martes, 28 de enero de 2014

MARY POPPINS

Hola a todos.
Anteayer domingo, La 1 emitió la película Mary Poppins. 
Hacía años que no la veía y, como no tenía nada que hacer, me puse a verla.
Pensé que me iba a parecer muy infantil, pero no fue así.
De algún modo, me permitió reencontrarme con la niña que una vez fui. Con la niña alegre que quería pensar que el mundo era un lugar bonito en el que vivir.
Mary Poppins es una película alegre y optimista por los cuatro costados. Nos enseña a vivir el momento con ilusión. A enfrentarnos a nuestros mayores temores (muy buena la escena en la que el padre de Jane y Michael va al banco y acaba plantándoles cara).
Refleja cómo era la vida en el rígido Londres de finales del siglo XIX. Cómo eran las relaciones entre padres e hijos, marcadas por la distancia y por cierta frialdad. Michael y Jane se sienten solos y abandonados. Mary Poppins no será sólo su niñera. El deshollinador Bert no será sólo un amigo. No son personajes mágicos cargados de alegría. Son los padres que ellos desean tener. Que jueguen con ellos. Que hagan cosas con ellos. Que se interesen por ellos. Los viajes nocturnos son el deseo de Michael y Jane de estar con unos padres cariñosos y no con unos padres distantes.
Nos hace ver que hay cosas, por muy pequeñas que sean, que merecen la pena. Disfrutemos de lo que tengamos y valoremos a las personas que tenemos a nuestro lado.
Mary es la niñera que todo niño sueña. Alegre, dicharachera. Que te enseña mediante canciones. Un proyecto de nuestros más profundos anhelos...Es ella la que lleva el color y la luz a un Londres sombrío.
Mary Poppins es la proyección de nuestros sueños de la infancia. De cuando teníamos fe en el mundo y en la gente que nos rodeaba.
Visionarla me ha hecho reconciliarme un poco con el mundo.
Y, por supuesto...

¡Supercalifragilísticoespialidoso!


La canción que os dejo se repite más que la frase más conocida. Con un poco de azúcar habla también de los momentos en los que llegamos a un punto de inflexión en nuestra vida. Tenemos que tomar una decisión. O cambiamos para mejor o seguimos con nuestras vidas tal y como las conocemos. O cuando tenemos que pasar por un mal trago que puede ser decisivo para nosotros. Se la canta Bert al padre de Jane y Michael momentos antes de que éste vaya al Banco y termine encarándose a sus jefes. 

lunes, 27 de enero de 2014

LA VIUDA DE LA ATALAYA

Hola a todos.
Hoy, retoma a este blog, aunque sólo sea en un breve fragmento, La viuda de la atalaya. 
¿Os acordáis de Nicole Bascomb, una joven a la que la vida había maltratado y cuyo espíritu vagaba por el castillo de la isla de Saint Patrick? ¿Os acordáis de Stephen? ¿Y de las primas Vanessa y Erin?
Bueno, aunque sólo sea por hoy, aquí os dejo con este fragmento de La viuda de la atalaya. 
Espero, de corazón, que os guste.

                             Una criada sirvió de postre, a la hora de la cena, muffins de plátano con canela. Vanessa cogió un muffin y le dio un mordisco.
-Está delicioso-le indicó a Erin.
                           La joven cogió un muffin y le dio un mordisco desganado.
                          Se respiraba un ambiente raro en el comedor.  Todo el mundo lo percibía.
                           Vanessa podía sentir que Nicole Bascomb estaba cerca de Erin. Las profundas ojeras que surcaban los ojos de su prima así se lo indicaban.
                            Vanessa se puso tensa. No sabía qué era lo que quería Nicole de Erin.
-Si quieres, puedes dormir en mi habitación esta noche-le ofreció.
-No, gracias-negó Erin-Estoy bien en mi cuarto.
-Es un poco fría.
                          Lucille y Joseph empezaron a hablar de tonterías. Vanessa les fulminó con la mirada. Intentaban fingir que Nicole no estaba allí con ellos. Pero el espíritu de aquella mujer estaba al lado de Erin. Vanessa le palmeó la mano a su prima.
                          Erin sintió que se estaba asfixiando. Alguien me está mirando, pensó la joven. ¿Acaso era cierto que el fantasma de Nicole la estaba acosando? No era sólo tristeza lo que sentía por la muerte de Bastien. Era algo más que dolor por su muerte. Por su traición...
-¿No tienes hambre, querida?-inquirió Lucille.
-No tengo mucha hambre, tía-contestó Erin-Tengo el estómago revuelto.
                       Vanessa le acarició el rostro con la mano.

 

                          Joseph bebió un sorbo de su copa de vino.
                          De pronto, la mesa tembló. Erin empezó a chillar con fuerza. Vanessa intentó calmarla como pudo. Joseph estuvo a punto de atragantarse. Lucille se puso pálida como la cera.
-¿Qué ha sido eso?-preguntó, muy nerviosa.
-Uno de nosotros le ha dado una patada a la mesa sin darse cuenta-respondió Joseph.
-No hemos sido nosotros-negó Erin-¡Ha sido Nicole!
                       Vanessa le rodeó los hombros con el brazo.
                       Le latía muy deprisa el corazón. Dio gracias a Dios porque estaba sentada. De haber estado de pie, posiblemente, se habría desmayado.
-Erin, cariño, no existen los fantasmas-le aseguró Joseph a su sobrina-Esa mujer no existe. Existió hace muchos años. Pero murió. Su cuerpo descansa en paz. No le hemos hecho nada.
                       Erin rompió a llorar. Vanessa pensó que su padre les estaba mintiendo porque no quería asustarlas. El fantasma de Nicole no les iba a dejar nunca en paz, pensó. Y estaba dispuesta a llevarse consigo a Erin. No sabía lo que quería. No sabía nada.
                       No dejaré que haga daño a mi prima, decidió Vanessa con firmeza.

Hoy es un día especial por varios motivos.
Hoy es el aniversario del blog "Enamorada de las letras", de nuestra amiga Judtih Álvarez, más conocida como Citu. El blog cumple la friolera de ¡4 años! En la blogsfera, son muchos años. Yo espero que siga muchísimos más años en activo. ¡Y que nosotros lo veamos!
Os invito a que os paséis por su blog. Os enamorará su novela Melodías prohibidas. 
Las ventas de la novela El viaje, de nuestra buena amiga Anna Soler Segura, van viento en popa. ¡Y que así sea!
Para las dos, ¡Felicidades!
Y que este año esté lleno de éxitos y de alegrías para las dos.
Sois maravillosas y dos grandes amigas.
¡Os queremos muchísimo!



viernes, 24 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Después de haber estado desde el lunes sin pasarme por aquí, retomo mi novela Segundas oportunidades. 
En este fragmento, veremos cómo Jonathan habla con Edith y aclara algunas cosas.
Este episodio se lo dedico a nuestra buena amiga Judith Álvarez, más conocida como Citu. No está pasando por un buen momento y es una incondicional de la pareja Jonathan-Margaret. Le dedico a ella el momento en el que Jonathan se aclara.
Aunque...¡Mejor será que no siga hablando!
Espero que os guste.

                        Jonathan encontró a Edith al día siguiente en el salón. La joven se encontraba sola. Sin embargo, Jonathan escuchó a Margaret en su habitación corriendo la silla de su escritorio.
-Tenemos que hablar-le dijo a Edith.
-¿De qué se trata?-inquirió la chica.
                    Jonathan se sentó a su lado, en el sofá. Edith estaba bordando un pañuelo.
-Es sobre lo que pasó en la biblioteca-contestó Jonathan-Ya sé que no pasó nada. Pero noté que había algo raro en el ambiente. Y he de aclarar algunas cosas. Lo último que quiero es hacerte daño, Edie.
                     La chica dejó de bordar. Había llegado el momento de dejar atrás sus sueños de la niñez.
-Ya lo sé-admitió.
                      Respiró hondo.
                     Jonathan pensó de nuevo en Abby. Su hermosa esposa siempre formaría parte de su vida y la querría por siempre. Recordaría su esbelto cuerpo. Lo alta que era. Su cabello largo y rojo que caía de manera desordenada por su espalda. Sus hermosos ojos de color verde.
-Cuéntamelo-le pidió Edith-Sigo siendo tu amiga.
-Siento algo muy fuerte por tu prima Margaret-se sinceró Jonathan-He decidido cortejarla. Quiero casarme con ella si este sentimiento persiste. He sentido algunas dudas porque una parte de mí sigue amando a Abby. Pero siento que es hora de dejar atrás el pasado.
-La quieres. Formará parte de tu vida. Tienes miedo de que mi prima Meg no lo entienda.
                     Jonathan asintió.
                    Edith parecía entender todo lo que Jonathan le estaba diciendo.
-Pues yo creo que sí que lo va a entender-le aseguró.
                     Edith le dedicó una sonrisa. Posó su mano sobre la mano de Jonathan. El joven se dio cuenta de Edith tenía la mano helada.
                      La sonrisa de la muchacha era radiante.
                      Como de costumbre, llevaba su cabello rubio recogido en un moño. El cuello de Edith era largo, cual cuello de cisne. Jonathan pensó que su joven prima acabaría atrayendo las miradas de muchos caballeros con su rubia belleza.
-Quiero que sepas que mereces ser feliz-le aseguró-Nunca te conforme con menos. Mereces amar y mereces ser amada, Edie. Y yo quiero ser también feliz. Pienso que tu prima me hará feliz.
                    Ella se llevó la mano de Jonathan a los labios. Tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Me alegro mucho por los dos-afirmó-Meg es muy buena.
-Edie...-dijo Jonathan conmovido-Tú también eres muy buena.
                    Le dio un beso cariñoso en la mejilla.
                    Margaret descendió por la escalera en aquel momento. Se quedó de piedra al ver la escena. Tuvo la sensación de que se desmayaría. Nunca antes había sentido celos de su prima porque Edith era casi como una niña para ella. Los ojos de color azul de Edith brillaron con adoración al posarse sobre Jonathan.
                    Se acercó a ellos. No tardó en darse cuenta de que estaba sacando de contexto aquella situación. A lo mejor, Jonathan y Edith estaban recordando viejos tiempos, pensó.
-No quería interrumpiros-dijo Margaret.
-No interrumpes nada-le aseguró Edith-Sólo estábamos hablando de lo que hacíamos cuando iba a visitar Lennon Cottage.

 

                        Margaret respiró aliviada para sus adentros.
                        ¿Acaso amar a una persona significaba sentir celos de otra?, se preguntó.
-Yo os dejo-dijo Edith, recogiendo su bordado.
-¡No te vayas!-le pidió Margaret-Quédate con nosotros.
-No quiero molestaros.
                    Jonathan se sentó en un sillón.
                    Margaret se sentó en el sofá, al lado de Edith. La muchacha iba a ser su carabina aquella tarde. Era lo mejor, si no querían dar de qué hablar.
                     Los ojos de Jonathan recorrieron la silueta de Margaret. El cabello de la joven era una indomable masa de color castaño con matices rojizos. El moño que lo sujetaba amenazaba con soltársele. Se perdió en las inmensidades de sus ojos...Grandes...De pestañas largas y oscuras...Podía pasar horas mirándola a los ojos, como hacía con Abby. No debía de seguir comparando a Abby y a Margaret. Estaba mal.
                     Pero estaba su cintura. Y aquellos pechos que eran grandes.
-Iré a visitar a Eve-anunció Edith poniéndose de pie-Hace días que no nos vemos.
-Pero...-balbuceó Margaret.
                      Edith se despidió de ella dándole un beso en la mejilla.
                     Margaret la vio dirigirse al recibidor a coger su abrigo y su sombrero.
-Nos hemos quedado solos-suspiró la joven-Tía Phoebe y tío Edwin también han salido. Han ido a hacer una visita también a la isla de Sheep. Edie se encontrará allí con ellos.
-Edie y yo nos conocemos desde hace muchos años-le contó Jonathan-Y la quiero mucho.
                    Margaret guardó silencio. Entendió que Jonathan no quería a Edith de una manera pasional y carnal. La quería como si fuera su hermana.
-No estoy celosa-le aseguró.
                   Estaba mintiendo. Jonathan lo percibió en el tono de su voz.
-¿Acaso yo te he dicho algo de celos?-le sonrió.
                    Margaret se puso roja como un tomate. Jonathan acunó el rostro de la joven entre sus manos. La besó en la frente. La besó en la mejilla. La besó en la punta de la nariz.



-Estás muy guapa cuando te enfadas-bromeó.
                  Margaret le dio un puñetazo en el brazo.
                 Sin embargo, tuvo una extraña sensación. En aquel momento, sintió que Jonathan era suyo. Que le pertenecía por completo. El joven se alegró de haber podido hablar con Edith. Sus ojos se encontraron con los ojos de Margaret.
-Te quiero-le dijo-Te quiero muchísimo.
                     Los labios de ambos se encontraron en un beso cargado de dulzura.

lunes, 20 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Después de un parón algo largo, retomo desde hoy Segundas oportunidades. 
El fragmento de hoy es algo más corto, pero es bastante revelador. Nos va a permitir conocer mejor cómo era la niñez de Edith y los sentimientos que empezó a albergar hacia Jonathan en aquella época.
¡Vamos a verlo!

                           Habían sido varias las veces que, siendo niña, Edith había visitado junto a sus padres Lennon Cottage. Hizo muy buena amistad con Jonathan. Y encontró en Abby una especie de hermana mayor.
                            A pesar de la diferencia de edad, Jonathan disfrutaba jugando con la pequeña Edith a las casitas de muñecas. Sentía un fuerte cariño hacia aquella niña que le recordaba en algunos momentos a una muñequita de porcelana.
                          Para ella, Jonathan era algo así como la encarnación de su Príncipe Azul.
                          Por supuesto, nunca le confesó que albergaba tales sentimientos hacia él. En su fuero interno, sentía celos de Abby.
                          Edith sabía que no debía de sentir celos de ella. Pero lo pasaba mal cuando veía a Jonathan dando un paseo por el jardín en compañía de Abby. Y la manera en la que se miraban la hacía llorar cuando nadie la veía.
                          Aquel amor infantil que supuso Jonathan se guardó para siempre en su interior. Los años pasaron y no habían vuelto a verse desde el entierro de Abby. Edith creía que su amor por Jonathan había desaparecido, reprimido en lo más hondo de su mente y de su corazón. Pero no había sido así y eso la destrozaba. El cómo le había besado en la biblioteca era una demostración de que aquel sentimiento seguía vivo en su corazón.
                        Acostada en su cama, Edith se dio la vuelta para quedar mirando la pared. Pensó en Margaret. Su prima estaba enamorada de Jonathan. Y sospechaba que aquel amor era correspondido por parte del joven.



                         Ignoraba que Jonathan también estaba pensando en ella en la soledad de su cuarto.
                         Para él, Edith siempre había sido una niña. La pequeña con la que jugaba a las muñecas, a pesar de que ya era un adolescente.
                          Edith era una niña algo tímida e introvertida que se pegó a él. Por supuesto, Jonathan jugaba con ella porque quería ser amable, pero estaba interesado en Abby. Sin embargo, algo en Edith despertaba su cariño. Cuando estaba a su lado, se preocupaba en hacerle reír contándole chistes y haciéndola partícipe de todas las travesuras que planeaba. Edith le seguía a todas partes y eso le hacía mucha gracia a Abby. Naturalmente, la joven no sentía celos de ella. Le parecía algo absurdo. ¿Cómo iba a estar celosa de una niña?
                         En una ocasión, Abby le salió al paso cuando estaba bajando por la escalera.
-Creo que Edith está enamorada de ti-atacó.
-¿Te has vuelto loca?-se escandalizó Jonathan-¡Es tan sólo una niña!
-Las niñas crecen, Jon. Se convierten en mujeres. Pero siguen enamoradas.
-No te voy a hacer caso porque me parece que me estás gastando una broma de muy mal gusto, Abby.
-Piensa lo que quieras. Tan sólo digo lo que veo.
                          Jonathan ya no estaba seguro de nada.
                         Se paseó por su habitación mientras intentaba olvidar su pasado y centrarse en su presente. Sonrió al recordar las caras que le ponía a Edith para hacerla reír. Pero estaba convencido de que la chica no sentía nada por él. Eran sólo buenos amigos. Margaret era su presente.

domingo, 19 de enero de 2014

¡YA A LA VENTA LA ANTOLOGÍA SOLIDARIA GATUNA!

Hola a todos.
Hoy, estoy super contenta.
En diciembre, os hablé de la Antología Solidaria Gatuna que estaba preparando una chica llamada María del Carmen Ramírez. Yo me enteré cuando entré en el blog de Citu "Enamorada de las Letras" y vi su entrada hablando de ella.
María del Carmen es una gran amante de los animales. Encontró unos gatitos y, dado que no podía cuidarlos, decidió hacer algo para poder recaudar fondos y ocuparse de ellos.
Entonces, se le ocurrió esta gran idea. Organizar una Antología de relatos en los que los gatos tuvieran un importante protagonismo.
Yo me animé a participar y envié un relato romántico de época con un gatito de por medio llamado Atila. 
Gatos (me encantan) y Literatura...
Bueno, pues, por fin ha llegado el día.
A partir de hoy, ya podéis conseguir en Bubok la Antología Solidaria Gatuna.
Los beneficios de la Antología no sólo servirán para ayudar a los gatitos, sino que también servirán para ayudar a un niño de Corrales, Huelva. Se llama Simón y necesita ayuda.
Espero que el dinero obtenido en las ventas sirva para ayudarle.
En esta página de Facebook podréis conocerle:

 https://www.facebook.com/TodosConSimon?fref=ts 

María del Carmen también es escritora y está empezando a darse a conocer. Su seudónimo es Stella María. 
Ésta es su página de autora:

https://www.facebook.com/pages/Stella-María/464895336952060 

Y éste es el link donde podéis adquirir la Antología en Bubok:

http://www.bubok.es/libros/230373/Antologia-Solidaria-Gatuna

Os invito a que os paséis por el blog que tiene María del Carmen en Wordpress donde está subiendo en estos momentos dos historias de amor preciosas.
El link es el siguiente:

http://amorsincondicion.wordpress.com

Os aseguro que no os arrepentiréis.
Le agradezco de corazón a María del Carmen por la oportunidad dada. 
Todo es poco para ayudar a Simón. 
Les envío desde aquí un fuerte abrazo a ambos. 

jueves, 16 de enero de 2014

CRÍTICA DE "EL VIAJE", DE ANNA SOLER SEGURA

Hola a todos.
Después de más de un año sin hacer ninguna crítica literaria en ninguno de mis blogs, retomo las críticas con la que voy a hacer hoy.
Como ya sabéis, una buena amiga nuestra, Anna Soler Segura, colgó en su blog "Romance" las dos primeras partes de un relato suyo, El viaje. 
Anna pretendía escribir un relato sencillo, pero la cosa se le fue de las manos. Se dio cuenta de que la historia exigía más. Y se entregó de fondo a ella. Se dejó la piel escribiéndola y pensó en que valía la pena verla publicada.
Hace un par de meses, Anna decidió autopublicarla en Lulú.
Me decidí a adquirirla y, para ser sinceros, no me arrepiento en absoluto.
El viaje cuenta la historia de Ruth, una chica de diecisiete años. Sus padres llevan divorciados algún tiempo. Mientras su madre se divierte con otros hombres, su padre ha rehecho su vida con Mariola, ginecóloga de profesión y a la que Ruth aborrece, a pesar de los esfuerzos de Mariola por acercarse a ella.
Ruth tiene que pasar la Navidad con su padre y con Mariola, una idea que le desagrada. Harán un crucero y será durante este crucero cuando la vida de Ruth empiece a cambiar.
La novela se divide en tres partes. Cada parte refleja un viaje que Ruth emprende. Está contada en primera persona y nos permite conocer más a fondo a Ruth, una adolescente que empieza a descubrir el mundo que le rodea. Empieza un viaje, no sólo en el sentido de irse a otra parte, sino que emprende el viaje desde la adolescencia hasta la madurez.
Es una novela que, al contrario de Tormenta de amores, tiene numerosos personajes. Cada personaje tiene un motivo de estar ahí. No son meros adornos, sino que aportan una enseñanza a Ruth y la ayudan a convertirse en la mujer que llega a ser. En el fondo, las personas que pasan por nuestras vidas nos enseñan valiosas lecciones que nos permiten forjar nuestra personalidad.
Ruth es una chica sensible, pero también es reflexiva. Su perspectiva del mundo empieza a cambiar. Se da cuenta de que Mariola no es ninguna madrastra de Blancanieves, sino que desea ayudarla. Va madurando con cada vivencia. Con cada paso que da.
Como toda buena novela romántica, Ruth se enamora de Asier, al que conoce, junto con su hermana Cris, en el crucero. Asier es un joven que intenta ir de por libre y que, cuando se enamora de Ruth, tiene miedo de perder su libertad, por lo que comete un error tremendo. A mí me daban ganas de darle de bofetones porque en mi vida he visto a un chico que le cueste tanto trabajo decir la consabida frase de te quiero. A Ruth la he visto más decidida en ese aspecto, lo cual le suma puntos al personaje.
Un personaje fundamental en la vida de Ruth es su mejor amiga, Paula. Paula no es un personaje secundario que esté ahí para cuando Ruth necesite desahogarse. Tiene su propia historia, aunque secundaria. Lo ha pasado mal en el amor y tanto ella como Ruth viven una experiencia traumática que, de algún modo, las ayuda en su proceso de maduración. Paula es comprensiva y sabe escuchar. Las dos están tan unidas que parecen hermanas. En mi vida, he echado en falta tener una Paula a mi lado.
Es una novela cortita, de tamaño bolsillo, que se puede leer rápidamente porque engancha. Cada capítulo... Cada personaje...Todo en conjunto ayuda a Ruth en su viaje, en el proceso de maduración. A que sea la mujer que llega a ser, con las ideas muy claras. De un comportamiento un tanto inmaduro a la mujer en la que se convierte hay un proceso largo. Si hubiera cambiado en dos páginas habría sido poco creíble, pero todo cambio lleva su tiempo y nosotros podemos acompañarla.
Me ha gustado ver cómo Ruth se expresa como lo haría cualquier chica de diecisiete años. Con espontaneidad y naturalidad, usando expresiones de tipo flipé. Se agradece que una chica de diecisiete años hable como una chica de diecisiete años y no Eduard Punset, con todos mis respetos a este gran filósofo y divulgador. Eso hace que uno empatice aún más con Ruth.
Es una historia de amor, sí. Una pareja se enamora y vive altibajos en su relación. Pero también es una historia que habla del amor a los amigos. Del amor a la familia...De conocer mejor a los demás. De conocerse mejor así mismo.
Es una historia altamente recomendable.

PUNTUACIÓN: 9,5.

lunes, 13 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Tras haber hecho un pequeño descanso durante el fin de semana, hoy retomo Segundas oportunidades. 
Jonathan sigue adelante con el cortejo a Margaret y parece que las dudas se están disipando.

                           Jonathan aceptó salir a dar un paseo con Margaret por la isla.
                           Se alegró de poder pasar un rato con ella.
-¿Hay cruces celtas en Chedworth?-le preguntó la joven.
                           Jonathan no recordaba haber visto nunca una cruz celta en Chedworth. Pero sí recordaba las ruinas romanas donde se le declaró a Abby. Tenía la sensación de que habían pasado siglos desde aquella tarde.
-Aquí hay varias cruces celtas-aseguró Margaret-Es imposible perderse paseando por aquí.
-Será una isla pequeña-opinó Jonathan-Pero tiene algo que la hace mágica.
                           Al decir esto, Jonathan tenía la mirada clavada en Margaret. La joven llevaba recogido su cabello de color castaño en un moño holgado que amenazaba con soltársele. Incluso, su vestido de color azul oscuro le sentaba bien.
-La magia hace que las personas cambien-afirmó Margaret.
-¿Por qué dices eso?-inquirió Jonathan.
-Aparece de pronto. Hace que te cuestiones todo lo que creías. A mí me ha pasado. Yo nunca...Jamás pensé que llegaría este día.
                        Le cogió la mano a Jonathan.
                        Una corriente eléctrica sacudió el cuerpo del joven.



                         Las dudas parecieron esfumarse de su mente.
                          Puede que la ame, pensó Jonathan.
                         Margaret le sonrió con dulzura. Jonathan olvidó lo ocurrido la noche antes en la biblioteca con Edith.
                         En realidad, no había pasado nada, recordó Jonathan.
-Me alegro mucho de que estés aquí-afirmó Margaret-Le escribiré a Lucy. Quiero que sepa que soy feliz.
-¿Por qué eres feliz?-inquirió Jonathan.
-No lo sé. Pero me siento feliz.
                       Se detuvieron.
                        Margaret experimentaba una dicha que nunca antes había sentido. La cercanía de Jonathan la ponía nerviosa. Pero, al mismo tiempo, anhelaba estar cerca de él. Sospechaba que al joven le pasaba algo parecido. Deseaba con todas sus fuerzas ser valiente y borrar el recuerdo de Abby de su mente. Le parecía absurdo sentir celos de una mujer que ya no estaba. De un fantasma...
                        Se fundieron en un fuerte abrazo.
                       Jonathan se sintió feliz al estar así con Margaret. La imagen de estar en una cama con ella con las piernas entrelazadas pasó por su mente.
                        Aquella imagen le turbó. Los dos estaban alejados de donde estaban las casas. Pero Jonathan, suspirando hondo, se apartó de Margaret.
-Será mejor que regresemos-le sugirió con voz ronca-Se está haciendo tarde. Hemos salido solos. Y no quiero que la gente hable mal de ti.
                      Amar no era sólo el deseo de acostarse con una persona, pensó.
                       El deseo era una cosa. El amor no sólo se basaba en el respeto. Era también respeto mutuo. Era amistad. Era confianza.

viernes, 10 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Segundas oportunidades, veremos a Margaret contarle a Edith nuevas acerca de su relación con Jonathan.
Además, y aunque soy la primera en admitirlo, introduzco una escena tan tópica como típica de las novelas románticas que es todo un clásico. Chica, biblioteca, estantería demasiado alta, escalera y chico que pasa por allí en el momento oportuno.

                             Sentadas en el sofá del salón, Margaret y Edith dieron cuenta cada una de una taza de té bien caliente. Margaret bebió un sorbo y le pareció que estaba muy dulce. La vida puede ser también dulce, pensó con alegría.
-Te veo muy contenta-observó Edith.
                             Margaret sonrió al recordar lo ocurrido el día antes con Jonathan.
-Creo que estoy enamorada-le confesó a su prima.
                             Edith sonrió para sus adentros. Sospechaba quién podía ser el joven que había conquistado el corazón de Margaret.
-Puedo adivinar de quién se trata-apostilló Edith-Y me alegro mucho por los dos.
                             Margaret pensó que lo que estaba pasando entre Jonathan y ella no podía ser real. Le parecía absurdo el haberse enamorado de un hombre al que conocía desde hacía casi dos semanas.
-Quiero pensar que él también está enamorado de mí-admitió la joven.
                             Edith pensó que Margaret se había enamorado de Jonathan porque era un joven muy especial. Le palmeó con cariño la mano a su prima.
-Lo que debéis de hacer es daros tiempo-le aconsejó a Margaret-Jonathan quería muchísimo a Abby y quiere estar seguro de cuáles son sus verdaderos sentimientos hacia ti antes de dar un paso en falso. Me alegro mucho de que estés enamorada de él. Y me alegro también de que te quiera cortejar. Así, os iréis conociendo poco a poco.
-Me dijo que quería cortejarme-contó Margaret. Bebió un sorbo de su taza de té-Me dijo que yo le gustaba. Que sentía algo por mí. Nunca antes me ha pasado nada parecido. ¡Oh, Edie! ¡Tengo mucho miedo! Tengo miedo de que se trate de un sueño. ¡Tengo miedo de despertar y ver que era mentira!
                        Edith pensó que el amor hacía cambiar a las personas. Margaret siempre había tenido las ideas muy claras. De pronto, se enamoraba. Y todo cambiaba. De pronto, su prima empezaba a tener dudas.



-Jonathan es un chico muy serio-le aseguró Edith a su prima-Nunca daría un paso así de no estar muy seguro. Pero tendrá muchas veces dudas sobre si está haciendo lo correcto. O sobre si se está equivocando. Es muy bueno. Nunca te haría daño de manera intencionada.
-Pareces conocerle muy bien-observó Margaret.
                    De pronto, sintió una punzada de celos. Se dijo así misma que era absurdo estar celosa de Edith. Su prima había pasado largas temporadas en Lennon Cottage.
                      ¡Por supuesto que conocía bien a Jonathan! Y también debía de conocer muy bien a Abby.
-¿Cómo era Abby?-quiso saber Margaret.
                        Edith arqueó una ceja al escuchar aquella pregunta. ¿En serio su prima quería saber más cosas acerca de la mujer de Jonathan?
-¿Por qué quieres saberlo?-inquirió la muchacha.
-Tú la conociste-contestó Margaret-¿Cómo era? Físicamente hablando.
-Era la joven más hermosa que jamás he conocido. La recuerdo con su cabello de color rojo. Sus ojos eran de color verde musgo. La recuerdo bien formada. Era tan alta como tú, prima Meg. Su rostro estaba salpicado por algunas pecas, pero sus facciones eran perfectas. Caminaba como tú, muy deprisa. Siempre estaba moviéndose de un lado para otro, como tú. Los labios eran carnosos. Su nariz era respingona. Para mí, era perfecta.



                            Había mucha admiración en la voz de Edith al hablar de Abby. Margaret pensó que estaba actuando como una estúpida. Primero, sentía celos de Edith, ¡de su prima que ni siquiera tenía dieciocho años! Y, luego, sentía celos de una mujer que estaba muerta. Los celos nunca son buenos consejeros, le habría dicho Lucy de haber estado allí.
-¿Y cómo era su carácter?-volvió a preguntar Margaret.
-Era muy inquieta, como tú-respondió Edith-La recuerdo actuando de un modo impulsivo y alocado. Se parecía mucho a ti.
-Entiendo. ¿Cómo murió?
-La atropelló un carruaje. Abby adoraba a los animales. Vio que su perro estaba en mitad de la calle y corrió a quitarlo. El carruaje que pasaba por allí los atropelló a ambos.
                      Edith sólo había estado en un funeral. Cuando murió Abby. Sus padres no la dejaron acercarse a Jonathan para darle el pésame. Le vieron devastado por la muerte de su mujer. No tendría ánimos para aguantar a una niña de catorce años.

                     Era casi la hora de cenar. A petición de tía Phoebe, Jonathan fue a buscar a Edith para avisarle de que la cena estaba lista. Después de buscarla por toda la casa, la encontró en la biblioteca.
                      Edith había ido a la biblioteca a buscar un libro que leería un ratito en su habitación, antes de apagar la luz.
                       Había un libro que había captado su atención. Lo había traído Margaret de Manchester. Tenía muchas ganas de leerlo. Se llamaba Barry Lyndon. Había sido publicado apenas un año antes. Se trataba de un regalo que le había hecho Lucy a Margaret antes de casarse.
                      El libro se encontraba en una de las estanterías más altas.
                      Edith decidió subirse a una escalera para cogerlo.
                      No tardó en darse cuenta de que había cometido un terrible error.
                      Le daban mucho miedo las alturas.
                      Y, encima, la escalera no le permitía alcanzar el libro. Edith pensó que acabaría resbalándose y cayéndose. En aquel momento, Jonathan entró en la biblioteca. Se quedó de piedra al ver a Edith subida en lo alto de la escalera.
-¿Qué estás haciendo ahí?-le preguntó.
                     A Edith no le dio tiempo a contestar. Acabó perdiendo el equilibrio.
                    Jonathan sintió cómo se le paralizaba el corazón al ver a la muchacha tambalearse. Y precipitarse al vacío.
-¡Edith!-gritó.
                        La chica gritó al notar que estaba cayendo. Pensó que acabaría dándose de bruces en el suelo. ¡Dios mío!, pensó aterrada. Pero no fue así.
                        Jonathan se precipitó sobre ella. Y pudo cogerla en brazos.
-Gracias...-murmuró Edith, visiblemente avergonzada.
-No hay de qué-contestó Jonathan.
                          Edith pensó que era una situación extraña. Jonathan acababa de cogerla en brazos porque iba a caerse.
                          Sin embargo, se sentía cómoda en aquella situación. Sintió el deseo de abofetearse así misma. ¿En qué estaba pensando?
                         Jonathan no era el único que lo pensaba. Edith era una joven esbelta. Su cuerpo desprendía calor. Podía percibir el aroma que impregnaba su piel. Meneó la cabeza y pensó que se estaba volviendo loco.
                         Depositó con cuidado a Edith en el suelo. La muchacha casi no se atrevía a mirarle a los ojos.
                         Margaret, pensó Edith de manera casi obsesiva. Piensa en Margaret.
-¿Se puede saber qué estabas haciendo subida en la escalera?-quiso saber Jonathan.
-Quería coger Barry Lyndon-contestó Edith-Prima Meg lo trajo de Manchester. Desearía leerlo esta noche.
-¿En qué estantería está?
-En la más alta...
                         Jonathan empezó a subir por la escalera.
-Recuerdo que eras un pequeño ratón de biblioteca-comentó.
-¿Todavía te acuerdas de eso?-se asombró Edith.
-Era yo quién solía acompañarte a la biblioteca cuando aún no sabías leer. Y te leía a Charles Perrault.
-¿Aún te acuerdas de cuál era mi cuento favorito de Charles Perrault?
-El gato con botas...
-Mi personaje favorito era el hijo del molinero. El falso marqués de Carabás...Yo le ponía tu cara.  ¿Cómo es posible que todavía te acuerdes?
                      Jonathan pudo acceder al libro.
-No soy tan viejo-le contestó con una sonrisa-Mi memoria aún funciona a la perfección. Y, además, te leí tantas veces El gato con botas que se convirtió en mi cuento favorito.
                     Bajó la escalera. Le tendió el libro a Edith.
-Toma-le dijo-No lo he leído. Pero he oído hablar de él. Si te gusta el siglo pasado, te gustará este libro. ¡Disfruta de la lectura!
-¡Lo haré!-trinó Edith.
                   La muchacha estampó un beso en la mejilla de Jonathan, muy cerca de su boca. Aferró con fuerza el libro, oprimiéndolo contra su pecho.
                    Salió de la biblioteca.
                   Jonathan se quedó ahí parado. Parecía que estaba en estado catatónico. Debería darte vergüenza comportarte como un niñato inmaduro cuando tienes veintisiete años, pensó con rabia. Conjuró la imagen de Margaret. Y se odió así mismo por todo lo que había sentido en la biblioteca. Es algo pasajero, pensó. Respiró hondo. Sentía algo muy fuerte por Margaret. Y sus dudas le estaban confundiendo. Dudas sobre sí mismo...Sobre si valía para Margaret. ¿Podría contarle la verdad? Si seguía dudando, aquello podía terminar mal.
                   Contarle la verdad sobre sus orígenes sería la demostración definitiva de que estaba enamorado de Margaret. Las dudas se disiparían. ¿Qué puedo hacer?, pensó. ¿Qué he de hacer, Abby?

jueves, 9 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Segundas oportunidades, conoceremos más a fondo a la mujer de negro de la isla de Sanda.
Una mujer con un pasado muy triste...
También, como no, veremos cómo sigue evolucionando la relación entre Jonathan y Margaret. Y cómo Mary recibe una visita especial.

                         Jonathan no había podido conciliar el sueño durante la noche, pensando en Margaret y en Abby.
                         Su matrimonio había sido feliz.
                         Quizás, Jonathan había echado en falta algo más de pasión.
                         Una vez a la semana, él y Abby tenían relaciones. Intentaba apartar aquellos recuerdos de su mente porque mancillaban lo que él consideraba que había sido un matrimonio idílico. Pero le asaltaba la visión de estar encima de Abby y su esposa no reaccionaba cuando él la besaba.
                        Por lo demás, la relación entre ambos había sido perfecta. Jonathan no recordaba el haber discutido en ninguna ocasión con Abby. La vida había sido plácida y tranquila a su lado. Una felicidad que se truncó cuando Abby intentó salvarle la vida a aquel perro que se detuvo en mitad de la calle. Y el carruaje les pasó por encima, matándolos a ambos casi en el acto. Jonathan trató de apartar aquel recuerdo de su mente. Quería recordar a Abby como la joven hermosa y llena de vida de la que se había enamorado.
                         A la mañana siguiente, una vez que se hubo lavado, vestido y peinado, salió al pasillo. La primera persona a la que vio fue a Margaret. Estaba frente a la puerta de su habitación y Jonathan pensó en que el vestido de color azul oscuro que llevaba puesto resaltaba su cuerpo.
-Lo he estado pensando mucho-dijo Margaret con cierto titubeo-Y he tomado una decisión.
-¿Qué ha pensado?-inquirió Jonathan.
                       La última vez que se puso nervioso fue cuando se le declaró a Abby en las ruinas romanas de Chedworth.
-Señor Lennon, nunca he sido cortejada por ningún hombre y me siento muy halagada al saber que he logrado captar su atención-contestó Margaret-No le voy a negar que usted tampoco me es indiferente.
-Se agradece el cumplido-sonrió Jonathan.
-He decidido que quiero que me corteje. Quiero que me galantee como las jovencitas son galanteadas por sus pretendientes. Y...
                        Jonathan la interrumpió besándola de lleno en la boca.
-Así lo haré-le prometió el joven con voz ronca.
                          Margaret le cogió la mano y se la besó con fervor.



-Gracias...-dijo la joven.
                        Sus ojos estaban llenos de lágrimas de alegría.

                         Mary llevaba algunos días sin querer salir a la calle.
                         Sabía que podía toparse con aquel extraño joven en cualquier momento.
                         Veintiocho años antes, Mary tenía veintitrés años. Iba camino de convertirse en una solterona. Sus padres le decían que era su deber como hermana mayor el casarse la primera porque, si no lo hacía, sus hermanas jamás se casarían. Apenas un año después, Mary estaba ingiriendo ruda en plena madrugada. Y soportando en la oscuridad de su habitación unos terribles dolores mientras abortaba el niño que llevaba en sus entrañas. Pudo haber esperado un par de meses más, pero no pudo.
                         Se estaba volviendo loca.
                         Su vida quedó por completo destrozada la noche en que lord Richard Templeton la violó. Todavía sufría pesadillas recordando aquella espantosa noche. Mary estaba al tanto de la fama que tenía el duque de Caine cuando éste se encaprichó de ella. Era un hombre casado con una conocida de su familia. Y, además, su hermana ilegítima, Eliza, era una de las mejores amigas de Mary. La mujer recordaba cómo intentó evitarle. Pero aquel hombre no dejaba de acosarla, si bien intentó no tener miedo.
                         Hasta aquella espantosa noche en que le destrozó la vida. Mary cerró los ojos. Lord Caine no sólo la había violado. Había dejado su semilla en su interior.
                          Aún sentía los dolores que le causó la ruda que ingirió aquella calurosa madrugada.
                         Recordaba la visión de aquel feto ensangrentado tirado en el suelo.
                          Estuvo sola durante el tiempo que pasó con dolores. Fue la peor noche de su vida.
                          Se paseó por toda la habitación.
                          Mary llegó a pensar que acabaría muriendo.
                          No fue capaz de cumplir la promesa que le hizo Eliza.
                          Nunca le contó que fue su hermano el hombre que la había violado. No fue capaz de decírselo. Además, Eliza no se lo habría creído.
                            Lo peor de todo no fueron los dolores que Mary experimentó. Lo peor...
                           Tragó saliva. Le costaba mucho trabajo olvidar todo lo ocurrido durante aquella aciaga noche. Pero los recuerdos volvían sin control a su cabeza desde que vio a Jonathan Lennon. El vivo retrato de lord Caine...
                               Lo peor fue cuando, con las pocas fuerzas que le quedaban, se despojó de sus calzones y vio la sangre. En aquel momento, Mary sintió el deseo de gritar, pero no lo hizo. Después, no recordaba nada porque se desmayó. Cuando se despertó, tras pasar varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, el primer rostro que vio fue el de Eliza.
-Perdóname-le susurró.
-Descansa, Mary-le exhortó Eliza.
-Ya no está.
                                Después de eso, Mary se volvió a quedar dormida. Cuando se recuperó, abandonó Lennon Cottage.
                                   Nunca más volvió a tener contacto con Eliza. Dio por sentado que su amiga no le perdonaba el haber abortado al niño que pensaba entregarle en adopción. Durante veintisiete años, la única imagen que conservaba Mary de su hijo era la de una masa sonrosada cubierta de sangre. Hasta que tropezó con Jonathan Lennon.



                              Unos golpes en la puerta sacaron a Mary de su estado de aturdimiento. La mujer fue a abrir. Para su sorpresa, quien estaba detrás de la puerta era Jonathan.
                                Deseó poder cerrarle la puerta, pero no lo hizo.
-Venía a devolverle su cántaro-le dijo el joven.
                                Era cierto. Sujetaba el cántaro entre sus manos.
-Se me olvidó-dijo Mary.
-No soy ningún monstruo-le sonrió Jonathan-No sé porqué salió corriendo.
                               El corazón de Mary se detuvo. Jonathan tenía la sonrisa franca de su hermana Sarah, la segunda de las tres hermanas que eran.
-Pase-le invitó.
                               Le hizo pasar dentro de la casita de madera donde vivía.
-Es usted muy amable-dijo Mary-¿Puedo preguntarle de dónde es?
-Soy natural de Chedworth-contestó Jonathan.
-Tiene un acento muy inglés.
-Usted tampoco tiene acento escocés.
                               Mary esbozó una tímida sonrisa.
-¿Es familia de los Hollins?-quiso saber-Oí decir que se estaba hospedando con ellos.
-Edwin Hollins es primo de mi padre-contestó Adam-Su madre y mi abuelo paterno eran hermanos.
-No lo sabía. Yo conocía a un matrimonio que se apellidaba Lennon. Y, casualmente, eran de Chedworth. A lo mejor, usted los conoce. El hombre se llamaba Adam. Y la mujer se llamaba Eliza.
-Son mis padres. Adam y Eliza Lennon...
-Entiendo.
                                El corazón de Mary empezó a latir a gran velocidad. Hacía años que no rezaba porque había perdido por completo la fe. Sentía que nadie podía ayudarla. Pero, de pronto, tuvo la sensación de que alguien había estado con su hijo mientras ella intentaba deshacerse de él. Un nudo se formó en su garganta. Miró a Jonathan y una ola de ternura desconocida la inundó. Le acarició el rostro con la mano.
-Puede venir a verme siempre que quiera-le invitó-Mi casa estará siempre abierta para usted.
-No sé cómo se llama.
-Me llamo Mary.
                              Mary, pensó Jonathan. Mi verdadera madre se llama también Mary.
                              Se marchó. Mary se dejó caer sobre una silla y rompió a llorar. Hacía mucho que no lloraba, pero sus lágrimas eran esta vez de alegría. ¡Gracias, Dios mío, gracias!, pensó. Ya no le cabía la menor duda. Jonathan Lennon era su hijo.
                            Y, por algún motivo, había llegado hasta ella.
                             ¿Sabría la verdad?, se preguntó Mary. Se paseó nerviosa por toda la casita de madera. ¿Cómo pudo Eliza ocultarle lo ocurrido durante tanto tiempo?
                              Hemos de hablar, decidió Mary. Aún no...Pero he de ir a verla a Chedworth y contarle lo que sé. ¡Pero he encontrado a mi hijo!

miércoles, 8 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Segundas oportunidades, Edith hará las veces de consejera del amor entre Jonathan y Margaret. Además, seremos testigos de un nuevo encuentro entre estos dos tortolitos.
¡Vamos a ver qué pasa!

-Tenemos que hablar-le susurró Edith a Jonathan-A solas, si puede ser.
                  Toda la familia estaba reunida en el salón. Tía Phoebe había cogido un libro para leer en voz alta a su familia. Jonathan se fijó en que Edith parecía estar seria. La mirada de Margaret, por su parte, estaba ausente.
-¿De qué quieres que hablemos?-inquirió Jonathan.
-Es sobre mi prima Meg y sobre ti-contestó Edith-Sobre lo que vi el otro día.
-No creo que sea algo en lo que debieras meterte. Y perdona que te lo diga. Pero sólo nos concierte a tu prima y a mí.
-Os quiero mucho a los dos. Y me duele que seáis tan cabezotas. Es obvio que hay algo especial entre vosotros. Me gustaría ayudaros.
-No sabes nada de lo que hay entre tu prima y yo. Casi no has tenido tiempo de vivir.
                  Jonathan posó la vista en Margaret. La joven sentía los ojos de Jonathan fijos en ella. Se puso rígida. Llevaba dos días intentando evitarle a toda costa. Casi no le miraba. Aún podía sentir sus labios sobre los labios de ella.
                    A Jonathan le pasaba lo mismo. Hablaba lo menos posible con Margaret. Intentaba borrar de su mente lo ocurrido entre ellos. Tenía la sensación de que había traicionado a Abby. Sentía auténtico asco de sí mismo. ¿Cómo podía explicárselo a Edith?
                  Tía Phoebe leyó:

                  Aun antes de que la señorita Taylor cesara en sus funciones nominales de institutriz, la blandura de su carácter raras veces le permitía imponer una prohibición; y entonces, hacía y a tiempo que había desaparecido la sombra de su autoridad, habían seguido viviendo juntas como amigas, muy unidas la una a la otra, y Emma haciendo siempre lo que quería; teniendo en gran estima el criterio de la señorita Taylor, pero rigiéndose fundamentalmente por el suyo propio.

-Mamá, dispensa que te interrumpa-dijo Edith-Pero acabo de acordarme de que Eve quiere enseñarme unas cintas que ha comprado. 
-¿Te vas ahora?-inquirió tía Phoebe. 
-Vendré para la hora de cenar. Jonathan me acompañará al embarcadero. 
                  De aquel modo, lograron escaquearse. Se alejaron de casa lo suficiente. Entonces, Edith pudo hablar con total confianza. 
-Sientes algo por Meg-afirmó de manera rotunda-Lo que te pasa es que te da miedo admitirlo. Primo Jonathan, tienes derecho a rehacer tu vida. A volver a enamorarte. 



                    Jonathan se quedó de piedra al escuchar hablar a Edith. La muchacha aún no había cumplido dieciocho años. Pero parecía tener las ideas muy claras con respecto a lo que estaba pasando entre sus dos primos.
-Empiezas a hablar igual que mis padres-observó Jonathan.
                   Edith siguió hablando. En su opinión, Jonathan debía dejar de tener miedo y confesarle a Margaret que estaba enamorado de ella.
-¿Y a ti quién te ha dicho que yo estoy enamorado de tu prima?-le espetó a Edith.
-No soy ciega-contestó la chica-Lo veo con mis propios ojos.
-Entonces, estás equivocada. Casi no conozco a tu prima.
                   Edith se echó a reír. Le dijo que creía que existía el amor a primera vista. En su opinión, creía que había surgido el amor a primera vista entre Margaret y Jonathan. El joven arqueó las cejas al oírla.
-No puedo amar a tu prima-insistió-Casi no la conozco. Y, además, está Abby. En mi corazón, sigo casado con ella. No puedo traicionarla.
                  Edith se colgó del brazo de Jonathan mientras caminaban. Notó el calor que desprendía el esbelto cuerpo del joven. Vio la gran tristeza que había reflejada en sus ojos de color turquesa. Sintió que podía apoyarse en él. Pero, al mismo tiempo, deseaba también ser un apoyo para Jonathan. Una ola de calor recorrió el cuerpo de Edith.
-Lo único que quiero es que seas feliz y pienso que sólo serás feliz al lado de una mujer como Meg-le aseguró-Es muy parecida a Abby. Pero también es seria y reflexiva, como lo eres tú. Os complementáis a la perfección.
-Es demasiado pronto-murmuró Jonathan.
                  Se fijó más detenidamente en Edith. A sus ojos, siempre había sido una niña, pero se había convertido en una mujer adulta. Madura...Llevaba puesto un vestido de color amarillo. Cubría su pelo un sombrero del mismo color. Las mejillas de Edith estaban sonrosadas. Sus facciones eran adorables. Y sus ojos de color azul cielo eran bonitos y reflejaban algo que no pudo identificar. Seguridad en sí misma...
-Habla con Meg-le pidió Edith-Por lo menos, intentad llevaros bien.
-Nos llevamos bien-replicó Jonathan-Fue lo que pasó. No estoy en mi casa. No quiero que mis tíos me odien por propasarme con su sobrina. Cada vez que cierro los ojos, recuerdo lo que pasó. Y me siento mal conmigo mismo.
-No deberías de sentirte mal sólo porque hayas besado a Meg.
-Me siento mal porque tengo la sensación de haberle hecho daño a tu prima. Y a Abby...
                      Sólo había besado a dos mujeres a lo largo de su vida. Y, desde luego, los besos tiernos que compartía con Abby eran una cosa. Pero...Los besos que había compartido con Margaret habían estado cargados de pasión. De fuego...Tenía que admitir que sentía un fuerte deseo por Margaret.
-Nunca le harías daño a Meg si de verdad la amas-sentenció Edith.
                     Jonathan pensó que no debía de sentir sólo deseo físico por Margaret. Podía satisfacer su deseo con ella. Pero el daño estaría hecho. El deseo era algo efímero que se esfumaba si no existía algo más profundo.
                      Admiró a Edith por haber sido tan clara y tan sincera con él.
                      Le dio un beso en la mejilla.
-Gracias...-dijo.

                        Margaret se retiró temprano después de cenar. No podía soportar el sentir la mirada de Jonathan fija sobre ella.
-La acompaño-se ofreció el joven-Yo también tengo sueño.
                    Margaret se puso tensa. Salieron los dos del comedor.
                    Era la primera vez en dos días que Jonathan y ella se quedaban a solas.
-Necesito hablar con usted-dijo el joven.
-No hay nada de qué hablar-replicó Margaret, casi a la defensiva-Estuvo mal lo que pasó.
                   Empezaron a subir por la escalera. Margaret se aferró a la barandilla con fuerza.
-No puedo disculparme por lo que pasó porque no me arrepiento-se sinceró Jonathan.
                   La sangre se agolpó en las mejillas de Margaret. En Manchester, la joven rara vez se ruborizaba. Incluso, odiaba ruborizarse. Sin embargo, en los últimos días, acababa con las mejillas encendidas. Y la culpa era de Jonathan Lennon por haber aparecido en su vida.
                    Llevaba dos noches sin poder conciliar el sueño.
                    Evocaba una y otra vez aquel momento.
-No quiero que sienta obligado a nada conmigo-le aseguró-Mi hermana Lucy se vio obligada a casarse por ser sorprendida en una situación parecida a la que nos encontró Edie. Agradezco a mi prima su silencio. Mi hermana es muy desdichada en su matrimonio.
                   Llegaron hasta el final de la escalera. Era la primera vez que Margaret le contaba a alguien la verdadera situación del matrimonio de Lucy.
-Lo único que deseo es conocerla mejor-dijo Jonathan-Quiero que me deje cortejarla.
-¿Cortejarme?-se extrañó Margaret.
                    Jonathan se asombró al escucharse así mismo decir que quería cortejar a Margaret. La joven notó cómo su corazón empezaba a latir de un modo alocado. Pensó que le estaba gastando una broma. ¡No tiene ninguna gracia!, pensó con rabia. Le fulminó con la mirada.
-No se ría de mí-masculló indignada.
                      Jonathan bufó con enfado. Margaret estaba sacando de contexto sus palabras. Deseaba ser sincero con ella. Quería cortejarla de verdad.
                      Se detuvieron ante la puerta de la habitación de la joven. Margaret se resistía a mirarle a los ojos. Jonathan tenía la respiración agitada. Notó cómo el cuerpo de Margaret temblaba con violencia. La joven sentía por Jonathan algo que nunca antes había sentido por ningún hombre. Una atracción tan intensa que la asustaba. Deseó meterse dentro de su habitación para escapar de él.
                    Pero Jonathan la retuvo. Le cogió suavemente el brazo. Aquel acto, tan simple, provocó una corriente que recorrió los cuerpos de ambos.
-No soporto que nadie se ría de mí-afirmó Margaret-Se lo ruego, señor Lennon. No se burle de mí.
-Le aseguro que no me estoy burlando de usted-le aseguró Jonathan-No puedo negar la evidencia, aunque lo intento. Hay algo entre nosotros. Lo que ocurrió el otro día así nos lo demuestra.
-¿Y qué pasa con Abby?
-En toda mi vida he estado tan confundido como lo estoy ahora. Déjeme cortejarla.
                          He de aclarar mis ideas, pensó Jonathan. Cortejaré a Margaret para salir de dudas. ¡Perdóname, Abby!
                          Puede enamorarse de mí, pensó Margaret con estupor.
                          Se oían voces procedentes del salón que parecían estar hablando acerca de la fiesta de cumpleaños de Edith.
-Debería de bajar-sugirió Margaret-No quiero que mis tíos piensen mal de nosotros.
-Así lo haré-aceptó Jonathan.
-Gracias...
                          Colocó su mano sobre la mejilla de Margaret. La miró fijamente a los ojos. Poco a poco, los dos se fueron acercando. Margaret no pensó en nada. Sus ojos se perdieron entre los ojos de color turquesa de Jonathan.



-Margaret...-susurró el joven.
                  No dijo nada más. No pudo seguir hablando. Sus labios se posaron sobre los labios de la joven. Margaret abrió los labios y correspondió a la intensidad con la que Jonathan le estaba besando. Rodeó con sus brazos el cuello del joven. Apretó su esbelto cuerpo contra el cuerpo bien formado masculino. El beso se hizo más hondo y apasionado. Era la clase de beso que conducía a otra cosa.
                   Con reticencia, Jonathan se separó de Margaret.
 -Hasta mañana...-susurró la joven, con voz sofocada.
-Que descanse-contestó él.
                    Se alejó de su lado.
                    Margaret abrió la puerta de su habitación.
                   Sus manos le temblaba. Todo su cuerpo le temblaba con violencia. Tenía la sensación de estar metida dentro de un sueño.
                    Jonathan...
                   Le había dicho que quería cortejarla. A pesar de que entre ellos existía el fantasma de Abby. Puede que exista una oportunidad para nosotros, pensó Margaret maravillada.

martes, 7 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Tras estar un par de días desaparecida por motivos que sabréis muy pronto, retomo subiendo un nuevo fragmento de Segundas oportunidades. 
En esta ocasión, Jonathan se reencuentra con su amigo de la infancia Frederick Wingfield.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                           La familia Hollins se encontraba en el salón tomando el té. En aquel momento, el mayordomo hizo acto de presencia.
-Señor Lennon, tiene una visita-anunció.
-¿Una visita?-inquirió el joven, visiblemente sorprendido.
-Es el honorable Frederick Wingfield.
                         Poco después, un joven bien parecido hizo acto de presencia en el salón. El rostro de Jonathan se iluminó al ver aparecer al que había sido su mejor amigo en la niñez.
-¡Freddy!-exclamó al verle.
-No has cambiado nada, Jon-sonrió el aludido.
                      Se fundieron en un gran abrazo.
-¿Cómo estás?-le preguntó Jonathan.
-Encantado de no poder regresar a Edimburgo-respondió Frederick-Creo que ya sabes que me he casado con Penélope. Ha sido ella quien me ha contado que estabas aquí. Se lo dijo la señorita Hollins cuando fue a verla.
-¡Me alegro muchísimo de volver a verte!
-Sentí muchísimo la muerte de Abby. Era una joven extraordinaria. Te quería muchísimo. Me lo dijo una vez antes de vuestra boda.
                      Tía Phoebe invitó a Frederick a que tomara asiento en una silla.



                        Frederick tenía un hermano mayor que él, Justin, quien contaba con treinta y dos años. Jonathan recordaba a Justin como un joven irrespetuoso y canalla que gozaba de una pésima reputación en Chedworth.
-Es posible que Justin acabe convertido en duque-le contó Frederick a su amigo.
-¿A qué te refieres?-quiso saber Jonathan.
-Mi primo Lucien ha muerto. Él era el heredero de mi tío, el duque de Caine. Lucien y su esposa Anne Mary no tuvieron hijos durante los siete años que han estado casados. Sólo les nació una niña, Samantha. Pero, por desgracia, Samantha murió hace un año. La atropelló un carruaje cuando estaba jugando en Hyde Park. Anne Mary no quiere volver a casarse y está pensando en tomar los hábitos. La muerte de su hija la dejó devastada. Además, el parto fue tan complicado que la dejó imposibilitada para tener más hijos. Justin piensa que él es el más indicado para ser el nuevo duque de Caine cuando muera nuestro tío. Sin embargo, el muy canalla está pensando en otra cosa.
-¿Por qué habla así de su tío, señor Wingfield?-se interesó Margaret.
                      Frederick sentía verdadero asco por su tío, un ser depravado y carente de moral. Justin era de la misma talla moral que su tío y deseaba con todas sus fuerzas heredar su título. Pero éste tenía otros planes en mente.
-Mi tío ha tenido muchas amantes-contestó el joven haciendo una mueca de desprecio-Y no es ningún secreto que ha forzado a otras tantas mujeres. La Justicia nunca le ha hecho nada porque es uno de los hombres más poderosos de toda Inglaterra y ostenta un cargo en la Cámara de los Lores. Mi tío busca un hijo ilegítimo que pueda ostentar el título de duque a su muerte.
                    Jonathan sintió cómo se le revolvía el estómago al escuchar aquel comentario.
                   La madre de Frederick era la hermana menor de lord Richard Templeton, duque de Caine.
                    Eliza estaba emparentada con ambos. Era la hija ilegítima de la madre de lord Richard. El antiguo duque de Caine era un hombre que pasaba más tiempo en Londres. Dejó a su esposa abandonada durante largas temporadas en la casa solariega de la familia. Para distraerse, la duquesa empezó a tener amoríos con diversos hombres. Uno de aquellos hombres la dejó embarazada.
                  Para salvar a la familia del escándalo, se mantuvo el embarazo de la duquesa en secreto. Ésta dio a luz a una niña que fue entregada a una familia perteneciente a la nobleza rural. Ésta la crió como si fuera su hija. Sin embargo, los verdaderos orígenes de Eliza eran un secreto a voces. Frederick se acercó a Jonathan en un primer momento movido por la curiosidad, ya que se trataba del hijo de una tía suya. La amistad fue surgiendo con el paso del tiempo hasta convertirse en una amistad estrecha. Frederick estuvo al lado de Jonathan cuando enterró a Abby.
-¿Un hijo bastardo?-se escandalizó Edith.
-Será mejor que salgas-le sugirió tía Phoebe, visiblemente abochornada-Esta conversación no la puede escuchar una jovencita como tú.
-No es nada malo, señora Hollins-replicó Frederick-Esto, como se suele decir, también pasa en las mejores familias. Justin está furioso porque desea ser duque. Yo creo que, de aparecer el hijo ilegítimo de mi tío, Justin podrá heredar. Sólo los hijos varones y legítimos pueden heredar los títulos.
-Tu tío era un hijo de perra-afirmó Jonathan con rabia-Y perdóname por decírtelo.
-No te preocupes. Tienes toda la razón, Jon.



                      Frederick se puso de pie al cabo de un rato. Anunció que se le estaba haciendo tarde.
-No quiero hacer esperar ni a Penélope ni a Nicky-dijo.
-¿Nicky?-se extrañó Jonathan.
-Así se llama su hija, primo-contestó Edith-Tiene cuatro años. Es una niñita adorable.
-Tienes que venir a vernos-invitó Frederick-Como ya sabes, vivimos en la isla de Sheep. Te estaremos esperando.
                      Frederick se despidió de la familia Hollins con cortesía. Le dio un fuerte abrazo a Jonathan. Se alegraba muchísimo de volver a verle. En el recibidor, el mayordomo le tendió su sombrero y su abrigo.
                      Salió de la casa.
                      Frederick se dirigió al embarcadero. El asunto del hijo ilegítimo de su tío no le preocupaba demasiado. Daba por sentado que el duque tenía numerosos bastardos en su haber. Había tenido numerosas amantes. Pero lo más alarmante era que había forzado a demasiadas mujeres. Sintió asco al pensarlo.
                     Pensó en Jonathan. Estaba muy contento de volver a verle. Había tenido muy poco trato con lord Caine a lo largo de su vida. Sin embargo, había algo en Jonathan que llamaba muchísimo su atención. Lo mucho que se parecía a lord Caine. A excepción de una cosa...Sus ojos de color turquesa...Es sólo una simple coincidencia, pensó Frederick.

domingo, 5 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Segundas oportunidades es bastante especial por dos motivos.
El primero de todos es que está dedicado a una gran amiga, nuestra querida Citu.
Deseo de corazón que este capítulo te anime porque, eso espero, te va a gustar mucho. Y espero que os guste mucho a todos.
Va a pasar algo muy importante entre Margaret y Jonathan.
¡Vamos a verlo!
Y Citu, amiga, los malos momentos siempre se van. Pasan, como las nubes de verano. Aunque te cueste trabajo, sigue adelante. Melodías prohibidas es una historia preciosa, con unos personajes muy bien construidos y creíbles. ¡Sigue así!

                             Esto es una locura, pensó Margaret. Estaba dando un paseo con Jonathan los dos solos.
                             ¿Por qué se le ocurría hacerle caso a Edith?, se reprochó así misma.
-Llama la atención el no ver árboles aquí-comentó Jonathan.
-Antes, creo que había árboles-contó Margaret-Aunque yo nunca los he visto. Quien se lo puede contar todo es Edith. Yo...Cuando vengo aquí es cuando visito a mis tíos. Aunque...Bueno...
-¿Le preocupa el haber salido conmigo a dar un paseo?
-No es eso. Usted me parece un caballero. Pero Sanda es una isla pequeña en la que vive poca gente. La gente nos ve. Y habla de nosotros.
                               En un primer momento, habían salido Margaret, Edith y Jonathan a dar el paseo. Cuando se alejaron lo suficiente de la casa de los Hollins, Edith dijo que había recibido una nota de su amiga Eve. Por lo visto, le habían regalado un sombrero nuevo y quería enseñárselo. Alegó que iba a tardar muy poco en ir a verla. De aquel modo, dejó a Margaret a solas con Jonathan.
-¿Me tiene miedo?-le preguntó el joven a Margaret.
                            La joven se puso rígida. Pocas eran las veces que había estado en la compañía de un hombre. Pero siempre se había encontrado acompañada por alguien. Jonathan Lennon no era como los otros hombres que había conocido. Había algo en él que le hacía diferente y especial.
-¡Por supuesto que no!-respondió Margaret, riéndose-Yo no le tengo nunca miedo a nada. Se lo puedo asegurar.
                            Jonathan la miró con intensidad. Hacía mucho tiempo que no se encontraba a solas con una mujer. Sólo había estado en una situación así cuando estaba con Abby.
-Me recuerda mucho a Abby-le comentó-Mi esposa se reía como usted. Y decía no tenerle miedo ni a nada ni a nadie.
                            Oír el nombre de aquella mujer indignó a Margaret. Jonathan lo percibió al notar que se había puesto rígida. Pensó que había hecho mal en mencionar a Abby. Pero todo en Margaret le recordaba mucho a su mujer. Y eso no debía de ser así. Estar cerca de Margaret despertaba en Jonathan sensaciones que creía olvidadas desde que murió Abby. Como la sensación de tener mariposas revoloteando en su estómago.
                           Margaret empezó a hablar. Le contó una leyenda que había oído acerca de San Ninian. Se decía que el Santo se encontraba enterrado en algún rincón de la isla de Sanda. Un árbol se encargaba de indicar el lugar donde los restos de San Ninian descansaban.
-¿Dónde está ese árbol?-quiso saber Jonathan-No he visto todavía ningún árbol.
                        Margaret se encogió de hombros. Según la leyenda, nadie podía pisar la tumba de San Ninian. Todo aquel que la había pisado había muerto en el acto. La leyenda había llamado la atención de la joven desde que la escuchó. Jonathan y Margaret se detuvieron. Jonathan pensó que Margaret era realmente hermosa. Su corazón comenzó a latir muy deprisa.



-Me parece extraño que nunca antes haya sido cortejada-opinó Jonathan-Es usted muy hermosa.
-¡No me lo creo!-sonrió Margaret, poniéndose nerviosa de pronto.
-Es cierto.
-No estoy acostumbrada a recibir elogios de ningún caballero.
-Entonces, esos hombres son idiotas. Sé que hace poco que la conozco. Pero la he tratado mucho. Veo que es usted una mujer, no sólo guapa. También es inteligente. Es madura y reflexiva. Eso me gusta.
-Señor Lennon...Por favor...
                       Jonathan cogió las manos de Margaret y se las besó.
                       Ella escuchó los latidos acelerados de su corazón latiendo al mismo tiempo que los latidos acelerados del corazón de Jonathan. Podía percibir el calor que desprendía el cuerpo bien formado del joven. Se sentía tentada a acercarse aún más a él.
                     Trató de apartar aquellos pensamientos de su mente. Era la primera vez que le pasaba. Pero Jonathan no era como los otros hombres que había conocido. Era distinto.
                      Sus piernas temblaron con tanta violencia que pensó que iba a desmayarse. Jonathan le cogió suavemente los brazos. Podía notar cómo Margaret temblaba. El recuerdo de Abby pasó por su mente. Lo apartó como pudo. En aquellos momentos, se encontraba a solas con Margaret.
-Margaret...-susurró.
                       No dijo nada más.
                       En aquel momento, posó sus labios sobre los labios de la joven.
                       La besó con suavidad.



                     Fue Margaret quien se apartó de él. Era la primera vez que alguien la besaba. El recuerdo de cómo Lucy fue obligada a casarse pasó por su mente. Ella no quería obligar a Jonathan a nada. La respiración de Jonathan era acelerada. Hacía mucho tiempo que no besaba a una mujer. Sólo había besado a Abby.
-Le ruego que me perdone-se excusó Jonathan-No ha sido mi intención ofenderla.
                   Las mejillas de Margaret estaban encendidas.
-Quiero volver a casa-pidió en voz muy baja.
                   Esto no ha debido de pasar, pensó. Pero había pasado y no sabía qué hacer. Por un lado, su corazón parecía dar saltos de alegría. Por el otro lado, tenía la sensación de que no podría volver a mirar nunca más a Jonathan Lennon a la cara. Se acercó más a Jonathan y, entonces, todo cambió.
                     El joven la atrajo suavemente hacia sí y la besó de nuevo. Estaba vez, se trató de un beso más profundo y cálido que el que se habían dado antes. Para sorpresa de ambos, Margaret correspondió a aquel beso y rodeó con sus brazos el cuello de Jonathan, apretándose contra él. Se besaron nuevamente, intentando conocerse a través del contacto de sus lenguas. De sus salivas entremezcladas...Del sabor de sus labios...
                       El sonido de un ligero carraspeo les hizo separarse.
-¿Interrumpo algo?-inquirió una voz joven y femenina.
                        Margaret estaba toda roja cuando se apartó rápidamente de Jonathan.
-No interrumpes nada, Edie-contestó casi sin mirarla a la cara.
                        Por suerte, se trataba de su prima.
                        Los ojos azules de Edith brillaron de manera pícara al mirar a la pareja. Por lo visto, había hecho acto de presencia en el mejor momento. Sonrió para sus adentros y su adorable rostro se iluminó.
-Seguiré dando un paseo-anunció Jonathan, también muy rojo-Es una isla pequeña. No creo que me vaya a perder. Y, no. No hay árboles.
                    Se alejó a toda prisa de Margaret y de Edith sin apenas despedirse de ambas.
-¿He visto lo que creo que he visto?-interrogó la chica a su prima.
-¡Ni una palabra de esto ni a tía Phoebe ni a tío Edwin!-le ordenó Margaret.
-No les diré nada. Pero, cuando se enteren de que el primo Jonathan te está cortejando, se van a llevar una gran alegría.
-Tu primo no me está cortejando.
                     Edith se echó a reír. Lo que había visto indicaba que Jonathan estaba interesado en Margaret. Sin embargo, la joven parecía tener dudas al respecto. Edith pensó que ella debía de hacer algo al respecto para poder ayudarles.
-Sigue enamorado de su mujer-se lamentó Margaret.
-Es normal que siga sintiendo algo por Abby-admitió Edith-Pero eso no significa que no sienta nada por ti. ¡Por el amor de Dios, Meg! ¿Me vas a negar lo que acabo de ver?
-Ha sido un momento de debilidad por parte de él. Y también por parte mía...No va a volver a pasar. Te lo prometo.
                     Edith bufó de un modo nada propio de una dama. Ni siquiera era propio de ella bufar.
-Eres la mujer más cabezota que jamás he conocido-se quejó la muchacha.
                    Empezaron a caminar. Margaret se mantuvo callada durante todo el trayecto. Edith tomó la decisión de que debía de hablar a solas con Jonathan. Se encargaría de darle consejos sobre el modo en que debía de cortejar a su prima. Ya se veía así misma haciendo de dama de honor en la boda de Margaret y de Jonathan.

viernes, 3 de enero de 2014

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi historia Segundas oportunidades. 
Este fragmento estará más centrado en la figura de Margaret y la veremos actuando con su prima Edith, quien recibe la visita de una amiga. Veréis lo distintas que son ambas.

                           La boda de Lucy con aquel oficial inglés pilló a Margaret casi de sorpresa por lo repentina que fue. Recordaba a la perfección el sermón que le echó su madre a ambas después del anuncio del compromiso de Lucy. La mujer, lejos de estar contenta por la futura boda de su hija mayor, no hacía otra cosa más que llorar. En el fondo, Lucy y Margaret entendían el porqué su madre estaba tan dolida con el comportamiento de su hija mayor.
-¡Demos gracias a Dios de que ese hombre haya decidido cumplirte!-exclamó la mujer-Si no, a estas horas, serías una perdida.
-No me habría importado ser una perdida-admitió Lucy-No le amo y sé bien que él tampoco me ama.
-¿Te has vuelto loca?
-Madre, siempre pensé que me casaría por amor o que nunca me casaría.
-Ninguna de nosotras tiene dote-intervino Margaret.
                        Lucy y ella estaban sentadas en el sofá del salón mientras su madre se paseaba de un lado a otro del mismo. Se la veía furiosa con sus dos hijas.
-Ahora, te casarás con ese oficial-le ordenó a su hija mayor-Y, después, le buscaré un marido a Margaret.
                       Margaret negó moviendo la cabeza.
                        Algunas noches, antes de casarse, Lucy y ella pasaban largas horas sentadas en la cama de la primera hablando.
-Es mi deber casarme-se sinceró Lucy-Lo que más siento es que, después de mi boda, madre te buscará un marido.
                      La habitación estaba sumida en la penumbra. La madre estaba profundamente dormida. El padre, mientras, había decidido mantenerse al margen. Era un hombre ya mayor y con una salud bastante quebradiza.



-Podría irme a pasar una temporada a casa de mis tíos en la isla de Sanda-sugirió Margaret-Hace tiempo que no veo a Edith.
-Te voy a echar mucho de menos cuando me case con ese hombre-se lamentó Lucy-Sólo espero que no me haga muy infeliz.
                       La mente de Margaret se obligó a regresar al pasado.
                       Se encontraba en el salón de la casa de sus tíos. Jonathan estaba en el despacho de tío Edwin. Junto a ella, sentada en el sofá, se encontraba su prima Edith.
-¡Tienes que conocer a mi primo Jonathan!-exclamó la chica, palmoteando.
-Ya me contaste que había llegado-dijo su amiga.
                    Quien había ido a visitar a Edith era una de sus mejores amigas, Eve Kipling. Edith no paraba de parlotear acerca de Jonathan. Cualquiera diría que la chica estaba enamorada de él. No era así, pensaba Margaret. Lo que en realidad pretendía su prima era despertar su interés y, para ser sinceros, lo cierto era que Jonathan despertaba cada día que pasaba una extraña sensación en ella. La propia Eve, de tanto oír hablar de aquel joven tan serio, empezó a sentir cierta curiosidad por saber cómo era en realidad y por conocerle en persona.
-Está reunido con papá en su despacho y no sé el tiempo que tardarán en salir-le contó Edith a su amiga-Ya sabes que a mi padre no le gusta que le molesten cuando está hablando.



                     Eve era apenas unas semanas mayor que Edith y las dos se comportaban como dos jovencitas románticas y enamoradizas.
-¿Es verdad que es muy apuesto?-interrogó Eve a su amiga.
-¡Es como un galán de las novelas que tú y yo leemos!-contestó Edith.
-¡Niñas!-las regañó tía Phoebe.
                     Margaret se dijo así misma que no debía de comportarse con Jonathan del mismo modo en el que estaban actuando Eve y Edith porque las dos chicas eran románticas y enamoradizas. Margaret había dejado atrás la etapa en la que soñaba con encontrar a su Príncipe Azul. Si es que soñó alguna vez con enamorarse.
-No me gusta que actuéis así-las reprendió Margaret.
                     Edith estaba a punto de cumplir dieciocho años. Pensó que debía de hablar con su prima acerca de su comportamiento.
-A Margaret le gusta mucho el primo Jonathan-apostilló Edith.
-¿Es cierto eso?-inquirió Eve.
-¡Es falso!-contestó Margaret, poniéndose roja como un tomate.
                       Jonathan salió al cabo de un rato del despacho. Sin entrar en muchos detalles, le explicó a tío Edwin que esperaba recibir una carta procedente de Londres de un momento a otro.
-¿Acaso tiene alguna mujer en Londres?-le interrogó tío Edwin.
-Es un asunto mío-contestó Jonathan-Y no se trata de una mujer.
                       Aquella contestación dejó muy intrigado a tío Edwin, pero no hizo más preguntas. Tía Phoebe se puso de pie cuando le vio salir de la biblioteca.
-No sabía que tuviéramos visita-dijo Jonathan.
-Se trata de una amiga de Edith-le explicó tía Phoebe-Ha venido a verla.
-Mira, Eve-intervino Edith-Éste es mi primo Jonathan, del que tanto te he hablado. Primo Jonathan, te presento a Eve Kipling, mi mejor amiga.
                     Jonathan besó a Eve en la mano a modo de saludo.
-Es un placer conocerla, señorita Kipling-dijo el joven.
-Verá mucho a Eve por aquí-añadió Margaret-Vive en la isla de Sheep, pero pasa mucho tiempo aquí.
-Y yo la visito con frecuencia-sonrió Edith.
-Entonces, le veré con frecuencia a usted también-apostilló Eve.
-He venido para pasar una temporada con mis tíos-le explicó Jonathan-Aún no me pienso ir.
-¡Y tampoco vamos a dejar que te vayas todavía!-protestó Edith-Tienes que conocer muchos rincones de esta isla. ¡Y tienes que quedarte para mi fiesta de cumpleaños! Lo has prometido.
                      Eve quedó encantada con Jonathan. Se despidió de él, deseosa de volver a verle. Nunca antes había visto a un hombre tan apuesto ni tan encantador como él.