jueves, 21 de mayo de 2015

CARTAS A BIBI

Hola a todos.
Aquí os traigo una nueva carta que Jorge le escribe a Bibi.
¡Veamos qué pone!

                                    Mi adorada Bibi:

                       Hace ya año y medio que empezamos a salir juntos. Todavía recuerdo los primeros días de nuestra relación. La timidez que me embargó cuando me acerqué a ti y te invité a salir por primera vez un día, cuando regresamos a casa.
-Me encantaría salir contigo-me contestaste.
                      Hacía un día nublado, pero, cuando me sonreíste, pensé que el Sol había salido.
                      Fuimos a tomar algo a una cafetería. Yo no paraba de mirarte con cara de embobado y tú te reías contándome que E.T te había parecido muy feo.
-Es una peli muy tierna-opiné.
                       Me daba mucha vergüenza darte un beso. Y, sin darnos cuenta, nuestros besos se tornaron más apasionados.
                      De ahí, pasamos a las caricias que mis labios brindaban a tu piel. Cuando te entregabas a mis brazos sin reservas.            
                      Todavía recuerdo la primera vez que hicimos el amor. ¿Te acuerdas? Fue un verdadero desastre, aunque tú dijiste que no estuvo mal.
                      Fue en mi coche en el asiento del copiloto. Me puse encima de ti al tiempo que nos acariciábamos por debajo de la ropa. Que nos besábamos con ardor.
                       Más tarde...
                       Nos vimos desnudos por primera vez y pude sentir tu lengua en mi piel. Succionando mis tetillas. Lamiendo mi vientre. Y más abajo...
                       Y yo...
                        Pude mordisquear tus pezones. Lamerlos.
                      Hoy, ha debido de ser el peor día de tu vida. Estábamos los dos solos en la sala de espera del hospital. Han operado a tu madre de urgencia.
-¿Qué ha pasado?-te pregunté cuando me llamaste muy nerviosa a casa.
-No lo sé-respondiste, al borde del llanto.
                              Salí disparado al hospital.
                             Una vez allí, me lo contaste todo. Tu madre había sufrido una nueva hemorragia por la mañana. Los médicos decidieron operarla de inmediato. La operación que le hicieron se llama histerectomía. No sabía en qué consistía eso. Tú tampoco lo sabías.
-Los médicos dicen que le van a quitar el útero-me explicaste-Que es por su bien.
-¿Dónde está Germán?-te pregunté.
-No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabes? Tendría que estar aquí. ¡Se trata de su mujer!
                          No parabas de ir de un lado a otro de la sala de espera. Estabas pensando en cuando creíste que íbamos a tener un hijo.
                          Al final, resultó ser una falsa alarma. Los nervios se apoderaron de ti. No estabas nada contenta con la relación que Germán y tu madre estaban manteniendo.
-Lo que más me asusta es la reacción de mi madre cuando se entere de que ya no podrá tener más hijos-me confiaste-Y cuando sepa que Germán no ha estado aquí.
                         Estabas muy decepcionada con él. Tu abuela, en cambio, no dijo nada. En el fondo, las dos desconfiabais de aquel hombre. Vuestras suposiciones resultaron ser ciertas.
                           Parecieron siglos hasta que salió un médico del quirófano. Tu abuela y tú os acercasteis para hablar con él.
                           Alcancé a oír parte de vuestra conversación. No sólo le habían extirpado todo el útero a tu pobre madre. También le habían extirpado los ovarios y las trompas de Falopio.
                          Me acerqué corriendo a ti.
                         Tuve que sujetarte porque te habías puesto muy pálida.
-¡Bibiana!-exclamó tu abuela-¡Hija!
-La operación ha ido muy bien-afirmó el médico.
-¿Cómo está mi hija?-quiso saber tu abuela.
-Su hija está bien, señora. Va a necesitar toda la ayuda del mundo para recuperarse. En todos los sentidos...
-Entiendo.
-Hemos logrado detener la hemorragia. Como mucho, se irá a su casa el mes que viene. Ha estado muy enferma. Y le queda un periodo largo de recuperación.
                          Tú no escuchabas eso. Tú tan sólo habías escuchado la primera parte.
-Mi madre...-balbuceaste.
-Ya has oído al médico-te recordé-Se va a poner bien.
                         Tu madre fue llevada a planta un rato después.
                         No quiso cenar.
-Me da asco-comentó cuando le trajo la cena una enfermera-No quiero comer-Apartó la vista del plato de consomé que le habían subido-¿Dónde está Germán?
                         Tu abuela, tú y yo nos miramos.
-Ha salido a comprar tabaco-le contestaste con una mentira-Vendrá dentro de un rato.
                         Tu madre frunció el ceño. Ya sabía lo que el médico le había hecho. Estuvo llorando desde que se despertó de la anestesia. Todavía lloraba la pobre.



-Germán me odia-se lamentó tu pobre madre.
-¡No digas eso!-le pediste.
-Se puso muy contento cuando le dije que íbamos a tener un hijo. ¡Era su mayor ilusión! ¡No llevamos casados ni un mes!
-Germán vendrá dentro de un rato-mentí.
                             Los cuatro sabíamos que no iba a volver. Tu madre se acurrucó como pudo en la cama. Le parecía humillante tener que llevar una sonda.
                            No quería pensar en lo que le había ocurrido. Tan sólo quería dormir. Una enfermera entró en la habitación para administrarle un tranquilizante. Tu abuela te dijo que se quedaba con ella.
-Llevas todo el día en el hospital, Bibiana-observó-Vete a casa. Jorge, quédate con ella.
                             Deseé con todas mis fuerzas poder hacerte reír en ese momento en el que te vi tan hundida.
                            Pero lo único que hice fue besarte.
                            Y decirte que estaría siempre contigo.
                            No fuiste a tu casa a dormir, sino que nos quedamos en la playa.
                            Nos sentamos en la arena y yo pensé en que estabas siendo mucho más fuerte de lo que había imaginado.
-Me derrumbo con facilidad-me comentaste.
                             Y yo te repliqué que eso no era cierto porque estabas siendo muy fuerte y que tu madre estaba orgullosa de ti.
-Tú no la has abandonado, Bibi-afirmé.
-A lo mejor, la culpa de todo ha sido mía-te lamentaste.
-Bibi, tu madre ha sufrido un aborto. Eso es algo terrible, pero le pasa a muchas mujeres. Tu madre ha tenido mala suerte. Quizás, no debió de haberse quedado embarazada. Tuvo problemas cuando Pedrito y tú nacisteis. Debió de haberlo tenido en cuenta. Pero estaba enamorada. Y no pensó.
-Desde que me enteré de su relación con Germán, lo único que hacíamos era discutir. Y, además, estaba el hecho de que pensé que íbamos a tener un hijo, Jorge. Mi madre estuvo a la altura de las circunstancias. No me echó nada en cara. Estuvo a mi lado apoyándome.
-Bibi, tu madre se va a recuperar. Vamos a estar a su lado en todo momento.
                           En ese momento, nos miramos a los ojos.
-Quiero olvidar-me pediste-No quiero pensar en nada.
                            Con tus manos temblorosas...
                             Empezaste a desabrocharme la camisa.
                             Yo te dejé hacer. Quería ayudarte a olvidar. El amor es una buena medicina, pensé.
                            Deseaba con todas mis fuerzas poder ayudarte, amor mío.



                              Desnudos completamente, nos acostamos en la arena y mis labios se apoderaron de tus labios para besarte con todo el ardor que sentía en aquel momento. Recorrí con mi lengua tu cuello y sentí cómo te estremecías ante mi contacto.
-Bibi...-gemí.
                            Mordisqueé con suavidad el lóbulo de tu oreja. Mi lengua recorrió uno de tus pechos. Succioné tus pezones para saborearlos una vez más. Al hundirme en tu cuerpo, te abrazaste con fuerza a mí. Quise fusionarme contigo.

1 comentario:

  1. Ualaa me encanta!! Ten un buen jueves corazón!!

    Ya que estoy por aquí te invito a mi sorteo internacional: Vestido de lunares

    Nos seguimos? Házmelo saber y yo haré lo mismo:
    Mi blog | Bloglovin

    (ღˇ◡ˇ)♥(ˇ∗ˇღ)

    ResponderEliminar