lunes, 20 de abril de 2015

LA PROMETIDA

Hola a todos.
Entramos en la fase de desenlace de La prometida. 
Estoy muy contenta con la historia y es bueno que, aunque sea tras este parón, llegue a su final.
De este modo, avanzo y termino otras historias.
Veamos qué ocurre hoy entre James y Adriana.

                                Adriana se quedó a solas en su habitación. Su doncella salió después de haber cepillado su cabello suelto. La joven llevaba puesto el camisón. Iba descalza.
                               Es mi noche de bodas, pensó. Era cierto; aquel día se había casado con James. Había sido una boda sencilla celebrada en la pequeña capilla de la isla.
                               Mientras el sacerdote les unía en matrimonio, Adriana miró a James a los ojos. Entonces, comprendió lo mucho que lo amaba. Se acercó a la ventana. Tan sólo se escuchaba el susurro del río Támesis a su paso. Se estremeció.
                              James entró tímidamente en la habitación de Adriana. Llevaba tan sólo un corto batín encima.
                              Se acercó a Adriana y alzó la mano para acariciar con suavidad su mejilla.
                              El corazón del joven empezó a latir de manera acelerada.
-No me hagas daño-le pidió Adriana con dulzura.



-Nunca he entendido esto-se sinceró James-Lo de hacer el amor esta noche sólo porque acabamos de casarnos.
-Es un poco como la costumbre.
-Tienes miedo.
-Sé que no harías nunca daño.
                                 Las miradas de ambos se encontraron en la habitación. Donde se habían quedado solos.
                                 Y, de un sólo plumazo, se borraron todas las vacilaciones.
                                 Sé que nuestro matrimonio va a funcionar, pensó Adriana. Me he dado cuenta de que lo que hay entre nosotros es amor. Yo ya sé que no puedo separarme de ti.
-Adriana...-susurró James con dulzura.
                                La levantó en brazos y la condujo hacia el lecho.
                                El batín y el camisón no tardaron en desaparecer. Igual que los miedos de Adriana se esfumaron.
-Te amo-le confesó James con la voz ronca.
                                Y empezó a besarla con fuerza al tiempo que la abrazaba de igual manera.
                                 Sus manos y sus labios acariciaban cada porción de la piel de Adriana.
-Todo irá bien-le aseguró el joven.
-Lo sé-afirmó Adriana.
                                 Y apenas sintió dolor cuando James la estrechó entre sus brazos para hacerla suya. Cuando le sintió derramarse dentro de ella.
                                Somos uno, pensaron a la vez.
                                Se habían convertido en un solo ser.
                               Se quedaron dormidos con el brazo de James agarrando la cintura de Adriana. La cabeza de ella estaba apoyada en el hombro de él.

Y, mañana, ¡el final!

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