Heather Daher, siente que ha encontrado a su alma gemela. Tras un breve cortejo, se casan, pero el matrimonio es un fracaso que ninguno de los dos quiere reconocer. Tras la trágica muerte de Heather, Simon decide abandonar Londres, la ciudad en la que vive, para irse a vivir a la casa de sus tíos, en la isla de Lundy, con el propósito de intentar olvidar. Sin embargo, no podrá luchar contra los sentimientos que su prima Natalie despierta en él.

sábado, 22 de noviembre de 2014

EL "BOOK TRAILER" DE MI NOVELA "CUANDO TODO ESTO TERMINE"

Hola a todos.
Ahora, me toca a mí hacerme promoción.
Aquí os traigo con el precioso book trailer que ha hecho nuestra amiga Citu de mi novela Cuando todo esto termine. 
No se trata de mi novela más alegre y se sale mucho de lo que suelo escribir (transcurre en el año 1964 y es más bien una novela dramática que romántica), pero deseo que tenga una oportunidad.
El book trailer lo podéis ver en el canal que tiene Citu en Youtube, el cual recomiendo.
¡Deseo de corazón que os enamore este hermoso book trailer!
Os dejo el link donde podéis verlo:

https://www.youtube.com/watch?v=OWizhGGMNWk&feature=youtu.be



domingo, 16 de noviembre de 2014

PIDE AYUDA

Hola a todos.
Hoy, os dejo con otro consejo.
Cuando más desesperado estés, pide ayuda. Puede que se trate de algo nimio. O puede que sea algo importante.
Pero no dudes nunca en pedir ayuda. Intenta tú solo salir del apuro como puedas.
Sin embargo, a veces, sentirás que no puedes tú solo llevar a cabo tu empresa. O puede que necesites apoyarte en alguien porque sientes que te vas a venir abajo.
En esos momentos, es cuando más necesitas la ayuda de los demás. La gente que te quiere de verdad correrá a tu lado a ayudarte. Entonces, sabrás en quién puedes apoyarte. Quién es tu verdadero amigo. Quién lo da todo por ti. Tanto en una cosa que podría parecer insignificante. Como en algo que sea muy importante. Los amigos de verdad siempre estarán a tu lado. Nunca dudes de eso.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

CUANDO ESTÉS AGOBIADO

Hola a todos.
Hoy, os dejo con una reflexión. En realidad, se trata de algo que he ido aprendiendo con el paso del tiempo. Puede que se me olvide con el paso del tiempo. Pero quiero dejar constancia de ella en este blog con el deseo de que no se me olvide.
Cuando te sientas agobiado por todo, párate un instante. Respira hondo. Y vuelve a la lucha.
Pero, antes de seguir luchando, descansa un poco por tu propio bien.
Podrás seguir batallando por todo lo que consideras justo. Un sueño...Alguien a quien quieres. Pero recuerda que tienes que descansar un poco. Así te sentirás con más fuerzas.

lunes, 10 de noviembre de 2014

UN CONSEJO

Hola a todos.
No soy de dar consejos a nadie. Opino que cada uno es libre de hacer lo que piensa que debe.
Pero siento que este consejo merece ser compartido.
Durante mucho tiempo, me ha costado trabajo sacar a la luz mis escritos porque me avergonzaba de ellos. Sentía que estaban mal escritos. Que no eran nada interesantes.
Uno no puede avergonzarse de sus relatos. Esos personajes que aparecen en esos relatos son como hijos tuyos porque, de algún modo, tú les has dado la vida. Avergonzarse de ellos es como avergonzarse de un hijo.
Y no debería ser así.
Escribimos lo que queremos y como lo queremos.

domingo, 9 de noviembre de 2014

LADY REBECCA ALEXANDRA SHELDON

Hola a todos.
Sé que tengo bastante descuidado este blog.
Tengo preparada una sorpresa que desvelaré, Dios mediante, antes de que acabe este mes.
Poco a poco, a lo largo de esta semana, os iré desvelando algunos datos.
Otra cosa que estoy haciendo es seguir con el buen consejo que me dieron hace mucho tiempo (y el cual agradeceré eternamente) de terminar todo lo que empiezo.
En este caso, estoy terminando una novela que transcurre en el Londres de 1956. Se trata de La última integrante y es una historia más bien dramática, aunque con algunos tintes románticos.
Empecé a escribirla cinco años y, como me ha pasado tantas veces, la dejé cuando iba por la mitad. La he retomado hace unos días y estoy corrigiendo algunas cosas que no terminaban de convencerme y espero terminarla antes de que acabe el mes.
Lady Rebecca Alexandra Sheldon es el nombre de su protagonista y el personaje que os quiero presentar.
Es la esposa de lord Jasper Sheldon, conde de Lovejoy. Rebecca tiene treinta y cuatro años. Vive obsesionada porque es la última integrante de su familia por la vía paterna y porque es incapaz de tener hijos. Se casó muy enamorada de su marido, pero los años y el comportamiento de éste (en ocasiones, bastante malo) han hecho que Rebecca se esté desenamorando de él progresivamente. Una fuerte tragedia golpea su vida de un modo inesperado.
Rebecca es una mujer que sufre y que llora. Que se aferra a su dignidad. Puede ser terca y orgullosa. Pero se mantiene fiel y leal así misma. Es una mujer que se siente obligada a levantarse y a pelear. Aunque no tenga fuerzas para hacerlo.
He imaginado a Rebecca con el rostro de la actriz Lauren Bacall. Hay mucha elegancia en su porte, como hay también elegancia en el porte de Rebecca. Son dos mujeres hermosas sin entrar en los cánones típicos. Hay determinación en la mirada de Lauren. Y su rostro refleja, a mi entender, mucha dignidad.
¿Creéis que Lauren podría ser una perfecta Rebecca?

martes, 28 de octubre de 2014

RETO: EL FANTASMA DEL TORO

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí os traigo el relato del reto del blog "Acompáñame".
Se trata de un relato que empecé hace once años y del que sólo escribí media página.
Pero aquí está. Terminado y listo para formar parte de la Antología.
Espero que os guste.

                                  Corría el año 1621.
                                  Y era un sábado más en Tordesillas.
                                  Los sábados eran días de ensayos en el coro de la Iglesia de Santa María. Todo el coro estaba compuesto por las monjas que mejor cantaban. Todas ellas procedían del Monasterio de Santa Clara, situado en las afueras de la ciudad. La hermana María Inocencia era una de las monjas más jóvenes. Había entrado en el convento de forma voluntaria y porque estaba segura de su vocación. Había ingresado en la orden cuando sólo tenía quince años y ya había cumplido veinte. No en vano, resultaba muy difícil no fijarse en alguien como la hermana María Inocencia.
            Se había cortado los rubios cabellos cuando tomó los hábitos, a la tierna edad de diecisiete años y medio, pero le habían vuelto a crecer y los tenía tan largos que le rozaban los muslos si llegaba a quitarse la toca, cosa que nunca ocurría en público. Los tenía muy abundantes y, pese a que frecuentemente tenía que cortárselos, ya no lo hacía porque le crecían de manera instantánea. Aún era una mujer joven, pensaban sus hermanas de orden. Mientras ensayaban, éstas no podían dejar de pensar en que la hermana María Inocencia, además de joven, era una mujer hermosa, muy hermosa. También tenía una voz muy dulce y delicada; era la que mejor cantaba del coro. La hermana María Inocencia tenía unos enormes y preciosos ojos de color azul cielo.
                               Isabel Duarte era la mejor amiga de la hermana María Inocencia. Con mucha frecuencia, acudía al convento a visitarla. Al terminar los ensayos con el coro, la hermana María Inocencia acudió al locutorio donde la estaba esperando Isabel. 
                              Unas celdillas separaban a las dos amigas. Isabel había notado aquel sábado más distraída que de costumbre a su amiga. 
-¿Te has enterado?-le preguntó María Inocencia con nerviosismo. 
                              Isabel había oído algunos rumores. Pero no se atrevía a repetirlos en voz alta entre los muros de aquel lugar tan sagrado. 
-Debe de ser obra del demonio-afirmó la hermana María Inocencia, santiguándose. 
-Son sólo rumores-replicó Isabel, con nerviosismo. 
-Los toros son como las personas. Una vez, oí que las personas que morían asesinadas regresaban de la tumba para vengarse de sus asesinos. 
-No me lo creo. He estado en las fiestas. Los toros no se levantan después de muertos para matar a cornadas a sus asesinos. 
-Rezo mucho desde que escuché ese rumor. 
                          Isabel abandonó el locutorio al cabo de un rato. Intentó no pensar en la conversación que había mantenido con la hermana María Inocencia. Se sentía rara al ir a visitar a su mejor amiga al locutorio. Después de todo, de las dos, su amiga Chencha había sido la más impulsiva. La más apasionada...
                           Hasta que decidió ingresar en un convento. Quería ser monja. 
                          Su vocación era auténtica. Nadie dudaba de ella. 
                          La doncella de Isabel la estaba esperando en el jardín del convento para irse. 
                           Horas después, Isabel salió de su casa sin ser vista. Empezó a caminar en dirección a la orilla del río Duero. Había aprendido a ser sigilosa cuando se trataba de escabullirse de casa. Era su mayor secreto. Ni siquiera se lo había confesado a la hermana María Inocencia. Lo cierto era que Isabel se había enamorado. Su familia no estaba al corriente de aquella historia de amor. Cuando Isabel llegó al lugar donde se encontraba con su amado, ya había anochecido. Oyó a lo lejos algo que le recordó al mugido de un toro. 
                           Hay toros y vacas pastando por aquí cerca, pensó Isabel. Pero aceleró el paso. 
                           Isabel era una joven muy hermosa. Poseía un largo cabello de color negro que llevaba recogido en un moño. Sus ojos eran de color gris oscuro. Y sus facciones eran delicadas. 
                           Ya estaban apareciendo en el cielo las primeras estrellas. Iba a ser una noche clara y despejada. Isabel llegó a la orilla del río Duero y esperó la llegada de su amado, Esteban.
                          El rumor que circulaba por la villa era que varias personas habían sido corneadas durante la noche por un misterioso toro que aparecía como de la nada.
                         Fue Esteban el que le habló de aquel rumor a Isabel. Se decía que en el pueblo había una bruja que había hecho traer del Más Allá al toro que había sido lanceado durante las fiestas, celebradas dos meses antes. Una vecina del pueblo había sido detenida unos días antes acusada de brujería. Por supuesto, Isabel no creía en la existencia de las brujas. Dos hombres y dos mujeres habían sido heridos por cornadas de toro durante un encuentro furtivo en el monte. Un hombre había muerto a consecuencia de las heridas provocadas por asta de toro cuando regresaba de Zamora a pie. Cuando la hermana María Inocencia se enteró de la muerte de aquel hombre, se desmayó en el corredor del convento. Se decía que la joven lo había amado en secreto antes de entrar en el convento.
                        El viento sopló y agitó los mechones de pelo que se le escapaban a Isabel de su moño. La idea de toros fantasmales que surgían de la nada para cornear a personas le pareció absurda.
                        Tanto sus padres comos sus hermanos le decían que había algo raro en ella. Isabel era la tercera de tres hermanos. Y sus dos hermanos mayores eran varones. Uno de ellos se había casado no hacía mucho. El otro estaba a punto de casarse con la sobrina del Corregidor de la villa. Isabel no creía para nada en la existencia de las brujas. Su madre opinaba que eso la convertía en alguien vulnerable a sus poderes malignos. 

                          Esteban e Isabel se conocían desde hacía poco tiempo. Fue durante el conocido como El Torneo del Toro de la Vega cuando se conocieron. Esteban era un joven de buena familia, natural de Simancas. Sin embargo, debido a su carácter inquieto, no quiso permanecer en la casa solariega, aprendiendo junto a su padre a administrar sus bienes. Se dedicaba a viajar sin rumbo fijo por toda la comarca. Vio por primera vez a Isabel Duarte asomada por la ventana del salón de su casa. El toro había sido soltado en la Plaza. Recorría las calles de la villa. Era un día 8 de septiembre. Se celebraba la festividad de la Virgen de la Peña, la patrona de la villa. Los hermanos y el padre de Isabel iban montados a lomos de sus respectivos caballos. Estaban esperando la llegada del toro en el Campo de Honor. Isabel y su familia vivían en la Calle del Empedrado, el lugar por donde pasó el toro. Atravesaron el puente que bajo el cual pasa el río Duero. Los vecinos de la villa siguieron a los lanceros y a los picadores. Esteban se percató de lo pálida que estaba Isabel al llegar a la zona del Cristo de las Batallas. 
-¿Vuestra Merced se encuentra bien?-le preguntó Esteban a Isabel, acercándose a ella. 
-No puedo soportar ver cómo le matan de una forma tan horrible-respondió la joven. 
-¿Sois de aquí?
-He vivido en Tordesillas toda mi vida. He nacido aquí. Y todavía me aterra ver cómo le matan al pobre animalillo. 
-No miréis. 
                          Esteban se llevó a Isabel a un aparte a escondidas de la madre de la chica. De aquel modo, Isabel no vio cómo los lanceros clavaban sus lanzas en el costado del toro. Esteban le contó que era oriundo de Simancas. Que tenía dos hermanas mayores de él que estaban casadas. Y que estaba recorriendo la comarca. Isabel, por algún extraño motivo, se sintió cómoda con él. 
                       La joven le dijo a su madre que regresaba a casa porque le dolía mucho la cabeza. La madre nunca supo que Esteban acompañó a Isabel a casa. Y fue en ese momento cuando empezó todo. 
                      Uno de los antiguos pretendientes de la hermana María Inocencia fue el ganador del torneo. Y fue aclamado por todos los vecinos de la villa. Sin embargo, Isabel no lo vio. 
                       No quería saber quién había ganado el torneo. Pero sus padres y sus hermanos se lo contaron. Fue cuando regresaron a casa, horas después. Isabel estaba acostada en el sofá. Se percató de que su cuñada estaba igual de pálida que estaba ella cuando se marchó con Esteban. 
                     El toro ya estaba muerto. Se lo llevaron dejando atrás un reguero de sangre. A los pocos días, empezaron a surgir los rumores. 
                      Isabel y Esteban empezaron a verse. Él estaba muy interesado en ella. Sentía que había algo en Isabel que la hacía diferente de todas las mujeres que había conocido. Su experiencia en aquel terreno era más bien escasa. Pero sentía que podía hablar con Isabel de cualquier tema. 
                       A los dos días, le robó a Isabel su primer beso de amor. Fue Esteban el que enseñó a Isabel a besar. 
                      Al tiempo que Isabel y Esteban se enamoraban, comenzaron los rumores. Al principio, Isabel no les dio demasiada importancia. Empezó una mujer diciendo que había estado con el ganado buscando un refugio en una cueva en una noche de tormenta que la sorprendió a la intemperie cuando vio salir de la nada un extraño toro. Parecía ser sólo un espíritu porque no se le veía cuerpo. Sus ojos eran de color rojo como la sangre. Y estaba sangrando de manera abundante por los costados. Corría por la vega mugiendo de un modo extraño. Relatos similares a los que dio aquella pastora se sucedieron con el paso de los días. Luego, apareció el primer herido, un rico comerciante que estaba de paso por Tordesillas. Lo encontraron malherido al día siguiente, con una cornada en el pecho. Deliraba y hablaba de un toro que parecía haber salido del Infierno. Y el terror se desató entre los vecinos. 
                              La misma noche en la que murió el hombre al que la hermana María Inocencia amaba en secreto, Isabel se entregó a Esteban por primera vez a la orilla del río Duero. 
                            Los dos yacieron desnudos sobre la hierba y la mano de Esteban se posó sobre un pecho de Isabel. La joven se atrevió a acariciar el cuerpo desnudo con sus manos de aquel joven que se convirtió en su amante. Los labios de ambos se encontraron y se fundieron en un beso cargado de pasión que era difícil de contener. No podían dejar de besarse. Se besaron muchas veces de manera larga y ardiente. Isabel lo tocó por todas partes. Y Esteban recorrió muchas veces con sus manos el cuerpo de Isabel. La besó en el cuello, sintiendo la suavidad de su piel. Llenó de besos su cara. Besó sus hombros. Esteban era un joven alto y esbelto. Pero estaba bien formado. 
                        Lamió los pechos de Isabel. Y se atrevió a chuparle un pezón. La estrechó con fuerza entre sus brazos. Al mismo tiempo que la besaba con fuerza en la boca, su cuerpo invadió el cuerpo de ella. Isabel apenas sintió dolor cuando Esteban la hizo suya, rompiendo su virginidad. Isabel rodeó con sus piernas la cintura del joven. Y los dos se movieron al mismo compás. Los gritos que ambos profirieron se oyeron en toda la vega, mezclados con los gritos de dolor que profirió un hombre que había sido embestido y corneado por un toro que no supo nunca de dónde salió. 
                         Al mismo tiempo, Esteban descargó en el interior del cuerpo de Isabel. Los dos permanecieron tumbados sobre la hierba. Sin dormir. Mirando al cielo. De vez en cuando, se besaban. Permanecieron abrazados. 
                         A partir de aquella noche, Isabel y Esteban se arrojaban el uno en brazos del otro siempre que se veían. 
                      Caían sobre la hierba. Se desnudaban el uno al otro mientras se besaban. Se besaban de manera larga y profunda en la boca. Se abrazaban. Se acariciaban el uno al otro con las manos. Se acariciaban el uno al otro con los labios. Esteban chupaba un pecho de Isabel. Y sus cuerpos eran los que hablaban por ellos.
Me ha quedado un relato romántico con tintes de misterio. 
¡Pero ya era hora de que lo terminara!